Viernes 14 de agosto de 2020, p. 5
Este viernes se transmitirá en línea por Radio Nopal el concierto que dio Lightnin’ Hopkins en la Arena México, en 1980, dentro del tercer Festival de Blues.
La primera edición del encuentro internacional, en 1978, contó con la presencia estelar de Muddy Waters. Su organizador, Raúl de la Rosa, relata la tensión que se vivió en ese primer episodio: “La banda estaba desatada, ya habían dado portazo unos cientos y la nube de cannabis iba por todo el Auditorio Nacional hasta arriba del escenario ( ...) la policía nos dio más problemas que soluciones y la prensa siempre estuvo atenta, no para ayudar, sino para reprimir”. La temperatura del concierto puede verse en la transmisión televisiva que De la Rosa subió a YouTube recientemente, junto con fragmentos de las presentaciones de Koko Taylor y Willie Dixon.
El concierto de Lightnin’ Hopkins (1912-1982) en la Arena México que transmitirá www.radionopal.com hoy a las 16 horas, cedido por la Fonoteca Nacional y transmitido originalmente por Radio Educación, complementa el archivo del blues en México.
La gente esperaba la dinámica de un concierto en un estadio, pero Lightnin’ Hopkins se dirigió a las miles de personas que llenaron la Arena México como si fuera el público de un bar en su Houston natal, y dio una sola instrucción al encargado del sonido: Haz que la guitarra suene, quiero escucharla; ahora sí estás trabajando
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El espectáculo tuvo ingredientes que solían manifestarse cada vez que empuñaba su guitarra en público: monólogos, peleas con los músicos en los que denostaba a su grupo al decir cosas como: En la próxima canción el bajista y yo intentaremos entendernos
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La canción podía interrumpirse, transformarse en una loa del músico a sí mismo y recomenzar. Lo que sonó fue una guitarra eléctrica extraordinaria, un estilo que toma de las raíces del blues y del supuesto pacto que hizo Robert Johnson con el diablo a cambio de su habilidad para tocar la guitarra. En 1980 el anticristianismo del blues ya no era un mito y Lightnin’ dijo al introducir una canción: Creo que me trajo el diablo, porque no quise ser bautizado, soy negro y malvado (...) y el mismo dios que me hizo, creó a todos los demás
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En la grabación se escucha a Hopkins divagar entre una historia particularmente inconducente, con forma de fábula infantil, que im-pacienta la audiencia, hasta que una nota vocal sostenida y profunda vuelve la atención hacia el trío que ocupa el escenario. Lo que suena es precisamente la música conocida como rocanrol, ejecutada con gracia por uno de sus padres fundadores; posee todo lo que tenía el grupo de Elvis y muchísimo más, con la excepción de un hombre blanco bailando al frente.
He aquí uno de los principales obstáculos a la hora de escribir sobre Lightnin’ Hopkins: se puede citar su influencia en guitarristas como Keith Richards, nombrar el puesto que obtiene en las listas de los 100 mejores guitarristas de todos los tiempos
en las revistas, pero los datos no sirven para describir una interpretación como la de Trouble in Mind.
La función va llegando a su fin. Hay algo celebratorio en el Baby Please Don’t Go, de Lightnin’ Hopkins: mientras la letra es un lamento constante sin matices por la mujer que se va a Nueva Orleans, la música que acompaña a la queja tiene un factor festivo que se encuentra en primer plano. Claro que la canción no es suya originalmente; el gran archivista musical Alan Lomax dijo: Hopkins es una gran leyenda de la industria de la música, eludió más derechos de autor que la gran mayoría de los músicos
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Así de difusa era la noción de autor, intérprete y los derechos comerciales de las obras. Tal vez por esto Hopkins prefería que sus grabaciones fueran abonadas en efectivo.
Una frase que se atribuye a Neil Young dice que, si bien el blues precede al rocanrol en el tiempo, el blues representa el día después del rocanrol; por ejemplo: el sábado en la noche bebe en exceso, baila con desenfreno, desliza comentarios inapropiados a una persona comprometida sentimentalmente. El domingo, día de iglesia, despierta con dolor de cabeza, una cuota de remordimiento y ciertas dudas respecto de los hechos de la noche anterior. Como si se tratara del flashback de un Peter Pan pecaminoso, la música de Lightnin’ Hopkins habitará por siempre entre esas dos situaciones.