Colocar a las mujeres y sus derechos en el centro de la atención es un principio en el que coinciden las instituciones de salud, las agencias internacionales, la academia, las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos de parteras.
La pandemia causada por la COVID-19 permitió flexibilizar, sin precedentes, posiciones que parecían inamovibles y acercarlas para reconocer que la atención del embarazo y el parto que se ha impulsado como política pública en las últimas décadas requiere de una profunda revisión, incluyendo las lecciones que la pandemia ha traído consigo.
La atención indiscriminada del parto en hospitales no es sostenible y presenta vulnerabilidades en su operación que se agudizan en situaciones de crisis. En la pandemia, éstas se relacionaron con la disminución del personal de sanidad disponible para la atención, que se ausentó debido a las precondiciones de salud que lo exponían a riesgos elevados; el temor de las mujeres a infectarse del coronavirus; el cierre o disminución de servicios de atención de problemas no asociados con COVID-19, y la insuficiente comunicación con las usuarias, entre otras.
La confianza, así como el bienestar emocional y social de las mujeres, son esenciales para brindar una atención materna de calidad. Sin embargo, estos factores son muy susceptibles de ser afectados durante las emergencias. La pandemia evidenció que el modelo de atención hospitalaria del parto está sujeto a muchos cambios que en situaciones críticas crean tensiones, insuficiencias y modificaciones que, a su vez, generan desconcierto, desconfianza e incluso temor entre las usuarias. Esto se acentúa cuando la información es insuficiente o carece de pertinencia cultural.
En la pandemia, tales fenómenos se erigieron como verdaderos obstáculos para tener acceso a los servicios de salud y han contribuido al incremento de muertes maternas, pues numerosas emergencias obstétricas no llegan a los hospitales o no lo hacen a tiempo.
Los mecanismos de referencia de las urgencias obstétricas y perinatales son muy frágiles cuando dependen de las estructuras, procedimientos y recursos de las instituciones de salud. El nuevo contexto resaltó la importancia de las redes de apoyo comunitario y municipal para la referencia y contra referencia, así como de los recursos de la población para atender sus problemas de salud. Hemos visto un fortalecimiento de la medicina tradicional, de acuerdos comunitarios sobre medidas preventivas y, en especial, el papel protagónico de las parteras tradicionales.
Las lecciones más importantes de la pandemia son:
•La atención hospitalaria del parto normal puede brindarse exitosamente fuera de los hospitales.
•Donde existen parteras, la atención del embarazo y el parto se ha reorganizado espontáneamente, ofreciendo mayores alternativas y seguridad que en regiones donde aquéllas no están presentes o son escasas.
•La alta prevalencia de padecimientos crónicos que agravan la COVID-19 en México también ha sido uno de los determinantes del incremento de la mortalidad materna; por ello debe mejorarse la alimentación de las mujeres e incrementar la prevención, diagnóstico y control de enfermedades metabólicas, como parte de los cuidados prenatales.
•La OMS y el UNICEF (Véase Lancet, A Future for the World´s Children? A WHO-UNICEF-Lancet Commission. Lancet 2020; 395: 605–58 disponible en: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(19)32540-1 consideran que el cambio climático, la contaminación, la violencia, las presiones comerciales que incentivan estilos de vida no saludables y ahora el COVID-19 amenazan el futuro de niños y niñas, y también la salud materna. Se requiere que los gobiernos adopten sin demora todas las medidas a su alcance para desarrollar modelos de atención sostenibles y resilientes con una perspectiva de hasta 30 años.
Los cambios de actitudes y de operación realizados a favor de la atención no hospitalaria del parto normal, la reactivación de la atención obstétrica en el primer nivel, la reorganización de los mecanismos de referencia y traslado de urgencias obstétricas y perinatales y el reconocimiento al trabajo de las parteras tradicionales, no deben ser temporales, sino servir de base para instrumentar cambios perdurables.
La receptividad de las autoridades federales sobre la salud materna y perinatal en el contexto de la pandemia se han caracterizado por la apertura y el interés ante las opiniones y propuestas de las organizaciones de la sociedad civil. Las agencias del sistema de Naciones Unidas han contribuido también a facilitar un diálogo constructivo que hoy incorpora los planteamientos que las parteras tradicionales indígenas han hecho llegar a través de sus voceras.
Estas condiciones inéditas ofrecen el marco ideal para discutir los cambios estructurales que se requieren para enfrentar los retos que plantean las condiciones actuales y los escenarios futuros previsibles para la salud materna, salvaguardando los derechos y seguridad de las mujeres, así como en especial su derecho a decidir. •