uando el viernes de la semana pasada tuve ante mis ojos, la portada de La Jornada con la foto del general de División Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional en el gobierno de Enrique Peña Nieto, con su uniforme militar y las condecoraciones que le han sido concedidas, con un pie de foto, en el que se informaba de su detención en Estados Unidos, para ser juzgado por delitos asociados con el narcotráfico, mi mente me hizo recordar el poema de Miguel de Unamuno, que a la letra dice: En el tiempo de las bárbaras naciones, de las cruces colgaban los ladrones, hoy en el siglo de las luces, del pecho del ladrón cuelgan las cruces
, llevándome a reflexionar sobre la sabiduría visionaria de este gran poeta y filósofo español que en el siglo XIX fue capaz de imaginar los tiempos que hoy vive la humanidad y de manera particular nuestro país.
Aunque de tiempo atrás sabíamos por algunos diarios, de militares que habían deshonrado al Ejército Mexicano con sus conductas corruptas y criminales, yo pensaba de manera infantil que la corrupción que hemos padecido durante los pasados gobiernos, sobre todo desde el sexenio de Carlos Salinas, los altos mandos del Ejército no habían sido contaminados; por lo que al igual que la de muchos mexicanos mi visión estaba totalmente equivocada en este caso. Desde esta óptica sería deseable una declaración de los altos jefes del Ejército en su conjunto, deslindándo-se de los delitos cometidos por este militar de la más alta graduación, de quien recordamos su manifiesto rechazo a que un grupo de expertos internacionales, interrogara al personal del cuartel militar de Iguala, en relación con la de-saparición de los 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa, así como sobre el asesinato múltiple cometido en Tlatlaya por un grupo de militares, sobre todo sabiendo ahora que este individuo había sido el comandante de la zona militar de Guerrero.
Por otra parte, la responsabilidad del entonces presidente Enrique Peña Nieto, al igual que la de su antecesor, Felipe Calderón Hinojosa, quienes mantuvieron una supuesta guerra con las bandas del crimen organizado, nos habla de los niveles de corrupción a los que llegaron dichos gobiernos, con estos dos personajes por delante. ¿Qué atributos o qué daños cerebrales padecían para dejar una estela de muerte, mientras ellos y sus cómplices hinchaban sus bolsillos de dinero recibido del mismo crimen organizado, al que supuestamente buscaban destruir.
Al inicio de su gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo público su compromiso de acabar con la corrupción que tanto daño ha hecho a nuestro país, compromiso que incluso había sido parte de su campaña presidencial; teniendo como respuesta el voto masivo del pueblo, sin embargo, ni nosotros, ni nuestro Presidente, imaginamos las dimensiones del monstruo, al que habríamos de enfrentar, pues la corrupción lo había contaminado todo; barrer las escaleras de arriba para abajo no sería suficiente; quizá sea necesario más bien, derribar las escaleras, ya que incluso la Constitución y las leyes que de ella emanan, han sido modificadas para facilitarles los atracos y asegurar la impunidad a estos criminales. ¿Cómo es posible que ahora se nos diga, que los crímenes cometidos por Carlos Salinas, por Ernesto Zedillo y por Vicente Fox ya prescribieron? ¿Acaso el pueblo de México ya se recuperó de los daños causados por estos delincuentes?
Cuando en 2017 se dio a conocer la noticia referente a la sustitución de los medicamentos que se suministraban a niños enfermos de cáncer, ordenada por Javier Duarte de Ochoa, gobernador de Veracruz, para acrecentar su riqueza mal habida, pensamos que este gobernante era realmente un monstruo merecedor de la pena de muerte por la perversidad de sus actos, sin embargo, ahora nos percatamos de que no se trataba de un caso aislado, sino de un comportamiento generalizado, tanto por parte de directivos de empresas distribuidoras de fármacos, como de los funcionarios de gobierno, que aprobaban la compra de éstos a precios significativamente mayores a los del mercado, con objeto de incrementar sus comisiones, siendo por ello que ahora, ante la determinación del gobierno de detener tales prácticas, esos empresarios están actuando igualmente de manera criminal, escondiendo los medicamentos e incluso desapareciéndolos, con el propósito claro de impedir su aplicación, ya no sólo a los niños de Veracruz, sino de todo el país.
¿Hasta dónde llegará esta guerra? Y ¿Quiénes serán las siguientes víctimas? ¿Serán en relación con la extinción de los diversos fideicomisos, que el gobierno de López Obrador ha decidido desaparecer aun sabiendo del daño que tales desapariciones causarán a los centros de investigación y a otros proyectos relacionados con la justicia y el desarrollo nacional? La reciente captura del general Cienfuegos pareciera indicar, como ya lo ha mencionado el Presidente, la oscura participación del gobierno estadunidense, mediante la Administración de Control de Drogas (DEA) y la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (FAT) que en algunas ocasiones actúa mostrando un comportamiento decidido en contra del narcotráfico y en otras apoyando a las mismas organizaciones delictivas. Estas acciones, al igual que las realizadas por las empresas Odebrecht y OHL por mencionar algunas, indican la participación de intereses internacionales que han propiciado la diversificación y el crecimiento de la corrupción en nuestro país y que seguramente están buscando cómo continuar con sus nefastas actividades. De ese tamaño es el monstruo que el gobierno debe combatir.
* Director del ILCE