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Penultimátum

Un japonés en la Revolución Mexicana

¿U

n japonés en el ejército de la Revolución Mexicana y con grado de capitán? Sí, Kingo Nonaka. A los 17 años abandonó, junto con otros paisanos, su oficio de pescador de perlas en busca del paraíso: América. Encontró el infierno como peón en las plantaciones de caña de Chiapas.

De allí logró salir en busca de una mejor vida. Viajó como paria hasta Ciudad Juárez, donde una enfermera lo rescató y le encontró trabajo como aseador en el hospital local. Poco después se convertiría en enfermero excepcional. Y para su suerte, atender de una lesión a Francisco I. Madero lo incorporó al ejército.

Luego haría parte de la División del Norte. Francisco Villa le tuvo tanta estima que lo llamó en su auxilio cuando era presa codiciada del ejército gringo por invadir Columbus. Su cercanía a Villa lo obligó a dejar Ciudad Juárez y probar suerte en otro lugar.

Recaló con su familia en un pueblito de apenas mil habitantes: Tijuana. Ahí fue barbero, pero su admiración por la fotografía lo llevó a comprar una Graflex y convertirse en el testigo gráfico de la que hoy es la ciudad más importante, cosmopolita y conflictiva de la frontera norte.

Ese tesoro visual se perdió al incendiarse el estudio fotográfico de Nonaka. Por suerte, se salvaron unos rollos y los rescató Fernando Aguilar en un mercado de viejo. Revelados, muestran esa ciudad entre 1923 y 1942.

Daniel Salinas Basave (Monterrey, 1974) describe en El samurái de la Graflex la sorprendente vida de Nonaka (1889-1977). También las relaciones poco conocidas entre Japón y México a finales del siglo XIX. Lo hace con la destreza de excelente reportero de investigación que mostró en Vientos de Santa Ana (2016), donde novela el poder mafioso que ejerce en Tijuana un personaje intocable.

Además, Salinas Basave hace en su Samurái un espléndido resumen del movimiento revolucionario, de algunos de sus héroes y villanos. Entre los últimos destaca el sanguinario Rodolfo Fierro. Fue Nonaka quien rescató su cuerpo del fango en que murió. La edición, del Fondo de Cultura Económica y la Universidad Iberoamericana.