Una encíclica social
a grey católica tiene actualmente un gran líder. El Papa Francisco es un hombre de su tiempo y de todos los tiempos a quien el mundo bien haría en escuchar. En su reciente encíclica Fratelli tutti aborda con óptica social temas y conflictos que están en el núcleo de la actual desazón planetaria, en un llamado a reordenar el mundo desde la fraternidad, la justicia y la equidad, que aquí sintetizamos en extremo a partir de la versión de Vatican News. Sus ocho capítulos son:
I. Las sombras de un mundo cerrado. Numerosas son las distorsiones contemporáneas: la manipulación y deformación de conceptos como democracia, libertad o justicia; la pérdida del sentido de lo social y de la historia; el egoísmo y la falta de interés por el bien común; la prevalencia de una lógica de mercado basada en el lucro y la cultura del descarte; el desempleo, el racismo, la pobreza; la desigualdad de derechos, y aberraciones como la esclavitud, la trata y el tráfico de órganos, son problemas globales que requieren acciones globales. Hay, además, un deterioro de la ética a la que contribuyen los medios de comunicación de masas que hacen pedazos el respeto por el otro y eliminan todo pudor.
II. Un extraño en el camino. En una sociedad enferma que da la espalda al dolor y es analfabeta en el cuidado de los débiles y frágiles, todos estamos llamados a estar cerca del otro, superando prejuicios, intereses personales, barreras históricas o culturales. Todos, de hecho, somos corresponsables en la construcción de una sociedad que sepa incluir, integrar y levantar a los que han caído o están sufriendo.
III. Pensar y gestar un mundo abierto. Debemos salir de nosotros mismos para encontrar en los demás un crecimiento del ser..., una sociedad fraternal que promueva la educación para el diálogo con el fin de derrotar al virus del individualismo radical y permitir que todos den lo mejor de sí mismos. Para ello hay en particular dos instrumentos: la benevolencia (el deseo concreto del bien del otro) y la solidaridad, en lucha contra la pobreza y la desigualdad. El derecho a vivir con dignidad no puede ser negado a nadie. Hay que pensar también en una ética de las relaciones internacionales.
IV. Un corazón abierto al mundo entero. Huyendo de guerras, persecuciones, desastres naturales, traficantes sin escrúpulos, desarraigados de sus comunidades de origen, los migrantes deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Hay que evitar migraciones no necesarias creando en los países de origen posibilidades concretas de vivir con dignidad; pero al mismo tiempo, el derecho a buscar una vida mejor en otro lugar debe ser respetado. Respuestas indispensables para quienes huyen de graves crisis humanitarias serían: aumentar y simplificar la concesión de visados; abrir corredores humanitarios; garantizar vivienda, seguridad, servicios esenciales, trabajo y formación; fomentar la reunificación familiar; proteger a los menores; garantizar la libertad religiosa y promover la inclusión social. Se necesita sobre todo una gobernanza mundial, una colaboración internacional para las migraciones.
V.- La mejor política es la que está al servicio del bien común y conoce la importancia del pueblo. Este popularismo se contrapone a ese populismo que ignora la legitimidad de la noción de pueblo. La mejor política es también la que tutela el trabajo, una dimensión irrenunciable de la vida social, y trata de asegurar que todos tengan la posibilidad de desarrollar sus propias capacidades. La mejor ayuda no es sólo el dinero – un remedio temporal – sino el permitirle vivir una vida digna a través del trabajo. También es tarea de la política solucionar todo lo que atente contra los derechos humanos. La política que se necesita es la que dice no a la corrupción, a la ineficiencia, al mal uso del poder, a la falta de respeto por las leyes... centrada en la dignidad humana y no sujeta a las finanzas porque el mercado no resuelve todo; los estragos de la especulación financiera lo han demostrado. Los movimientos populares deben involucrarse en la participación económica, social y política... para pasar de una política hacia
los pobres a una política con
y de
los pobres. Se requiere además reformar a las Naciones Unidas; frente al predominio de la dimensión económica que anula el poder del Estado individual, la ONU debe promover la fuerza del derecho sobre el derecho de la fuerza.
VI. Diálogo y amistad social, conceptualiza la vida como el arte del encuentro
con todos, porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible. El verdadero diálogo es el que permite respetar el punto de vista del otro, sus intereses legítimos y la verdad de la dignidad humana. Particular es el llamamiento al milagro de una persona amable
, una actitud que debe ser recuperada porque es una estrella en medio de la oscuridad y una liberación de la crueldad, de la ansiedad y de la urgencia distraída, que prevalece. Una persona amable crea una sana convivencia y abre el camino donde la exasperación destruye los puentes.
VII. Caminos de rencuentro. La paz está ligada a la verdad, la justicia y la misericordia... es un oficio que concierne a todos y en el que cada uno debe desempeñar su papel. Es necesario poner a la persona humana, su dignidad y el bien común en el centro de toda acción. Ligado a la paz está el perdón... que no significa impunidad, sino justicia y memoria. La guerra no es un fantasma del pasado sino una amenaza constante de negación de todos los derechos, un fracaso de la política y de la humanidad. Ya no podemos pensar en una posible guerra justa
, sino que debemos reafirmar con firmeza ¡Nunca más la guerra! (máxime) considerando que estamos viviendo una tercera guerra mundial en etapas, porque todos los conflictos están conectados. Con el dinero invertido en armamento debería crearse un Fondo Mundial para eliminar el hambre. La pena de muerte es inadmisible y debe abolirse.
VIII. Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo. La violencia no encuentra fundamento en las religiones, sino en sus deformaciones. Actos tan execrables como los terroristas (se sustentan en) interpretaciones erróneas de los textos religiosos, así como en políticas de hambre, pobreza, injusticia y opresión. El terrorismo no debe ser sostenido ni con dinero ni con armas, ni con la cobertura de los medios de comunicación. Es necesario garantizar la libertad religiosa, un derecho humano fundamental. La Iglesia no relega su misión a la esfera privada, no está al margen de la sociedad y, aunque no hace política, sin embargo, no renuncia a la dimensión política de la existencia humana.
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Consideramos de enorme valor el apego del Papa a la esencia de la cristiandad, el humanismo y la ética en estos tiempos de brújula perdida. Destacable es así mismo la convergencia en el tiempo y la filosofía de esta guía papal y la Guía Etica para fortalecer los valores que recién nos ha propuesto el gobierno de la 4T.
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