Por fin, los mexicanos contamos con información clara para tomar decisiones más saludables: el nuevo etiquetado. Tras muchos años de trabajo, cristaliza el esfuerzo de dotar a la población con esta útil herramienta para evaluar rápido la calidad de los alimentos.
La obesidad y la mala alimentación se han vuelto dos de los problemas más importantes de salud en el mundo. En 2010, diversas compañías de refrescos y alimentos adoptaron el sistema de etiquetado denominado Guías Diarias de Alimentación o GDAs, que años antes en Europa crearon distintas transnacionales, ante la inminente intención de los organismos de salud de utilizar los empaques para orientar las elecciones hacia una dieta saludable.
En 2013, en México estas compañías convencieron a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) de convertir su sistema en parte de una Norma Oficial Mexicana (NOM-051), lo que oficializó su estrategia.
Con sólo ver que los fabricantes de comida chatarra eran quienes impulsaban ese sistema, habría bastado para sospechar que con él no se lograrían elecciones de consumo más saludables. Además, dos estudios, uno en población alemana y otro con estudiantes mexicanos de nutrición, demostraron las dificultades para comprenderlo. Aun así, Cofepris publicó la norma de la mano de la industria, con el respaldo de cuantiosos fondos públicos para la campaña “Checa y Elige”, con la que, argumentaban, la gente aprendería a usar el etiquetado.
En 2016, tras la campaña “educativa”, se evaluó la comprensión de las GDAs en una muestra representativa nacional. Los resultados mostraron que menos de 14% de la población interpretaba correctamente las etiquetas, pese a lo cual el Observatorio Mexicano de Enfermedades Crónicas No Transmisibles (OMENT), presidido por el secretario de Salud, no tomó acción correctiva alguna, sin importar que había declarado la emergencia epidemiológica. Desde entonces, se han publicado más de una docena de estudios en revistas científicas con conclusiones similares.
¿Por qué es engañoso el etiquetado de GDAs?
Este sistema, diseñado para expresar el porcentaje de azúcar, grasa y sodio (sal) que una persona podría consumir a diario, tiene importantes fallas:
- Se basa en una dieta promedio de 2 000 calorías, cantidad superior a la requerida por gran parte de la población, en especial la infantil, por lo que lejos de “guiar” adecuadamente, fomenta un mayor consumo o genera la impresión de que los porcentajes de estos ingredientes son bajos.
- Recomienda 90 gramos de azúcar diarios, casi el doble del límite máximo propuesto por la Organización Mundial de la Salud, por lo que todos los porcentajes de azúcar de la comida chatarra están subestimados; hace creer que se puede consumir mucho más, lo cual resulta muy dañino.
- Muestra porcentajes para cada ingrediente por empaque y cuántas porciones contiene (por ejemplo, una bolsa de papas fritas puede declarar 11.3 porciones); así, se requieren operaciones matemáticas para saber el porcentaje por porción, lo que gran parte de la población ignora cómo hacer.
- Las presentaciones emplean porciones arbitrarias, que a veces no corresponden al consumo habitual (por ejemplo, en los cereales azucarados la porción es de 30 g y el consumo habitual en niños suele ser mayor a 60 g
El etiquetado de octágonos negros de advertencia se implementó en Chile hace algunos años y una evaluación muy rigurosa demostró la reducción en el consumo de alimentos malsanos. En México, un grupo de expertos académicos, con apoyo de los institutos nacionales de salud, universidades e instituciones de alto nivel, además de la OPS/OMS, la UNICEF y más de 40 organizaciones de la sociedad civil y de sociedades profesionales, construyó una propuesta con base en ese sistema.
Para que el nuevo etiquetado reemplazara al sistema GDAs, el poder legislativo aprobó la modificación de la Ley General de Salud. De inmediato, la Dirección General de Normas de la Secretaría de Economía y Cofepris realizaron una revisión transparente de la NOM-051, con la presencia y voz de la academia y la sociedad civil, logrando el consenso de la mayoría de los participantes.
¿Cómo funciona el nuevo etiquetado?
Sobre los productos procesados aparecen diferentes octágonos que, con base en los criterios internacionales de la OPS/OMS, advierten los niveles excesivos de 1) azúcar, 2) grasa saturada, 3) grasas trans, 4) sodio y 5) calorías. Además, incluye dos leyendas precautorias: “contiene edulcorantes, no recomendable en niños” y “contiene cafeína, evitar en niños”.
Respecto a la “microchatarra”, a diferencia de otros países, en México lleva un pequeño octágono con el número de sellos que le correspondan, un elemento fundamental, pues la población infantil es quien más la consume.
Para más información, la tabla posterior muestra la cantidad de ingredientes en unidades estándar (100 g o 100 ml), sea microchatarra o empaque familiar. Así, el consumidor puede comparar e identificar rápido qué producto tiene mayor cantidad proporcional de ingredientes nocivos a la salud; incluso los diferentes tipos de azúcares deben estar todos juntos, en orden ascendente y en la cantidad total (antes se disimulaban en la lista de ingredientes).
Los sellos posibilitan reflexionar sobre los ingredientes nocivos a la salud en los comestibles, y preferir alimentos frescos y naturales y productos sin sellos o con el menor número de éstos. Las compañías de comida chatarra reformularon en unas cuantas semanas buena parte de su portafolio para evitar ostentar tantos sellos. Esto representa un beneficio inmediato para la población, que no logró el otro etiquetado en diez años.
Obviamente, esta estrategia no resolverá por sí sola la obesidad en México; sin embargo, como herramienta informativa ayudará, en gran medida, a que la población opte por decisiones más saludables. Simplifica, además, otras regulaciones. Por ejemplo, será más fácil identificar qué productos no deben estar en escuelas o desarrollar publicidad dirigida a niños y permitirá instrumentar estrategias de orientación alimentaria.
Pese a haber firmado acuerdos en el proceso de aprobación de la NOM-051, las transnacionales se han amparado para no proporcionar esta información a los mexicanos; argumentan sin evidencias un impacto económico negativo. En Chile la evaluación no encontró afectaciones de este tipo. Al haber alrededor de una quinta parte de productos procesados sin sellos y gran cantidad de alimentos básicos que carecen de ellos por ser saludables, se generarán oportunidades en el mercado para que el consumidor prefiera alimentos sanos y productos sin exceso de ingredientes nocivos a la salud.
Si con esta medida se logra en promedio una reducción de 37 calorías diarias per cápita, equivalente a tan sólo la cuarta parte de una lata de refresco, en cinco años habría ahorros por alrededor de 39 mil millones de pesos. Esto sería una gran contribución a la salud pública y el bienestar de los mexicanos. •