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Desde el claustro
M

e preguntó en qué lecturas me entretenía durante el confinamiento.

Al contestar, no me referí a los dos primeros libros que leí, el autobiográfico Can you ever forgive me?, de Lee Israel, que conseguí electrónicamente minutos después de ver la película por televisión. Al advertir que su éxito en tanto escritora de grandes ventas disminuía, y que, en consecuencia, disminuían alarmantemente sus medios de subsistencia, la autora llevó a efecto la idea de falsificar cartas de escritores famosos y venderlas a anticuarios y coleccionistas. Si la película me impresionó, puedo asegurar que el libro me impresionó más, pues Lee Israel expone su inquietante delincuencia y consiguientes consecuencias con un realismo y una honestidad tales que transforman los hechos en una experiencia valiente, admirable y memorable.

Tampoco hice referencia al segundo libro que he leído en estos meses, el autobiográfico The duchess of Bloomsbury Street, de Helene Hanff, que conseguí electrónicamente minutos después de no haber logrado conseguir, en su idioma original y de la misma autora, 84, Charing Cross Road, que en realidad era la memoria que quería leer, en momentos en que de pronto recordé la película del mismo nombre, que vi hace años, basada precisamente en esta memoria que, igual de repentinamente, me urgió leer. En cuanto leí The duchess of Bloomsbury Street, fantástica y emocionante, que en principio es la continuación de 84, Charing Cross Road, me di cuenta de que, en realidad, la película, 84, Charing Cross Road, está basada en ambas memorias, la primera, 84, Charing Cross Road, y su continuación, The duchess of Bloomsbury Street. La lectura electrónica de The duchess of Bloomsbury Street me deleitó tanto que, apenas alcancé el punto final, electrónicamente pedí, ya que no había sido posible conseguirlo por ese medio, el libro en su idioma original, y que Amazon me lo hiciera llegar, cuanto antes, en su versión impresa. Hice el pedido a mediados de marzo y, por increíble que parezca, y aunque el retraso se justifique por las complicaciones que la pandemia ha ocasionado también en el área de los envíos de libros, lo acabo de recibir, en la precisa fecha en que preparo estas líneas, hoy, 15 de junio.

Destaco, aparte de la naturalidad con la que Hanff se expresa por escrito, la naturalidad con la que se conduce a lo largo de su viaje a Londres, ajena a la actitud esperable de alguien tan popular como llegó a ser ella. Sin darse ninguna importancia, socializa con igual sencillez, tanto con los famosos con los que trata, o los editores y la gente relacionada con su experiencia, como con las personas comunes y corrientes con las que se cruza en el día.

Al contestar a la pregunta de en qué lecturas me entretenía en estos para mí ya tres meses de confinamiento, en cambio sí me referí al par de especies de autobiografías de los biógrafos James Atlas y Deirdre Bair, The Shadow in the Garden, A Biographer’s Tale y Parisian Lives, respectivamente. Se trata de dos volúmenes cuya lectura y estudio considero imprescindibles en especial para el biógrafo, pues el tema de ambos es, al final de su vida, cómo escribieron las primeras biografías que escribieron, Atlas, la de Delmore Schwartz y la de Saul Bellow, y, Deirdre, la de Samuel Beckett y la de Simone de Beauvoir. Aun cuando la formación de los dos biógrafos es amplia culturalmente hablando, la de Atlas me parece más sólida, con un dominio más firme en su conocimiento y afecto de los biógrafos clásicos, por ejemplo Plutarco y Boswell.

El libro de Atlas da sentido al afán de ciertos escritores de almacenar, archivar, clasificar, llevar diario, como si lo hicieran ante la perspectiva de ser merecedores de una biografía a manos de un biógrafo perceptivo, respetuoso, preciso y serio, como Atlas.

Lamento que el florecimiento de Deirdre como feminista opacara el de biógrafa, y la llevara a omitir a su esposo en los reconocimientos, a pesar del apoyo que él siempre le mostró.