¡Seguiremos aquí hasta que nos quite el mar! Recuerdo esta frase de una visita al puerto pesquero de Sánchez Magallanes, cuando un pescador me explicaba que, comparado con 20 años atrás, ahora presenciaba más temporales (tormentas tropicales) cada año. Más lluvias son un posible efecto del cambio climático, que es, entre otras cosas, la modificación de temperaturas terrestres y marinas, que afecta los ecosistemas acuáticos y a los pescadores que dependen de ellos.
Cuando la temperatura aumenta o disminuye en la zona costera pone en peligro la conservación de diversas especies acuáticas, así como a la flora y fauna, ya que muchas tienen escaso rango de tolerancia y cualquier variación puede afectar su crecimiento o reproducción.
A nivel global, el cambio climático genera un impacto en la seguridad alimentaria y en el sustento de los aproximadamente 39 millones de pescadores de pequeña escala en zonas costeras del mundo y los casi 156 millones de consumidores que dependen del pescado para obtener en su dieta más del 20% de proteína animal, según la FAO en el 2018. Estudios realizados por el Panel Internacional para el Cambio Climático (IPCC) mencionan que las zonas costeras tienden a ser las más vulnerables ante sus efectos.
La pesca de pequeña escala enfrenta impactos y tensiones derivadas de este fenómeno, como el aumento del nivel de los mares, el derretimiento de los glaciares y la acidificación de los océanos, que tienen efectos en los arrecifes de coral, los humedales y ríos.
Estas amenazas conllevan repercusiones sociales, pues se conjugan con la sobrepesca y con la caída de la economía de las pesquerías provocando una disminución en los ingresos de los pescadores. Por otro lado, los sucesos extremos como tormentas tropicales y huracanes pueden impactar la infraestructura pesquera, provocar cambios en los asentamientos humanos, así como en el orden de las actividades pesqueras y alterar las estrategias de vida en las localidades costeras.
¿Cuál es el mayor impacto en la zona costera de Tabasco?
Por sus características físico-naturales y factores socioambientales, la costa de Tabasco tiene zonas vulnerables ante los efectos del cambio climático. Las localidades de Sánchez Magallanes y Barra de Tupilco han sido afectadas por fenómenos ambientales y humanos que influyen en el sistema pesquero, como la pérdida del ambiente y hábitat, aumentos en la temperatura y erosión costera.
En estas localidades no hay letreros que adviertan cuales son las zonas de riesgo por la erosión costera o para informar sobre los tramos de carretera que han sido devorados por el mar, y mucho menos existe organización para regular las construcciones en zonas de alto riesgo.
Como efecto de la erosión, muchas personas pierden sus hogares y desaparecen bodegas pesqueras; algunas familias siguen viviendo en lo que queda de sus casas y para protegerse del oleaje colocan muros con conchas del ostión y costales de arena. En 2012, se colocaron geotubos para tratar de detener el avance del mar, pero, según los pobladores, solo duraron dos años debido a la fuerza del oleaje y las tormentas tropicales que cada vez son más intensas.
Los pescadores dependen del clima para realizar su actividad todos los días, los temporales afectan sus salidas al mar y los días de pesca se reducen; por otro lado, si mientras están pescando el clima cambia repentinamente corren el riesgo de tener accidentes o perder la vida debido a que al incrementarse el oleaje y los vientos sus lanchas pueden voltearse.
La contaminación
Los ecosistemas marinos costeros de Tabasco también enfrentan un acelerado deterioro y contaminación por el derrame de hidrocarburos y los efectos de una urbanización desordenada que no gestionan las aguas grises o fertilizantes usados en tierras arriba. Lo más evidente son las fugas en la infraestructura petrolera como los gasoductos, pozos de extracción y plataformas petroleras, que derivan en la contaminación de los cuerpos de agua y suelos.
Aunque los pescadores tienen la noción del riesgo que implica vivir en zonas costeras impactadas por el cambio climático, su apuesta es seguir viviendo ahí, cerca a su espacio de trabajo, el mar. Estos espacios marinos-costeros son su hogar y su medio de subsistencia, una cultura, una forma de vida. Así que aun con los riesgos que les depara el futuro ahí seguirán, hasta que los quite el mar.
Por lo tanto, urge hacer frente al cambio climático con la inversión específica de instituciones gubernamentales a escala local, nacional y regional para proteger la integridad de los pescadores y las localidades ante los eventos de este fenómeno con iniciativas para reducir riesgos, con señalamientos, alertas tempranas, refugios para tormentas y seguros por accidentes en el mar, los cuales puedan aminorar las vulnerabilidades de las zonas costeras y de la actividad pesquera. •