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Quemar libros para destruir una cultura no hace falta; basta con dejar de leerlos, alertaba Bradbury

El centenario natal del autor de Crónicas marcianas y Fahrenheit 451 se cumplirá el 20 de agosto // En 2009 la FIL de Guadalajara le rindió homenaje

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▲ Ray Bradbury (1920-2012), en imagen tomada de Internet. El autor dijo en 2009 que escribió Fahrenheit 451 para advertir a las personas sobre proteger las bibliotecas y los libros.
 
Periódico La Jornada
Lunes 13 de enero de 2020, p. 8

En 1932, a la edad de 12 años, Ray Bradbury se encontró en un carnaval con un mago de nombre Mr. Eléctrico. El mago lo tocó con una espada y le ordenó: ¡Vive siempre! La forma que Ray Bradbury encontró para cumplir ese mandato fue convertirse en escritor.

El 22 de agosto se cumplirá el centenario del nacimiento del autor de Crónicas marcianas y Fahrenheit 451, fallecido el 5 de julio de 2012, erigido en uno de los autores clásicos de ciencia ficción, aunque también escribió poemas, cuentos cortos, ensayos, óperas, guiones de cine y obras de teatro.

Ray Bradbury nació en la ciudad de Waukegan, Illinois, Estados Unidos; durante su infancia era un lector fascinado con las obras de L. Frank Baum, Julio Verne, H.G. Wells, Edgar Rice Burroughs y ya pensaba en ser escritor, pero no fue sino después de su encuentro con Mr. Eléctrico que realmente pensó en dedicarse a escribir.

Unos días después ‘‘comencé a escribir a tiempo completo. He escrito cada día de mi vida desde hace 69 años. Hace mucho perdí contacto con Mr. Eléctrico, pero desearía que existiera en alguna parte del mundo para correr hacia él, abrazarlo, y agradecerle por cambiar mi vida y ayudarme a convertirme en escritor”, narró en su página oficial en 2001 (www.raybradbury.com).

Viajó por varias ciudades de México en 1945

En noviembre de 2009 se rindió a Bradbury un homenaje en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. Mediante videoconferencia desde Los Ángeles, ciudad invitada de honor de ese encuentro editorial, recordó su visita a México y su contacto con la cultura:

‘‘Nací en Chicago y cuando estudié la secundaria mi mejor amigo era Eduardo Barrera y a través de él entré en contacto con su familia hispana; nos veíamos como hermanos. Yo era muy pobre, no tenía ni para el tranvía. A los 20 años me pasé a vivir al centro de Los Ángeles, donde había un estudio de cerámica; ahí hice nuevos amigos chicanos, empecé a conocer bien la cultura chicana.

‘‘Luego empezó la guerra y seguimos en contacto todos estos amigos, de todos recuerdo su nombre, incluso escribí un cuento corto sobre esas épocas (…) En 1945 fui a México, me fui a Cuernavaca, a la costa, y luego volví a subir y me fui a Guadalajara y me quedé en el hotel Fénix de Guadalajara, tenía un precio baratísimo. El viaje siguió en Pátzcuaro, en Janitzio, para pasar la noche de Muertos en ese lugar; me quedé toda la noche en el panteón el Día de Muertos. Algo que me impresionó fue ver a las señoras sentadas en las tumbas junto con sus hijos; esa imagen se ha quedado conmigo desde entonces” (La Jornada, 1/12/09).

En ese viaje conoció a uno de sus autores favoritos: John Steinbeck: ‘‘Yo no creía que estaba frente a uno de los grandes novelistas de Estados Unidos, una persona que había moldeado mi vida; era para mí imposible estar desayunando con mi héroe. En ese viaje conocí también al fotógrafo Gabriel Figueroa”. En 1947 escribió el relato Las momias de Guanajuato.

Un blog dedicado a la obra de Bradbury (cementerioparalunaticos.wordpress.com) menciona otras obras, cuentos cortos, que se desarrollan en México: La calavera de azúcar, El día de los muertos, Un perro viejo tirado en el polvo y El zorro y el bosque.

Dos años claves en la vida de Bradbury son 1950 y 1953 por la publicación de sus novelas Crónicas marcianas y Fahrenheit 451. La primera le dio el título de uno de los principales autores de ciencia ficción, aunque él se consideraba más un escritor de libros fantásticos.

Fue en 1969 cuando el hombre pisó la Luna, por primera vez. ‘‘Desde que el hombre llegó a la Luna nos debimos quedar ahí, colonizarla para preparar el viaje a Marte, que es nuestro destino (…) A mí lo que me preocupa es que no estemos ya en Marte; deberíamos haber colonizado Marte, debimos tener estaciones en la Luna desde hace 40 años. Tenemos que hacer una base para hacer los viajes a Marte, establecer la civilización en Marte y de ahí a Alfa Centauro. El hombre del futuro es un hombre del espacio, y sólo así vamos a seguir esparciendo nuestra vida y así podremos llegar a vivir para siempre”, sostuvo en la videoconferencia de 2009.

Formación en bibliotecas públicas

Bradbury también habló de la escritura de Fahrenheit 451, que es la temperatura a la que se quema el papel (232.7 grados centígrados): ‘‘Me dio curiosidad saber a qué temperatura se quema el papel, así que llamé al departamento de química de la UCLA y ellos no sabían. Llamé a SC y ellos tampoco sabían, entonces me dije: ‘Idiota, llama al departamento de bomberos’. Llamé al jefe de bomberos del centro de Los Ángeles, y le dije: ‘Señor jefe, ¿podría decirme a qué temperatura se quema el papel de los libros? Y me respondió: ‘deme un momento, ahora regreso’. Volvió y me dijo: ‘el papel de los libros arde a los 451 grados Fahrenheit’. Dije: ‘eso es bueno’, cambié el orden de las palabras. Fue así como supe la temperatura.

‘‘Había estado casado durante un año, tenía poco dinero, vivíamos en un lugar muy pequeño. Deambulé por la biblioteca de la UCLA, bajé al sótano y busqué. Había 12 máquinas de escribir, por 10 centavos podías rentarlas.

‘‘Me fui a mi casa, tomé una bolsa de monedas, me la llevé a la biblioteca y ponía moneda tras moneda. En nueve días gasté nueve dólares, nueve días escribiendo la primera versión de Fahrenheit. Qué tal, ¿eh? nueve días para la primera versión.

‘‘Quise escribir algo para advertir a las personas sobre proteger las bibliotecas, los libros. Yo no estudié en la universidad porque era muy cara, así que toda mi formación la hice en las bibliotecas públicas.”

En sus palabras:

‘‘No se tienen que quemar libros para destruir una cultura. Sólo se necesita que las personas dejen de leerlos.

‘‘Deberíamos aprender de la historia de la destrucción de los libros. Cuando tenía 15 años Hitler quemó libros en las calles de Berlín, me aterró porque yo era bibliotecario... En Rusia no se quemaron libros, se quemaron a los autores en lugar de los libros: aprendí entonces lo peligroso que era todo eso, porque si no se tienen libros, ni la habilidad de leer, entonces no se puede ser parte de ninguna civilización, no se puede ser parte de la democracia.

‘‘Los dirigentes de muchos países temen a los libros, porque los libros enseñan cosas que ellos no quisieran que se enseñaran. Si sabes leer tienes una educación completa acerca de la vida. Entonces sabes cómo votar dentro de una democracia, pero si no sabes leer, no sabes cómo decidir.”