oy se cumplen 40 años del asesinato del maestro Misael Núñez Acosta a manos de un grupo de pistoleros a sueldo. Como la mayoría de los crímenes contra luchadores sociales, el perpetrado el 30 de enero de 1981 en Tulpetlac, estado de México, permanece impune: los tres asesinos materiales confesos escaparon de la cárcel, mientras que quien los contrató llegó a ser candidato a presidente municipal por el PRD, y quienes orquestaron el atentado nunca fueron requeridos por la justicia.
Núñez Acosta fue un normalista que rápidamente destacó por su impulso a la docencia, a la cual dedicó mucho más tiempo del que cobraba como maestro y después director de escuela; así como por su compromiso con todas las causas populares. Gran organizador, en el momento de su asesinato Misael se encontraba en vías de concretar uno de los grandes miedos de las clases dominantes de entonces y ahora: la articulación de las luchas magisterial, obrera, y urbano-popular en un movimiento transversal que uniera a los sectores oprimidos en la exigencia de sus derechos.
Lo más perdurable de su legado se produjo al encarnar a un tipo de maestro comprometido, presente a lo largo de la historia de nuestra nación, y que tuvo uno de sus momentos más importantes en el magisterio rural cardenista. También marcó una honda huella con su compromiso para democratizar al sindicato magisterial, a la educación y al país. Como fundador de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), Misael Núñez dejó a las futuras generaciones de docentes un instrumento de lucha que ha sobrevivido a todas las violencias acometidas no sólo contra los maestros, sino contra las escuelas normales como centros de formación de educadores que son además líderes comunitarios, y contra la existencia misma de la educación pública. En efecto, la Coordinadora, que se reconoce y asume heredera de sus banderas, ha padecido la más brutal represión por parte de gobiernos municipales, estatales y federales, así como virulentas y descaradamente mendaces campañas de odio patrocinadas por quienes no soportan que la educación sea algo más que una fuente de lucro.
Lamentablemente, si el ejemplo de Misael continúa vivo e inspirando a los maestros democráticos, no están menos vigentes las lacras que lo empujaron al activismo social: el manejo charril y patrimonialista del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), los cacicazgos locales o nacionales en el magisterio, la degradación de la labor docente por condiciones de trabajo inaceptables, así como la explotación consuetudinaria de los obreros y la negación del derecho a una vivienda digna a millones de habitantes de las grandes urbes, son todos pendientes que llegan hasta nuestros días.
Está claro que resolver esos problemas requiere de cambios estructurales profundos en múltiples ámbitos del entramado social, pero no es menos cierto que cualquier avance en esa dirección pasa de manera ineludible por acabar con la impunidad y hacer justicia de una vez por todas. A su vez, el esclarecimiento del crimen contra Misael Núñez Acosta exige investigar a los sospechosos de ordenar el atentado, a quienes los perpetradores materiales señalaron en su momento como autores intelectuales.