Sábado 25 de enero de 2020, p. 5
Kamasi Washington es un hombre enorme cuya pinta es más de rapero que de músico de jazz: negro, pelo afro, túnica y zapatos deportivos. Tal vez esa mezcla de signos sea la representación de lo que construye con la música, un repertorio que, como árbol, se ramifica en piezas rítmicas, espirituales, salvajes o de sutileza de terciopelo, cuyas raíces están clavadas bien profundo en los sonidos africanos.
El saxofonista Kamasi transita con naturalidad por la tradición más fiel del jazz o se mueve hacia lo contemporáneo y popular. Su pasaporte sonoro tiene sellos de bebop y hardbop, free jazz, algo de hip hop, soul o funk, sonsonete jamaiquino o latino, cool o coqueteando con el pop.
Pero lo que permanece en el fondo, como vaso comunicante, es la identidad afroestadunidense que respiró desde pequeño. Hijo de un músico de jazz, Rickey Washington, saxofonista, flautista y acompañante en la banda de apoyo, creció escuchando sonidos sagrados y profanos de lo mejor de esa música indisoluble con la cultura negra.
Resistencia musical
Si el movimiento contra la brutalidad policial y racista en Estados Unidos, Black Lives Matter, cobró visibilidad mediática con el apoyo de deportistas de la comunidad, como Colin Kaepernick en la NFL, Lebron James y Stephen Curry en la NBA, las piezas de Kamasi serían la música de fondo contemporánea de esa resistencia.
Es probable que esa mezcla sea la llave para abrir audiencias insospechadas: amantes del jazz, fans del hip hop o del rock. Había que comprobarlo en la presentación que el músico angelino nacido en 1981 dio en El Plaza Condesa de la Ciudad de México.
Jóvenes y maduros, clavados y hipsters, modernillos y melómanos, todos convivían en la comunión de jazz, pero con el ánimo de un concierto de rock. Era previsible el entusiasmo: con bastante tiempo de antelación se agotaron los boletos. Los asistentes reconocieron las piezas, a pesar de la improvisación del género y de las variaciones al tema original; las pocas canciones con registros asombrosos de la intérprete eran coreadas.
Los solos delirantes y violentos del saxo de Kamasi hacían gritar al público como se hace con los guitarristas en el rock.