n su crónica sobre la peste de Atenas, ocurrida entre los años 430 y 429 aC en plena guerra contra Esparta, Tucídides nos legó una inquietante descripción del hundimiento moral que experimenta un pueblo en medio de una epidemia: en aquella catástrofe los atenienses, ante el giro de la fortuna, se entregaron sin contención al menosprecio tanto de lo divino como de lo humano
, multiplicando con ello los efectos desgraciados de una enfermedad letal e indescifrable para aquella época. El relato de Tucídides es uno de los más antiguos testimonios de la manera en que las epidemias dejan al descubierto los extremos de la persona humana: por un lado, las acciones más altruistas de algunos individuos; por el otro, el rostro más abyecto de los más, historia que ahora se repite bajo el matiz de nuestro tiempo.
Díganlo, si no, las violentas expresiones de golpismo que han surgido en diversas naciones occidentales, donde gobernantes y grupos de poder ven en la actual pandemia de Covid-19 la oportunidad para concretar sus vendettas. El ejemplo global lo representa Donald Trump, quien ante la debacle sanitaria de su país decidió intensificar el bloqueo militar sobre Venezuela, con la esperanza de que la pandemia haga el trabajo sucio para derrocar al gobierno legalmente constituido del presidente Nicolás Maduro. En Italia, en el periodo más crítico de la pandemia, las ultraderechas unidas no han cesado de atacar al primer ministro Giuseppe Conte, pidiendo su cabeza, responsabilizándolo sin razón por la tragedia humanitaria provocada por el coronavirus en ese país. Algo similar sucede en España, donde la ultraderecha fascista más rancia, españolista, católica, monárquica y franquista, afila sus cuchillos para intentar derribar, en medio de una pandemia que se ha ensañado con los españoles, al primer gobierno de coalición de su historia democrática. En este escenario, el caso de México resulta patético ante las estrategias que sectores de la derecha empresarial, asociados al primitivismo de varios gobernadores, han desplegado en sus intentos por desestabilizar al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO); es criminal que quienes alientan el golpe a nuestra democracia pongan sus esperanzas en los efectos letales y socioeconómicos del coronavirus para lograr sus objetivos. Esos factores de poder golpista cuentan con plumas a modo y con sus caudillos mediáticos, como los esperpénticos Alatorre y Ferriz de Con, este último en su papel de Guaidó en salsa verde
.
La tragicomedia nacional en tiempos de Covid-19 está lejos de agotarse en el golpismo. Actores políticos de todos los niveles realizan acciones de oportunista miseria humana. En San Luis Potosí (SLP), por ejemplo, el presidente municipal de su capital, Xavier Nava, lucra con la contingencia haciéndose fotografiar con guantes y lujoso cubrebocas mientras carga una despensa, todo como parte de su permanente y onerosa propaganda personal con cargo al erario y a costillas de una ciudad sumida en la mediocridad y la anomia. Otro bufón del Covid-19 en SLP es el diputado federal Ricardo Gallardo, quien donó
al Hospital General de Soledad un túnel sanitizante que, además de llevar estampado varias veces su nombre, fue inaugurado con un acto de agradecimiento hacia el donante
. Un bufón más lo encontramos en Óscar Bautista, diputado federal por SLP, quien ataviado con cubrebocas y guantes regaló en su distrito botellas de alcohol gel etiquetadas con su nombre y logo del Partido Verde. Ejemplos similares de miseria moral se han multiplicado por todo el país.
AMLO tampoco ha desperdiciado la oportunidad de sacar provecho de una pandemia que, de acuerdo con su dicho, le ha venido como anillo al dedo
. Así, frente al excelente manejo sanitario e informativo que de la contingencia ha desarrollado el equipo de la Secretaría de Salud, en contraste, el Presidente, en connivencia con su secretario de Medio Ambiente Víctor Toledo, se dispone a imponer los devastadores megaproyectos del Tren Maya y el Corredor Transístmico, tomando la ruta contraria a la necesidad de la desglobalización estratégica para combatir el cambio climático, preservar la biodiversidad del planeta y revertir la crisis civilizatoria. Lo cierto es que más allá de los numerosos pronósticos sobre un posible nuevo orden mundial pospandemia, lo que no cambiará será la condición miserable de buena parte de los miembros de nuestra especie.
Mas no todo está perdido: la pandemia también ha permitido visualizar la otra cara de la persona humana. Un caso cercano y doloroso ha sido el del activista franco-mexicano James del Tedesco, quien vivió muchos años en SLP, se nacionalizó mexicano y fue un actor fundamental en la defensa del Cerro de San Pedro y el valle de San Luis en contra de la criminal Minera San Xavier. Hace unos años regresó a Francia, donde en marzo pasado, con sus 78 años de edad, se integró a la batalla contra el coronavirus para servir a sus semejantes. Infectado en este lance, James falleció el primero de abril, dejándonos una enorme herencia de dignidad y amor por el planeta. En 2018 viajó a México para votar por AMLO, confiado en que ello sería el fin de los megaproyectos de muerte que tanto combatió.
*Investigador del Colegio de San Luis Potosí