Viernes 6 de diciembre de 2019, p. 3
Ernesto Cardenal provocó los encuentros. La humildad del poeta y escultor, su compromiso y amor fueron retribuidos con un homenaje de música, poesía y pensamiento.
En la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), al término de un encuentro latinoamericano sobre los extremismos y el odio, se desarrolló el reconocimiento a su defensa de la justicia desde las artes y la militancia.
A sus 94 años, se expresó con voz clara y potente. Habló del amor y la justeza de odiar al odio.
Sus palabras fueron precisas y provocadoras. Su hallazgo poético fue colocar estas paradojas de la animadversión contra ese sentimiento que aísla.
Nexo entre Solentiname y una comuna en Oaxaca
La marca de su presencia fue la sencillez. En la escucha, en la sonrisa, se le veía austero y contento. Estuvo apenas unos minutos en el presídium, los necesarios para compartir un mensaje sereno y razonado, emotivo: ‘‘amo el amor y odio el odio”.
Antes había escuchado, atento, la lectura de fragmentos de su Canto a México en las voces de Sofía Álvarez y Héctor Bonilla. Adriana Moles interpretó canciones que hablaban de esperanza y dignidad humana en América Latina. Chile con Víctor Jara y Argentina con Mercedes Sosa.
Todo cambia fue la canción de Sosa: ‘‘Pero no cambia mi amor / Por más lejos que me encuentre / Ni el recuerdo ni el dolor / De mi pueblo y de mi gente”.
Cuando Ernesto Cardenal arribó al recinto la expectación se desbordó. En silla de ruedas, hizo sentir su presencia. Todo giraba a su alrededor. Era el cierre adecuado a las conversaciones alusivas a la cultura frente al odio y la cerrazón de los extremismos. Viéndolo a él, nos vimos.
La intelectual mixe Yasnayá Elena Aguilar se le acercó, conversó un momento con él. La lingüista y activista llegó desde muy temprano. El acto oficial se convirtió en un encuentro. Un nexo afectuoso entre la comuna artística de Solentiname y la experiencia comunitaria en Oaxaca que encarnan.
Marcelo Ebrard, titular de la SRE, ensalzó la necesaria presencia de Cardenal en un tiempo en que debemos defender lo obvio: la dignidad humana y una manera de vincularnos que no se limite al odio y el comercio.