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Reinvención de un clásico
D

ebo confesar que por puros prejuicios hormonales tenía mis reservas ante la cuarta adaptación hollywoodense de Mujercitas, célebre novela de Louisa May Alcott. (De hecho, no conozco las dos primeras versiones, y la de Gillian Armstrong, de 1994, me dejó un recuerdo borrable.) Qué necio fui. La directora y guionista Greta Gerwig ha conseguido poner al día los temas del libro y ser fiel a su espíritu. Al mismo tiempo que ha demostrado talento como realizadora que su anterior Lady Bird (2017) no me había convencido del todo.

Según se sabe, todo gira en torno a cuatro hermanas en Massachusetts en el siglo XIX: la mayor, Meg (Emma Watson), que aspira a ser dama de sociedad; la rebelde y voluntariosa Jo (Saoirse Ronan); la coqueta e impulsiva Amy (Florence Pugh), y la delicada Beth (Eliza Scanlen). Todas bajo el cuidado de su generosa madre Marmee (Laura Dern). Para ello, Gerwig ha jugado de manera audaz con los tiempos de su narrativa. La acción se lleva a cabo durante la Guerra de Secesión estadunidense; sin embargo, la cineasta lo ha establecido como un tiempo anterior a lo que transcurre siete años después. Dicho juego permite reforzar los temas y emociones entre las hermanas y sus respectivos galanes.

Así, Meg se casará con un humilde maestro (James Norton). Jo, que aspira a ser escritora, llevará una relación platónica con Laurie (Timothée Chalamet), rico heredero; Amy viajará a Europa con su tía March (Meryl Streep), donde será cortejada por un aristócrata, y un destino triste le depara a la frágil Beth. Desde luego, es Jo quien conseguirá la plenitud al escribir una novela titulada Mujercitas, precisamente.

Apoyada por colaboradores de lujo –la partitura del francés Alexandre Desplat es suntuosa, como de costumbre–, Gerwig construye una película de época con sus cimientos plantados en la realidad actual de la postura femenina. Jo es una protofeminista que no acepta que la relación con un hombre la defina. Prefiero ser una solterona, dice ella, y remar mi propia canoa. Al mismo tiempo, sabe defender su postura como autora y sus derechos ante el editor Dashwood (el dramaturgo Tracy Letts). Ronan la interpreta con su ya conocida vehemencia y aquí no hay revelaciones.

Es Pugh la que sorprende con su matizada interpretación de Amy. Generalmente presentada como la hermana menos positiva por su carácter ambicioso, aquí eso es visto como cualidad. Ella también sabrá evolucionar y admitir sus limitaciones como artista, y reconocer al verdadero amor de su vida. La actriz británica parece madurar ante nuestros ojos, entre una Amy con caprichos adolescentes y una Amy convertida en mujer inteligente. (Curiosamente, ninguna de las hermanas es interpretada por una actriz estadunidense.)

Vale la pena cuestionar por qué Gerwig no fue seleccionada en la categoría de directores por la vetusta Academia gringa. Es precisamente el tipo de prejuicios que la película misma parece poner en entredicho. Ciertamente, es uno de los trabajos más sensibles del año, un verdadero logro en puesta en escena que, para mi gusto, resulta mucho más meritoria que el frío perfeccionismo visual de 1917, de Sam Mendes.

D: Greta Gerwig/ G: Greta Gerwig, basado en la novela de Louisa May Alcott/ F. en C: Yorick Le Saux/ M: Alexandre Desplat/ Ed: Nick Houy/ I: Saoirse Ronan, Emma Watson, Florence Pugh, Eliza Scanlen, Laura Dern/ P: Columbia Pictures, Regency Enterprises, Pascal Pictures, Instinctual VFX, Sony Pictures Entertainment. EU, 2019.