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Resarcir a los octogenarios
E

n los próximos días el gobierno mexicano conocerá formalmente la petición de reparación de los daños causados a un grupo de niños, hoy octogenarios, que fueron víctimas de abuso sexual por parte de algunos curas de los Legionarios de Cristo, a mediados del siglo pasado, muy señaladamente del líder fundador de esa congregación religiosa, Marcial Maciel.

La solicitud se hará oficial a las autoridades del país, apenas unos días después de la publicación de un controvertido informe interno, en el cual los Legionarios de Cristo admiten que, de 1941 –cuando surgió el movimiento– hasta la fecha, 175 menores de edad resultaron víctimas de abusos cometidos por 33 de sus sacerdotes. De ellos, al menos 60 correspondieron al padre Maciel.

Para las víctimas, el informe de los Legionarios de Cristo –uno de los grandes movimientos del cristianismo romano e importante fuente de recursos económicos para el Vaticano– es inaceptable e insuficiente. Es una lavada de cara, señalan. Y concluyen: La congregación tiene que desaparecer.

Serán al menos ocho los octogenarios que acudirán a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), con la esperanza de que el gobierno mexicano, por fin, se pronuncie respecto de sus casos y fije una reparación de los daños, de acuerdo con la Ley General de Víctimas, que obliga al Estado a dar asistencia y protección e indemnizar a quienes hayan sufrido violencia o violaciones a sus derechos humanos.

Dicen estar hartos de no ser atendidos ni por la Iglesia ni por la justicia mexicana; sugieren contubernio y aseguran que incluso el mismo Vaticano ha participado en el silenciamiento y la impunidad. Además de la reparación del daño, exigen una disculpa pública.

El encuentro de los octogenarios con las autoridades mexicanas se dará en los próximos días, justo en la coyuntura de tres hechos que potencian el escándalo social y mediático:

1. Por un lado, el informe de los Legionarios ya referido, que únicamente ha servido para crispar los ánimos y acrecentar laindignación.

2. El destape del caso de Fernando Martínez, director de un colegio de los Legionarios de Cristo que abusó de al menos siete niñas en Cancún, hacia principios de la década de los 90 y a quien el movimiento encubrió a lo largo de medio siglo. Las siete víctimas que se han atrevido a denunciar abusos hasta ahora, aseveran que los jerarcas de los Legionarios eran conscientes entonces de que habían nombrado a un pederasta al frente de esa escuela.

3. El estreno en Netflix de la cinta Los dos papas, referente a la alianza pactada entre Benedicto XVI y Jorge Bergoglio, para dar paso y viabilidad al papado de Francisco, y donde se revela, entre otras asuntos, el asombro de ambos personajes ante la magnitud y alcances de la pederastia en la Iglesia católica. La presentación del filme, dirigido por Fernando Meirelles, con actuaciones destacadas de Anthony Hopkins, en el papel de Ratzinger, y de Jonathan Pryce, como Bergoglio, asegura que está basado en hechos reales y, la verdad, no tiene desperdicio.

A partir de la publicación del informe, el ex sacerdote Alberto Athie –uno de los primeros en denunciar las tropelías de Maciel, cuando éste aún vivía– ha responsabilizado al Estado mexicano de la impunidad que ha campeado en torno a los pederastas de la congregación, en lo que constituye una complicidad civil y estatal. El documento de ésta no refiere los nombres de los pederastas ni su ubicación actual.

A lo largo de las décadas se ha dejado constancia, una y otra vez, del peso político y económico que los Legionarios de Cristo tienen en nuestra nación y de la enorme influencia y poder que detentan en Roma, lo que les ha permitido sortear en la impunidad los innumerables escándalos, sin importarles aparentemente los costos que todo eso ha significado a la confianza en la Iglesia católica y a la fe.

En su ya próximo encuentro con las víctimas de los curas Legionarios, el gobierno mexicano y su llamada Cuarta Transformación no puede, en modo alguno, repetir los esquemas del pasado. Si de verdad le interesa marcar distancia y diferencia tendrá necesariamente que ser sensible a las denuncias y empático con los octogenarios.

Su credibilidad debe anteponerse a las maniobras y presiones que seguramente vendrán de parte de la Iglesia y de los poderosos que la encubren y la protegen. Marcial Maciel está muerto, pero muchos otros responsables todavía andan por ahí. Es preciso ubicarlos y llevarlos a juicio.

Es momento, pues, de resarcir a aquellos niños, hoy octogenarios.