Con este encierro estamos frustradas
Tratar de encontrar a nuestros tesoros nos permite sentirnos vivas
, señala Mirna Medina Quiñónez
Lunes 8 de junio de 2020, p. 9
Han rascado la tierra con sus propias manos en una incansable búsqueda para dar con los suyos. Ante la incapacidad e indolencia de las autoridades de los dos sexenios anteriores, hace años miles de familiares de personas desaparecidas, en particular sus madres, se han apersonado en campos, predios o cerros para buscarlos.
Han alcanzado algunos resultados al hallar miles de cuerpos y restos que de alguna forma les dan esperanza. Son acciones –aseguran– que les ayudan a mitigar el dolor, a sentirse vivas, a saberse capaces de hacer algo por sus desaparecidos. Sin embargo, hoy la pandemia provocada por el Covid-19 y las medidas de distanciamiento social las han obligado a resguardarse en casa y suspender las búsquedas.
Emocionalmente nos ha pegado muy fuerte. La mayoría somos señoras que pasamos los 50 años, pero salir al monte a buscar a nuestros tesoros nos permite sentirnos vivas y con mucha fuerza. Las que tenían alguna enfermedad, han empeorado. Ya tenemos cuatro compañeras con depresión. Salir a campo es nuestra vitamina y por ahora no la podemos tomar
, señala Mirna Medina Quiñónez, fundadora de Rastreadoras del Fuerte, en Sinaloa.
Apenas la semana pasada, la organización civil Idheas Litigio Estratégico en Derechos Humanos dio a conocer los resultados de una encuesta que realizó entre 674 familiares de desaparecidos de 19 entidades del país, los cuales arrojaron que la contingencia por elCovid-19 ha dificultado 50 por ciento de los casos de diligencias de búsqueda de personas ausentes.
Emma Mora, de Familias de Acapulco en Búsqueda de sus Desaparecidos, apunta que antes de la contingencia sanitaria tenían un detallado plan para iniciar trabajos en campo acompañadas por personal de las comisiones Nacional y Estatal de Búsqueda. Ahora, tendrán que reprogramar todo y el tiempo es fundamental para dar con ellos, refiere.
Salir a buscar a su hijo –desaparecido hace casi nueve años– y a muchos otros le transmite un ímpetu contra el que no pueden el dolor, el cansancio ni las agotadoras jornadas bajo el inclemente sol. Vamos con gran ilusión y esperanza, pero con este encierro estamos frustradas, sentimos que le estamos fallando a nuestros hijos
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Ana Enamorado lleva más de 10 años buscando a su hijo Óscar, joven hondureño que en el momento de su desaparición en México tenía 20 años. Nada la había detenido, hasta estos tiempos de pandemia.
Hoy la incertidumbre es más fuerte, es una impotencia terrible; no podemos quedarnos de brazos cruzados en casa cuando siguen desaparecidos. Buscarlo, exigir verdad y justicia o revisar los expedientes me calma el dolor por su desaparición, es como tomar una pastilla. Sin ese proceso me hubiera vuelto loca. Y ahora no lo puedo hacer.
Desde hace varios años, la sección regional para México y Centroamérica del Comité Internacional de la Cruz Roja trabaja con colectivos de familiares de personas desaparecidas para fortalecer su participación en los procesos de búsqueda e identificación.