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Pandemia

Síndrome de la cabaña

Aumentan los casos de miedo y ansiedad por el confinamiento

Enfrentan pánico por salir de casa y eventualmente enfermar

 
Periódico La Jornada
Lunes 27 de julio de 2020, p. 4

El confinamiento a causa del Covid-19 llevó a Rubí Huertas a un severo cuadro de depresión. No concebía la vida ni la interacción social a través de una pantalla. La crisis fue tan grave que consideró quitarse la vida. Pensé: si el futuro va a ser éste, es un asco. No quiero vivir así. Y concluí que lo mejor sería terminar.

Cuatro meses después del inicio de la cuarentena, cuando comienzan a relajarse las medidas de distanciamiento social, en su mente se acumulan nuevas angustias: los peligros de salir a la calle y el riesgo a contagiarse.

Se refugia en su casa, desde donde ve pasar los días. Le aterra salir a la calle. Sólo lo hace dos veces al día, de 15 minutos cada una, para pasear a su perra. Cuando está en la calle usa cubrebocas, careta y gel antibacterial, evita cualquier acercamiento con la gente. Si alguien camina sobre la misma acera, cruza la calle. Al regresar a casa, toda su ropa, hasta la interior, va directo a la lavadora, procura ducharse y de nuevo se enclaustra, a la espera del paso del tiempo.

Rubí, investigadora universitaria de 39 años, sabe que la aqueja el síndrome de la cabaña: la sensación de miedo, angustia y rechazo a la idea de salir a la calle tras un largo periodo de aislamiento.

Es algo irracional, algo que como científica social debería racionalizar, pero es imposible. Tengo terror a socializar. No he ido y no pienso hacerlo a espacios como un centro comercial, a una librería, al supermercado. Menos pretendo subirme al Metro, al Metrobús o a un Uber. Sólo salgo por cosas estrictamente necesarias: a comprar comida con las marchantas de mi unidad y a pasear a mi perra, confiesa.

Erika Villavicencio, académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, detalla que el síndrome de la cabaña se expresa de diversas maneras. Impacta los ámbitos emocional, cognitivo e inclusive fisiológico. Hay taquicardia, ansiedad, sudoración y hasta depresión o algún otro trastorno mental.

Una de las sensaciones del ser humano es el miedo. Es una reacción para sobrevivir, te prepara para cualquier situación peligrosa. En este caso (del Covid-19) el peligro es un virus imperceptible y muchos pueden sentirse expuestos ante un enemigo invisible, provocando angustia e incertidumbre. El encierro nos puede llevar a pesar que la casa es el espacio más seguro y que es ahí donde estamos a salvo, afirma la especialista.

Roberto Salgado lo describe de la siguiente manera: Mi casa es mi espacio y ahí controlo todo. Es donde más seguro me siento y no pretendo dejarlo en un buen rato. No entiendo a quienes ya se atreven a salir a las calles, a sentarse de nuevo en restaurantes y bares.

Sus ahorros empiezan a mermar, pues este estilista de 44 años lleva más de cuatro meses sin trabajar. Pero prefiero morir de hambre que de Covid-19. Me horroriza la idea de estar en un hospital, conectado a un respirador. Sé que el virus no se transmite tocando a la gente, pero mi oficio conlleva cercanía con las personas y no me quiero arriesgar.

Rubí acepta que la única forma para que vuelva a sentir confianza al estar en la calle y en contacto con otros será cuando haya una cura o vacuna efectiva que evite la muerte por Covid-19. Antes no.