La novela Laberinto aborda la ‘‘destrucción sicológica de los personajes, como ocurre con la de muchos mexicanos” en la guerra contra el narco. Con originalidad, narra a personas comunes y no a narcotraficantes, adelanta Eduardo Antonio Parra sobre su más reciente texto.

‘‘Para entender la guerra contra el narco es necesario leer la novela de la Revolución. Sin hablar de cuestiones ideológicas y de justicia, es lo que sucede en el país: llega un grupo, destruye todo; llega otro y destruye otra vez todo. Y la población se queda inerme”, explica en entrevista con La Jornada.

Laberinto (Literatura Random House, que será presentado el primero de marzo en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería) explora, a través de la voz de dos hombres, lo que aconteció una noche de destrucción en una pequeña población llamada El Edén, donde dos grupos armados se enfrentaron, provocaron serios daños y perpetraron decenas de asesinatos. Norma y Darío son pareja e intentan encontrar al hermano menor de él y sobrevivir.

Parra (León, Guanajuato, 1965) considera que ‘‘la violencia está en todos mis textos, pero nunca le había entrado de lleno a la violencia actual, la que sale en las noticias, la de la guerra al narcotráfico.

‘‘Cuando empezaron a salir novelas sobre este tema yo decía que era demasiado pronto; nadie lo tiene objetivizado, nadie le ha dado el tiempo suficiente para asimilar. Faltaba un poco de perspectiva. Esperaba que la guerra terminara mucho antes, pero sigue. La perspectiva de los primeros efectos ya la empiezo a notar: la destrucción sicológica de los personajes, de muchos mexicanos.”

▲ En México llega un grupo de narcotraficantes y destruye todo; luego otro hace lo mismo y la población se queda inerme, sostiene Eduardo Antonio Parra en entrevista con La Jornada.Foto María Luisa Severiano

Luego de unos siete años, Eduardo Antonio Parra publica Laberinto). ‘‘Traía este tema desde que ocurrió la famosa batalla de Ciudad Mier. ¿Cómo es posible que lleguen dos grupos rivales, se agarren a madrazos en un pueblo y lo destruyan? Eso sucedió en 2010. Le empecé a dar vueltas. Luego hubo otras. Lo de Allende, Coahuila, y varias en Michoacán. La novela, añade, ‘‘tiene salidas falsas que son los recuerdos, los flashbacks de los personajes, pero siempre volvemos al mismo lugar. Es un laberinto estructural, pero también emocional. No encontramos la salida, pero sabemos que existe una para poder salir de esta sensación de opresión, de apachurramiento. También es otro laberinto: el pueblo El Edén de noche y sin ninguna luz”.

Destaca que una de las salidas ‘‘siempre va hacia el erotismo. Era pensar qué era para un adolescente lo más importante: el descubrimiento amoroso y el erótico. Todo ese proceso se le corta a este hombre y por eso quedan los recuerdos tan vívidos. Ese contraste con la violencia es la cuestión emotiva y sensual en el caso de Darío. Al ponerme en los zapatos del personaje, imagino que lo que recordaría más serían los momentos felices con Norma y la noche infernal”.