Últimamente el tema del glifosato ha estado en el foco público, y de acuerdo a los acontecimientos ocurridos en torno al herbicida, se puede decir que actualmente estamos viviendo un momento histórico en el que se contraponen dos visiones totalmente opuestas: una que va en defensa de la vida y otra que defiende los intereses económicos a costa de ella. Es preciso mencionar que desde que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) ha declarado la prohibición progresiva del glifosato para el 2024 el sector empresarial ha salido a defender este producto con gran ímpetu debido a que existen intereses económicos detrás.
El glifosato es el ingrediente activo de muchos herbicidas comercializados en todo el mundo. Los cuales son ampliamente utilizados para el control de arvenses porque no son selectivos; es decir, eliminan toda la vegetación que encuentra a su paso, lo cual resulta ser un riesgo para la gran diversidad de plantas que no son resistentes a esta sustancia. Además puede impactar a la biodiversidad de diferentes formas. Por ejemplo, recientes investigaciones que dio a conocer el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) indican que el glifosato es un contaminante que se encuentra en los suelos, sedimentos, ecosistemas microbianos, cuerpos de agua, incluso en agua potable, ambientes marinos, entornos urbanos, periurbanos y agrícolas. Afectando a organismos acuáticos y del suelo.
El glifosato, por muchos años, ha sido promovido como “seguro”, sin embargo, una creciente evidencia científica cuestiona la seguridad de este herbicida. En primer lugar, la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC por sus siglas en inglés), de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo clasificó en 2015 como probable carcinógeno en humanos en el grupo 2A. Esta clasificación hace alusión al nivel de certeza que existe entre la relación de esta sustancia y algún tipo de cáncer. Respecto a lo anterior, la monografía de lARC concluye que “hay evidencia limitada en humanos para carcinogenicidad del glifosato” y “hay evidencia suficiente en animales de experimentación para la carcinogenicidad del glifosato”.
También, el glifosato puede ser considerado como la punta del iceberg de un sistema agroalimentario industrial insostenible, el cual es dañino para la salud humana y de los ecosistemas. El actual sistema agroindustrial, instaurado a partir de la Revolución Verde, es ineficiente y ha causado una gran devastación ambiental. Así también, el uso de los transgénicos y del paquete tecnológico, que incluye al glifosato, han estado asociados a la pérdida de soberanía y autosuficiencia alimentaria en México. Pues en el actual sistema agroalimentario hegemónico, cada vez es más difícil que las y los mexicanos podamos tomar la decisión de cómo producir los alimentos y qué comer, ya que el mercado de los alimentos está controlado por pocas empresas. Compañías transnacionales como Bayer-Monsanto, Dow-Dupont, Syngenta-ChemChina son las que finalmente deciden qué y cómo se producen nuestros alimentos, sin importar las consecuencias ambientales y a la salud que esto pueda ocasionar. Son estas mismas empresas monopolizadoras, las que argumentan que sin el glifosato la producción de alimentos se vendrá abajo y se pondrá en riesgo al campo mexicano.
A su vez, es relevante puntualizar que existen diversas experiencias en el país que indican que se pueden producir alimentos más saludables sin agroquímicos ni transgénicos, como el modelo denominado Agricultura Campesina de Conocimientos Integrados (ACCI) combinado con Manejo Integrado de Cultivos Inducidos (MICI) implementado por la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) que demuestra que se puede lograr una producción agroecológica con buenos rendimientos sin necesidad de utilizar glifosato u otros plaguicidas altamente peligrosos. Experiencias como ésta nos demuestran que es posible cambiar el modelo agroalimentario para producir alimentos más saludables y nutritivos, dando alternativas a las agricultoras y agricultores para dignificar su labor en el campo.
Por otro lado, como ya es bien sabido, ante la vasta evidencia científica y bajo el principio precautorio la SEMARNAT ha mostrado dar pasos firmes para la prohibición del glifosato hacia 2024. Sin embargo, para la SEMARNAT y en particular para el Dr. Víctor M. Toledo no ha sido fácil mantener esas declaraciones. Pues el presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), Bosco de la Vega, e incluso el mismo secretario de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), Víctor Manuel Villalobos Arámbula, han manifestado su descontento con dicha decisión. Mostrando abiertamente su visión agroindustrial y menospreciando a las y los críticos del acaparamiento corporativo.
Sin embargo, ahora se espera pacientemente un decreto presidencial que asegure las declaraciones del presidente de prohibir el glifosato totalmente de manera progresiva hacia 2024 y la prohibición del maíz transgénico en territorio nacional. Decreto que fue mencionado por el Dr. Víctor M. Toledo en el mensaje donde anunció que dejaría la titularidad de la SEMARNAT de manera oficial. Lo cual contribuye con el cumplimiento de la Recomendación 82/2018 emitida por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en enero de 2019, que insta a diferentes dependencias de gobierno, a atender la mala gestión y manejo de los plaguicidas en México, en particular aquellos altamente peligrosos (PAP).
La prohibición del glifosato en México será el primer paso para avanzar hacia una producción ecológica que preserve la biodiversidad y la agrobiodiversidad forjada en manos campesinas desde hace milenios, dándonos la oportunidad de gozar de un medio ambiente sano y un sistema agroalimentario verde y justo. •