ECUADOR Del desconfinamiento al compromiso con la vida y la soberanía alimentaria
En el Ecuador, a fines del mes de junio, al igual de la mayoría de los países de la región, está en movimiento el proceso de desconfinamiento del estado de emergencia y la cuarentena provocados por la pandemia del Covid 19. Acá el discurso gubernamental recurre a la figura ilustrativa de colores en el semáforo: el desescalamiento es pasar de zonas ubicadas con alto riesgo, color rojo, a zonas con control sobre la pandemia, color amarillo, y zonas con menor riesgo, color verde. En el momento actual la mayor parte del país se encuentra en la situación identificada como color amarillo
Al momento de escribir este artículo, junio 14, el reporte gubernamental oficial registra un total de casos confirmados de 46.500 y un total de registro oficial de víctimas fatales de 3.900, con un total de pruebas Covid tomadas de 135.000. Los casos de contagio y fallecimiento por Covid 19 se concentran en los centros urbanos: Guayaquil, Quito, Manta – Portoviejo, en ellos está el 60% de los casos reconocidos. Respecto de los rangos de edad: el 57% de los casos se encuentran en personas entre los 20 y 49 años, el 23% en el rango de 50 a 64 años (diario El Universo).
Inicialmente el Ecuador fue uno de los países con mayor incidencia, pero la expansión de casos en Brasil, Perú y Chile, lo ha ido colocando en un nivel intermedio respecto de los registros de la región. Ni que decir de los Estados Unidos de América que en este momento es el principal lugar de propagación del virus.
El desconfinamiento tiene varios riesgos, ya señalados por algunos analistas: obedece principalmente a las presiones por retomar la dinámica del aparato productivo y económico antes que a condiciones sanitarias aceptables, observaciones de los expertos en salud señalan los riesgos de “una segunda ola de contagios”; que en este contexto podrían resultar más vulnerables los sectores populares y marginados de las grandes ciudades y que se extienda hacia las zonas rurales, que al momento tienen un registro relativamente bajo de casos.
En el caso ecuatoriano se añade el factor oportunista de que a nombre de respuesta a la crisis se imponen las medidas económicas y políticas neoliberales, que quedaron archivadas luego del levantamiento indígena – popular de Octubre. Para la crisis sanitaria se responde con expansión de la flexibilidad laboral, el achicamiento del estado, el despido laboral en empresas públicas y privadas, las privatizaciones.
Resulta que a nombre de la llamada “nueva normalidad” en realidad se trata del retorno de la misma normalidad, pero con mayor peso sobre las espaldas de las clases trabajadoras.
En este contexto el presente artículo se centra en el análisis en la situación de la problemática alimentaria en este nuevo momento del desconfinamiento.
Entre marzo y junio la situación de crisis sanitaria y estado de emergencia, con el cierre total de fronteras, puso en el centro de la atención la producción alimentaria nacional, que está sostenida mayoritariamente por las agriculturas campesinas y familiares.
Como pocas veces tornó evidente la crucial relación entre reproducción de vida y agricultura orientada a la alimentación de los seres humanos, que no puede quedar reducida a la lectura economicista de “producción para el mercado nacional”.
Su trascendencia va más allá de reconocer que “atiende al mercado nacional”, en verdad es un pilar de la reproducción de vida del conjunto de la población, en especial de los sectores mayoritarios.
Y no es solo “satisfacer la demanda interna” que se mide cuantitativamente, sino que su persistencia y potencialidad cuestiona sobre el patrón productivo predominante y resalta las experiencias productivas sin contaminantes.
Ha llegado el momento que las élites que elaboran y ejecutan las políticas públicas reconozcan el rol fundamental que en la hora presente desempeña la agricultura campesina y familiar
La experiencia ecuatoriana es de una capacidad positiva de abastecer de alimentos a la mayoría de la población, sin requerir de importaciones, durante el estado de emergencia y cierre de fronteras.
Es más, existen declaraciones de voceros oficiales que señalan una situación de mejora para productos como arroz, cítricos, hortalizas, plátanos, lácteos y huevos. Así como el autoabastecimiento en zonas rurales. Sin dejar de señalar que hubo sectores urbano-marginales que sufrieron de carencia de alimentos, sobre todo por las condiciones estructurales de mala distribución y raquitismo estatal en el ámbito de la comercialización de alimentos en barrios populares.
Sería muy complicado que con la llamada “nueva normalidad” acontezca que la agricultura campesina y familiar vuelve a ser colocada en los márgenes de la visibilidad nacional y la atención gubernamental en el diseño de las estrategias para un país con bienestar humano.
La emergencia sanitaria y el confinamiento mundial también puso en cuestionamiento el paradigma economicista y neoliberal de las “ventajas comparativas” en la agricultura para resolver cuáles modalidades de agricultura se impulsan como estrategia nacional.
