El pescado es una fuente de proteínas de alto valor nutricional y una alternativa frente a la carne y el pollo. El pescado y los productos del mar son lo que más se comercializan a nivel internacional; además de proporcionar numerosos ingresos económicos y fuentes de trabajo en diferentes comunidades alrededor del mundo.
Según La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el 31% de las poblaciones de peces están sobreexplotadas. Tan solo en nuestro país más de 230 especies del Golfo de México son explotadas para consumo. Los frágiles ecosistemas marinos de la región han comenzado a erosionarse por la excesiva explotación de algunos sectores como el petrolero, pesquero y turístico, el incremento de tránsito marino y la contaminación in situ y ex situ resultado del conjunto de las actividades económicas. Lamentablemente, como resultado de todas estas actividades, los desechos industriales, las descargas urbanas, los desechos portuario/industriales, los desechos mineros, los petroleros, los agrícolas entre otros; han introducido en sus aguas grandes volúmenes de descargas con una muy amplia variedad de contaminantes (biológicos, microbiológicos, metales y metaloides, plaguicidas, hidrocarburos del petróleo, bifenilos y últimamente microplásticos) los cuales afectan notablemente el funcionamiento de importantes ecosistemas (corales, manglares, humedales, pastos marinos) así como a las pesquerías comerciales que afectan la economía de los habitantes ribereños.
La pesca indiscriminada es cada vez más cuestionada. El planteamiento de prácticas de extracción sustentables se está volviendo más recurrente y necesario para la preservación de los ecosistemas marinos y los océanos.
La pesca sostenible tiene como objetivo principal pescar solo lo necesario para impactar lo menos posible a los mares. A través de esta práctica se busca preservar la vida animal y respetar los ecosistemas marinos.
Actualmente, debido al crecimiento de la población y la alta demanda del pescado y los productos marinos se produce una sobreexplotación de los mares por intervención del hombre, por lo que la pesca sostenible se hace imprescindible.
Actualmente, sólo la flota camaronera en la parte nacional del Golfo de México tiene la capacidad de pescar entre 8 y 16 veces el producto del 2001. Estudios recientes del estado de la salud pesquera de las especies marinas mexicanas muestran que, aunque el Golfo de México presenta un menor deterioro respecto a la media mundial, es también la región con mayor proporción de recursos totalmente explotados y con menos opciones de crecimiento. De lo cual se deduce fácilmente que todo intento de incrementar los niveles de pesca llevará rápidamente a una condición de deterioro. El 79% de las unidades pesqueras del Golfo mexicano se encuentran totalmente explotadas, y de estas, el 25% exigen intervención inmediata para rescatarlas del estado de deterioro en el que se encuentran.
No obstante, la lógica contradictoria de aprovechamiento del mar no se limita sólo al manejo insostenible de algunos de sus sectores o recursos, es la lógica general con la que se gestiona el conjunto de ellos y la visión a corto plazo que en la práctica se aplica, lo que impone límites para el aprovechamiento futuro de las riquezas marinas. Pese a la denuncia sistemática de muchos grupos y a varios esfuerzos por mantener los recursos marinos en el largo plazo, la lógica destructiva aún se profundiza.
En virtud de que no hay cooperación entre los productores pesqueros, se genera una carrera por los peces: todos pescan, la mayor parte del tiempo y lo más que se pueda. Esto provoca el segundo problema: demasiadas embarcaciones, permisos y pescadores ilegales. Debido al libre acceso para pescar, la pesquería se ha sobrecapitalizado; históricamente se han otorgado demasiados permisos y se han retirado muy pocos. Un tercer problema es que, si bien existen regulaciones para la pesquería, éstas no se respetan y la vigilancia es insuficiente; en ocasiones, es nula. Esta pesquería es de las pocas en todo México que está reglamentada bajo una norma oficial (nom). Sin embargo, su completo funcionamiento está aún pendiente. La legislación actual requiere la interacción de múltiples agencias de gobierno estatales y federales (SADER-CONAPESCA, SADER-CONANP, PROFEPA) para su implementación y vigilancia.
Para gestionar los recursos marinos y poder abastecer a la población que constantemente aumenta se requiere de políticas públicas agroalimentarias que estén acompañadas de proyectos de educación (ambiental, social y cultura) tanto para productores como para los consumidores, pues habrá que apostar por estrategias más sustentables y conscientes que se basen en aplicar conceptos y principios ecológicos con el fin de optimizar las interacciones entre los animales, los seres humanos y el medio ambiente, teniendo en cuenta, al mismo tiempo, los aspectos sociales que deben abordarse para lograr un sistema alimentario justo y sostenible.
Modificar las prácticas acuícolas en México es una solución para recuperar el sentido de generar alimentos; pues la comida tiene historia, tiene cultura, tiene un origen con el hombre que va más allá de generar dinero. •