San Pablo del Monte, Tlaxcala. La reanudación de los recorridos por las comunidades indígenas en el incipiente 2020 fue el foro en el que el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció el inicio de la construcción de 2 mil 700 sucursales del Banco del Bienestar, organismo público financiero mediante el cual se pretenden distribuir los apoyos de los diferentes programas sociales. Será una tarea más encomendada al Ejército mexicano, responsable de la edificación.

En su empeño por destacar nuevamente ante las comunidades nahua y otomí que los apoyos sociales ya no tendrán intermediarios ni se entregarán en efectivo, detalló que se canalizarán 5 mil millones de pesos en 2020 y una cantidad similar el año entrante para la ubicación de estas sucursales en comunidades rurales e indígenas marginadas.

“Aquí en Tlaxcala tienen más comunicación, pero ¡imagínense! Oaxaca o Chiapas que para cobrar su pensión de adulto mayor muchos tienen que ir, tras cuatro horas, a donde haya una sucursal bancaria y llegan y les dicen ‘no hay dinero’. ¿Cuánto se gastan nada más para ir a cobrar su pensión?”

Convocado como diálogo con los pueblos nahua y otomí, en los hechos fueron dos monólogos. Los indígenas que, en voz del indígena nahua Francisco Pérez, clamaban por apoyos en infraestructura, servicios y el respeto a sus costumbres, lengua, tierras y autoridades, y López Obrador, que en su afán de destacar por enésima vez su lucha contra la corrupción y describir sus políticas sociales olvidó dedicar al menos una frase expresamente a la problemática indígena.

Nada, ni el acuse de recibo presidencial de las demandas de los pueblos originarios. Centenares de otomíes y nahuas escucharon solamente una nueva proclama presidencial del fin de la corrupción, la enumeración de todos los programas sociales y la referencia a la austeridad como nueva política de gobierno, incluida su alusión a la venta del avión presidencial y la histórica llegada de remesas desde Estados Unidos.

Les habló de la pensión de adultos mayores, de las becas con énfasis en el nivel de bachillerato para inhibir que el crimen organizado atraiga a los jóvenes, lo cual, pese a su reiteración, generó el respaldo de los asistentes, muchos de los cuales llegaron con la expectativa del anuncio de nuevos apoyos.

Luisa Toribio, una mujer entrada en la quinta década de su vida, llevó a sus hijos, a quienes el destino les reservó padecimientos que parecen superar los esfuerzos de su madre, con todo y el respaldo de los programas obradoristas. Su hija Alejandra padecerá la negligencia médica de un mal diagnóstico que no identificó una infección que le reventó el oído a los dos años para dejarla sorda de por vida.

Alejandra entra y sale de la escuela especial en la que está inscrita por falta de tiempo de su madre o de dinero. Su hermano muestra una gigantesca cicatriz que le recorre todo el vientre, producto de las sucesivas operaciones por los males intestinales que lo aquejan desde su nacimiento. La ilusión de Luisa: más dinero para enfrentar su lucha cotidiana.

Entre las mujeres, las indígenas expresan su esperanza de que al fin les lleguen los apoyos de adultos mayores. Expectativa basada sólo en su condición de pobreza, porque aunque sus rostros muestran los estragos de una vida en condiciones de marginación, distan, por mucho, de tener la edad requerida para ser acreedoras al beneficio.

La reiteración presidencial de los millonarios recursos dedicados a los programas sociales no les renuevan el ánimo, ni siquiera la aclaración de que se les incrementará el equivalente a la inflación de 2019. Poquito porque es bendito, acotó el mandatario.

La explicación de las buenas condiciones económicas y laborales ofrecidas por el gobernador, Marco Antonio Mena, no acalló las encendidas protestas en su contra.

Su disposición a mantener la colaboración con el gobierno federal alentó a López Obrador a salir en su defensa. Bajo el dicho de que su pecho no es bodega, dijo llevarse muy bien con el gobernador de Tlaxcala.