Las supuestas “ventajas comparativas” de “países tropicales” ha sido el argumento para imponer a nivel mundial una distribución de producción irracional, que deja en los márgenes la preocupación por el buen alimentar humano y colocar al centro los afanes de utilidad de las grandes empresas agroexportadoras alrededor del banano, palma aceitera, camarones y flores.
Ahora queda claro que esa preeminencia de la agroexportación torna frágil al desarrollo nacional, con un sector agropecuario y acuícola subutilizado frente a la prioridad de atender la alimentación de la población nacional y con ello la reproducción de vida en el campo y la ciudad.
Es necesario que organizaciones sociales y estado obtengan lecciones de la situación atravesada, más integral que aquella dictada por los errados paradigmas de las ventajas comparativas e “inserción” en la llamada globalización.
Las amenazas generadas por la crisis sanitaria, la crisis ambiental y la evidencia de la inequidad demandan de otra agricultura y otra alimentacion
Se han generado condiciones para dar un viraje en las comprensiones sobre la alimentación y la agricultura, hoy se abren nuevos horizontes para posicionar paradigmas como los de la soberanía alimentaria y un horizonte de cambio orientado hacia del buen vivir – sumak kawsay.
Asistencia alimentaria durante la emergencia nacional
En nuestro análisis sostenemos que el primer factor para que en el contexto de pandemia, confinamiento y estado de emergencia no se haya desatado una situación de crisis alimentaria se encuentra en el tejido productivo campesino y familiar de alimentos, y planteamos que en segundo lugar se encuentran los programas de asistencia alimentaria generados desde el estado y los conglomerados privados, pero allí cabe también destacar iniciativas y esfuerzos alternativos generados fuera de los espacios de poder.
Respecto de la asistencia alimentaria se debe enumerar tanto los subsidios estatales monetarios, como programas específicos de provisiones alimentarias. En el área de la asistencia proveniente desde los conglomerados privados se debe enumerar iniciativas que combinar apoyo de dotación sanitaria y a centros de salud como de provisiones de alimentos.
Podemos hacer el siguiente agrupamiento de las iniciativas de asistencia alimentaria señalando su fuente:
- Asistencia desde entidades estatales nacionales
- Asistencia desde gobiernos locales y provinciales
- Asistencia desde grandes cadenas privadas
- Donativos desde bancos y empresariales privados
- Entidades ligadas a las iglesias
- Iniciativas alternativas desde Ongs y Organizaciones campesinas
- Emprendimientos agroecológicos urbano – rurales
El gobierno nacional implementó al inicio dos políticas para enfrentar la situación alimentaria, en primer lugar, un bono económico para las familias en condiciones de pobreza y extrema pobreza, y en segundo lugar el programa de kits alimentarios “Dar un mano sin dar la mano”, básicamente en acuerdos con la agroindustria, y al momento actual implementa el programa “Canasta solidaria” y “Agrotienda Ecuador”
Otra fuente de asistencia alimentaria alrededor del estado provino de los gobiernos provinciales y municipales, en varios casos hubo una relación más directa con productores familiares y campesinos, entre otras experiencias se pueden señalar las siguiente: en El municipio de Quito tuvo el programa “Quito Solidario”, también los gobiernos provinciales, por ejemplo, la prefectura de Imbabura el programa “Ayuda a un abuelito”, la prefectura de Azuay el programa “Canasta Popular”.
Los grandes conglomerados privados, con sus entramados de articulación bancos-agroindustria-supermercados, aprovecharon para ganar visibilidad, pero también fue posible mirar sus articulaciones regionales. Por un lado, aquellos asentados en Guayaquil, con el ex alcalde Jaime Nebot, conformando y operando desde el “Comité Privado de Emergencia”, y por otro lado aquellos asentados en Quito, con el ex alcalde Roque Sevilla, conformando y operando desde el “Fondo por Todos”. Y fue visible los grupos bancarios, con la profundización de sus propios espacios: tanto el frente liderado por Banco Pichincha – Diners (Fidel Egas & Cia.), como el frente liderado por Banco de Guayaquil (Guillermo Lasso & Cia.).
Hemos indicado que no todo fue estado y corporaciones privadas. Destacaron otras iniciativas que surgieron desde abajo y organizaciones sociales. Mencionemos algunas de ellas, como, por ejemplo, las Brigadas Campesinas Solidarias por la Soberanía Alimentaria en la que participaron la Federación de Organizaciones Campesinas y la Conferencia de Soberanía Alimentaria, la Red de Ferias Agroecológicas de Pichincha, que agrupa a varios colectivos agroecológicos, así como las iniciativas de varias organizaciones no gubernamentales del “Enlace urbano – rural en tiempos de pandemia” y esfuerzos de comunicación alternativa, vía redes sociales, por colocar en el debate la economía campesina en tiempos de crisis sanitaria. •