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Héctor Mendoza no sólo enseñó a hacer teatro; también lo transformó

Alumnos de varias generaciones conversaron sobre el legado del maestro de maestros del arte escénico

 
Periódico La Jornada
Jueves 21 de mayo de 2020, p. 5

Para conocer la metodología y pedagogía escénica del dramaturgo, director de teatro y catedrático mexicano Héctor Mendoza (1932-2010), se llevó a cabo una mesa de reflexión, en la que alumnos de distintas generaciones (hoy reconocidos actores y actrices) relataron las experiencias personales sobre el singular método de enseñanza del maestro Mendoza, a una década de su muerte.

Los creadores escénicos Angelina Peláez, Luis Rábago, Julieta Egurrola, Laura Padilla, Roberto Soto y Enrique Singer recordaron y dieron testimonio del legado y las distintas etapas creativas de quien fuera director de más de 70 puestas en escena y autor de más de 40 obras de teatro.

Durante el conversatorio transmitido por la cuenta de Facebook y YouTube de la Compañía Nacional de Teatro se destacó, entre otras cuestiones, su rigurosidad, disciplina, intelecto y sentido del humor, así como el minucioso trabajo de mesa, análisis de texto y construcción de personajes.

Se hizo también referencia a los denominados ejercicios de A y B, en los que el actor se convierte en dramaturgo, y a parte de su metodología de entrenamiento actoral, denominada la búsqueda del trance.

Asimismo, se mencionó aquella época en la que Mendoza funda, por decirlo de alguna manera, el enfrentamiento entre el trabajo del dramaturgo y el director de escena, al dar a este último una independencia artística para interpretar de manera personal el texto del autor.

Se habló también de cómo en su momento el maestro Mendoza “se obsesionó por la metodología y figura de Jerzy Grotowski, luego de presenciar la puesta en escena de El príncipe constante en México”, y cómo a partir de ello comenzó, desde su particular visión, a desarrollar la búsqueda de trance, explicó Rábago.

Durante los ejercicios teníamos que llegar a un estado de seminconsciencia o conciencia paralela, en la que toda la fuerza de nuestra animalidad o brutalidad interior tenía que surgir sin ser censurada. Era un modo de hacer sin recordar lo que uno había hecho.

Mendoza desarrolló una metodología actoral que se puede consultar en las obras Actuar o no, La guerra pedagógica, Creator principium y El burlador de Tirso, así como en el texto teatral El mejor cazador.

Mendoza fue un maestro de maestros; gran parte de la pedagogía teatral de la segunda parte del siglo XX y hasta la fecha se encuentra influida por su desarrollo creativo. Gracias a él existe una cierta gramática para hacer teatro; enseñó una manera no sólo de hacerlo, sino también de decirlo. No se puede entender la historia del teatro en México sin comprender su legado, pues fue un creador que supo evolucionar, sin conformarse con lo que sabía, destacó Enrique Singer.