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Las vidas reales de policías, distintas a las de las series de tv, dice Nathalie Poza
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▲ La actriz española Marian Álvarez.Foto cortesía HBO
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 17 de octubre de 2020, p. 7

Hablar de terrorismo es delicado. Los productos audiovisuales en el cine y la televisión suelen pintarnos un mundo de pocos contrastes, donde sólo existen dos bandos, y la dicotomía que éstos plantean no escapa de la simplona diferencia entre lo bueno y lo malo, según el status quo que termina dictando peligrosamente la narrativa de qué es lo correcto de acuerdo con las élites que dominan los espacios de poder.

En este panorama se antoja aventurada una serie como La Unidad, producción española disponible en HBO Go, que cuenta la historia ficticia de una unidad antiterrorismo real, aunque alejándose de la norma en que los miembros de uno u otro bando representan necesariamente alguno de los dos lados de la moneda con que normalmente vemos representado este mundo.

A diferencia de esos contenidos, La Unidad cuenta la historia de esta organización, involucrada a nivel internacional con otras de la misma estirpe, pero profundizando en las historias íntimas de sus personajes, mostrando una cara que pocas veces experimentamos.

Si una agente encubierta en un caso de terrorismo debe asistir a una reunión familiar o escolar, en la que repentinamente surge una situación de riesgo internacional, ¿con qué pretexto abandona el sitio? ¿A cargo de quién deja a sus hijos y cómo se asegura de que su vida fuera del trabajo está a salvo?

Este tipo de cuestionamientos, acompañados de un retrato lleno de variantes entre sus personajes, sin importar el bando o interés al que respondan, son los que nutren La Unidad, en la que somos guiados por una comisaria a cargo de la organización titular, interpretada por la experimentada actriz española Nathalie Poza, con quien platicamos sobre los retos y aprendizajes que le dejó la experiencia de filmar una de las series más ambiciosas en la historia de su país, donde rara vez se cuentan historias similares desde una perspectiva tan objetiva, sin los prejuicios señalados y tan enfocada en mostrar la humanidad de todas las piezas que conforman el interminable rompecabezas del mundo del crimen internacional.

–¿Cómo se desarrolla un personaje que está lidiando con problemas tan íntimos, en una serie con problemáticas tan globales?

–Tuvimos la fortuna de contactar íntimamente con los auténticos protagonistas de La Unidad. Existe la comisaria que yo interpreto, aunque no con los mismos problemas de mi personaje. Pude trabajar con ella mano a mano; aunque llegué la última en el casting, sí me involucré mucho. El guionista estuvo en una operación; se supone que eso no es algo que se puede decir así nada más, pero igual les mola contarlo. Es gente que viene de investigar casos de terrorismo en España. Tienen un pasado como organización y por eso es una de las unidades antiyihadistas más importantes del mundo. Su visión de cómo está globalizado este tema es muy amplia, así que meternos de la mano de ellos hizo todo más fácil.

“Hacer este personaje a nivel actoral, para mí es un sueño. Creo que se aprende mucho más cuando trabajas con gente que vive en tantos lugares porque filmamos con personajes de todo el mundo. Fui muy fan de los actores árabes de la serie, creo que están increíbles. Hasta me mosqueé cuando me enteré de que no eran profesionales. Les crees todo porque se nota que lo que interpretan lo traen muy pegado a la piel; incluso, intervinieron en el guion. Ese tipo de experiencias me gustan.

Secrecía, primordial

–¿Qué tan cerca estuviste de la vida privada de la comisaria que inspiró tu personaje? ¿Se abrieron ante ustedes?, porque se trata de personas con una profesión donde la secrecía es mayúscula y primordial.

–Algo que pude constatar es que son gente muy normal –entre comillas–, aunque no es una palabra que me guste mucho para definir a un ser humano o a un personaje, pero lo digo en el sentido de que no se trata de estos policías en los que la heroicidad impregna todo lo que hacen. No son esos personajes que vemos mas que en la ficción americana y, sobre todo, la norteamericana. Eso lo noté desde el primer briefing del guion y me quedé muy sorprendida, porque me costaba definir quién mandaba.

“De la comisaria, cuando la vi por primera vez, me dije ‘no puede ser que esta mujer esté al frente’, porque era muy jovial, redondita y con una buena cara; una madre de familia común y corriente, no era una caricatura. Era una tía que se sentía muy cercana. Entonces me di cuenta de que la serie estaba escrita con muchas ganas de que transmitiéramos claramente y con realismo el peso de la responsabilidad. Nos enfocamos sobre todo en la estimación entre ellos. Se llevan muy bien y es un equipo muy bien formado, porque cada uno en su departamento es el mejor. Saben que se necesitan los unos a los otros, y que si yo trabajo contigo y te fallo, eso va a hacer que haya muchas dificultades en la operación. Había mucho respeto entre esta gente muy preparada; sin embargo, también hay mucha normalidad.

“Rápido notamos que es un trabajo en el que necesitas mucho humor. Es como entrar en un hospital de cirujanos. Nunca verías a un médico en plena operación a corazón abierto con cara de circunstancia. Se lo llevan todo muy tranquilo. De repente era muy raro estar entre ellos. Una vez me pasé un tiempo con el tío encargado de las redes, que me mostraba cosas de su trabajo, y al cabo de un rato tuve que pedirle que ya no me mostrara más. Me enseñó los videos de captura de los delincuentes jóvenes que terminan en estas organizaciones criminales tan peligrosas, y eran terribles. Trabajan codo a codo con la muerte; para no perder la cabeza ponen mucha distancia.

En el sentido más íntimo, mi personaje pasa por un problema que vivió uno de los integrantes de La Unidad. Sí hay historias muy personales que, aunque no le ocurrieron a un solo miembro en la historia real, terminaron formando parte de los personajes de ficción. Por ejemplo, la comisaria que me asistía durante el rodaje de la serie tuvo que dejar su despedida de soltera para atender un asunto de trabajo y ni siquiera pudo dar explicaciones porque es gente que lidia con asuntos muy confidenciales y peligrosos. Hay mujeres que trabajan en esto y que tienen hijos, los recogen en la escuela sin que los demás sepan a qué se dedica, pero a final de cuentas van a las juntas del colegio con una pistola guardada. Es gente que no se puede permitir estar ni una hora desconectada del teléfono. Su trabajo es su vida y muchas veces supera incluso la ficción. A veces estábamos comiendo y no dejaban de mirar el móvil, que para muchos podría considerarse mala educación, aunque para esta gente es una cuestión de vida o muerte.

–¿Qué te dejo interpretar a este personaje, más allá de lo actoral?

–No quería hacer un personaje heroico y nada más. No quería hacer una serie de buenos y malos; precisamente, me ocupé de ver en los personajes la contradicción humana. Esto es algo que no he dicho, pero te lo cuento: la comisaria en la que me basé ya estaba considerando dejar el trabajo porque sentía que no era tan buena en lo que hacía.

Vaya. No conocía eso. Está guay el término, pero me identifiqué porque me gusta trabajar la actuación desde el riesgo, que es algo agotador. Esta gente trabaja así, si no, no estarían donde están. Si ella es la jefa es porque es la mejor. Sacrificar tu vida por el trabajo tiene su precio. En eso me identifico también, porque lo hago. Me gusta pensar que mi personaje es como una activista que ve la misión detrás de su trabajo como algo por lo que vale dejar la vida. Si no es así, ¿qué sentido tiene hacer lo que sea que hagamos?