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Arte y tiempo

Perfectos desconocidos

L

os modernos medios de comunicación, el celular en primer lugar, han propiciado, sin duda, el acercamiento entre los seres humanos a tal grado que prácticamente no hay un lugar donde no se pueda establecer una conversación con alguien que esté al otro lado del mundo. Esta maravilla, sin embargo, como todo, tiene sus inconvenientes, ya que también cualquier persona puede acceder al celular de otra y revisar todo su contenido. Es decir, enterarse de cuantas charlas y mensajes haya tenido el dueño del teléfono de marras. Partiendo de esto, el italiano Paolo Genovese estrenó en 1916 su película Perfectos desconocidos, cuyo éxito fue tal que de inmediato se hicieron réplicas en varios países y de forma natural saltó al teatro, disciplina en la que, asimismo, ha tenido varias versiones. La que actualmente se presenta en México bajo la dirección de Jaime Matarredona se debe a David Serrano y Daniel Guzmán.

Bien escrito y estructurado, Perfectos desconocidos es un melodrama que, como tal, no nos habla ni acarrea consecuencias que sean interesantes para nadie más que para los directamente involucrados. Sin embargo, como trata asuntos comunes a los clasemedieros –que en su mayoría son los asistentes a las funciones–, a éstos les encantará lo que explica su éxito tanto cinematográfico como teatral.

Una noche cualquiera tres matrimonios heterosexuales, más un soltero, se reúnen en casa de una de las parejas en una de las sesiones que será tan rutinaria como todas las que acostumbran, pero, esta noche será diferente, porque a Eva, esposa del anfitrión, se le ocurre proponer un nuevo juego: que todos dejen sobre la mesa sus celulares y los pongan en altavoz para que cualquier llamada que entre y lo que se hable sea escuchado por todos. Asimismo, los mensajes y sus respuestas igualmente deben ser de todos conocidos. Esta situación pone al descubierto intimidades de cada uno de los concurrentes que nadie, ni siquiera su propia pareja, conocía. Esto y sus consecuencias es lo que da interés a la representación.

Las acciones se desarrollan en un solo escenario, la sala y una pequeña terraza, situación que provoca que los personajes estén siempre a la vista, lo que constituye un reto actoral, puesto que los protagonistas están de forma permanente expuestos. Desafío que en términos generales todos resuelven bien, pero a partir de aquí se muestran las diferencias de calidad en el desempeño actoral, ofreciéndo una estupenda caracterización Juan Carlos Vives (Pepe), Michael Brown (Alberto), quien matiza y conduce bien su personaje; Tiaré Scanda (Eva), quien muestra su experiencia, así como Marcela Guirado (Violeta), Margarita Muñoz (Marina), Alex de la Madrid (Antonio) y Luis Arrieta (Santi) complementando el elenco.

Con una atinada dirección de acciones y personajes, Jaime Matarredona logra mantener el interés en una puesta en escena que, sin intermedio, se prolonga por poco más de dos horas y, por tanto, correría el riesgo de decaer en el ritmo, lo que no sucede dada su adecuada conducción. En este único espacio escenográfico tiene un papel muy importante la iluminación que, desafortunadamente, no se atribuye a nadie, pero que es merecedora de felicitación.

Destinada a un público específico de clases media y alta, Perfectos desconocidos puede, sin embargo, hacer pensar en lo que significa el respeto a la intimidad de cada uno, así como el grado de dependencia que cada quien establezca con su particular aparato de comunicación.

Perfectos desconocidos , simpática aunque maniquea, se presenta en el Teatro Libanés de jueves a domingo.