La muestra Parasitage: ruidos negros tiene como eje un pasado que jamás ha sido tranquilo, explica el curador Michel Blancsubé
Viernes 7 de febrero de 2020, p. 3
Diez artistas reunidos en la exposición Parasitage: ruidos negros tienen en común la época, que acumula todos los efectos de un pasado que jamás ha sido tranquilo, considera el curador Michel Blancsubé en torno a esa muestra que desde el sábado se aloja en el Museo de Arte Carrillo Gil.
‘‘Nunca un momento ligero en la historia de la humanidad, pero recibimos todos los intentos del pasado y la situación de cómo manejan el mundo. Necesitamos un rencuentro más fuerte cada día. Si no viene de los artistas, de los políticos lo dudo”, opina Blancsubé en entrevista con La Jornada.
Parasitage, muestra final del programa BBVA-MACG, incluye el trabajo de los becarios Anni Garza Lau, Elsa-Louise Manceaux, Erik Tlaseca, Néstor Jiménez, Octavio Aguilar, Rolando Jacob, Tania Ximena, Ulises Matamoros Ascención, Víctor Del (M)Oral Rivera y Yanieb Fabre.
Indiferencia y banalización ante la matanza perpetua
Gabriela Velásquez, titular de Fomento Cultural de la Fundación BBVA, sostuvo: ‘‘Queremos estar cerca de los artistas jóvenes, curadores y gestores, e impulsar el desarrollo para enriquecer el patrimonio cultural de México”.
Michel Blancsubé mencionó que varios proyectos están ligados al campo y uno está a medio camino entre aquél y la ciudad: Erik Tlaseca, citadino ‘‘que se enamoró de una comunidad donde encontró el oficio que buscaba, entre los tejedores de palma de Jocotitla, Oaxaca”.
Así partió de un Xipe Totec, ‘‘el señor desollado”, en el que incorpora el trabajo de los tejedores de palma de San Pedro Jocotipac y desarrolla una videoinstalación.
En tanto Octavio Aguilar habla de su comunidad, la ayuuk, en Santiago Zacatepec Mixe, también en esa entidad a partir de cuatro esculturas sonoras llamadas ‘‘espantapájaros”.
El tema es ‘‘muy presente. En México, en la ciudad o en el campo, vemos la potencia de este saber indígena que al final nos hace la vida cotidiana más bella de lo que sería sin ella”.
Además, relata Blancsubé, ‘‘Ulises Matamoros, como muchos de los artistas, aprovecha el saber de la mano de indígenas que producen cosas con materiales del campo. En su comunidad construyó una casa, La Casa de Todos, donde organiza talleres de ngiba, el idioma que los españoles llamaron de manera peyorativa popoloca. Restituye el nombre original”.
El curador destaca: ‘‘Tenemos todo este tipo de fuerza en las piezas. Sentimos la fuerza de la obra si hay algo auténtico en su creación. Y lo tenemos con ellos”.
Un par de temas más están ligados a la Ciudad de México. La pintura de Néstor Jiménez, quien vive en Iztapalapa, ‘‘cuenta todo su acercamiento con el Frente Popular Francisco Villa”.
Yanieb Fabre, añade Michel Blancsubé, ‘‘se mete en asuntos de la fragilidad, de la brujería y con el formato super 8, que es otra debilidad, dos fragilidades hacen una fuerza”. La iniciativa Condominios 72, de Rolando Jacob, alude al conjunto habitacional Constitución, donde en 1972 un grupo armado de izquierda se enfrentó a la policía. ‘‘En ese año dos muertos cimbraban a la opinión pública. Este tipo de información sobre el pasado nos hace reflexionar alrededor del presente y pensar la indiferencia y banalización de la matanza perpetua que vivimos hoy en todo el mundo”.
El curador refiere que esta ‘‘generación no cita ningún mentor. Se lanza con la fe en lo que hace.Al final, lo que tiene un artista es creer en lo que hace, pues para convencer al otro primero hay que estar convencidos”.
La exposición Parasitage: ruidos negros, montada en el Museo de Arte Carrillo Gil (Revolución 1608, San Ángel), concluirá el 3 de mayo.
