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Venecia, inundada por agua y corrupción
V

enecia está bajo el agua. Mucho más que aquel 4 de noviembre de 1966, cuando el mar se alió con el viento y la lluvia e invadió casi toda la ciudad durante varios días. El nivel de la marea ascendió entonces 180 centímetros. Las murallas de piedra que desde hacía más de dos siglos protegían la laguna, no sirvieron y mostraron la fragilidad de una ciudad que desde el punto de vista de la conservación de su patrimonio estaba muy descuidada. El cineasta Giovanni Pellegrini mostró en 2016 en el documental Aquagranda in crescendo lo que esa tragedia significó para los venecianos. Entre otras cosas, más de 17 mil viviendas afectadas severamente.

Esa enorme inundación marcó un antes y un después para la ciudad y despertó la atención de toda Italia y la de la comunidad internacional para salvarla de la desaparición. Y es que ese centro cultural y artístico Patrimonio de la Humanidad por su inigualable belleza, se acostumbró las últimas décadas a que el agua la invada por lo menos 60 veces al año. En 1900 eso apenas sucedía cuatro. Mas este noviembre, el aluvión superó lo imaginable: 187 centímetros y se metió a los sitios más emblemáticos, como la basílica de San Marcos, el Palacio Ducal, museos, hoteles, restaurantes y comercios.

Es cierto que Venecia es una de las ciudades más vulnerables a los cambios del nivel del mar, pues se erige sobre 118 islas ubicadas en la laguna del mismo nombre. La urbe descansa sobre pilotes de madera y, aun con las obras de ingeniería realizadas desde el siglo XII, se hunde poco a poco: 30 centímetros el siglo pasado, lo que favorece que el agua la invada.En paralelo, no ha habido políticas para regular la llegada de 20 millones de turistas que la visitan; ni para diversificar sus fuentes de ingreso y mucho menos para impedir el éxodo de su población. Mestre, tierra adentro, se convirtió en pocos años en una de las ciudades dormitorio de Venecia, que llegó a tener casi 200 mil habitantes. Hoy, menos de 55 mil.

Para remediar las inundaciones cada vez más frecuentes y dañinas se estudiaron soluciones técnicas. Se aprobó finalmente un multimillonario proyecto, Moisés, ideado hace 40 años. Lo presentaron como el idóneo para salvar de las mareas altas a la población y al inmenso patrimonio artístico de la ciudad deMarco Polo. Consiste en un sistema de 78 compuertas móviles que, ante una marea por encima de los 110 centímetros, ascienden como muro a fin de cerrar la laguna al mar. Evitarían así las inundaciones por lo menos durante este siglo. Lo elaboró un grupo de empresas encabezadas por la poderosa Fiat.

Pese a las críticas de ecologistas, investigadores marinos y expertos en geología e ingeniería, su construcción comenzó en 2003 y debió concluirse hace tres años. Falta por terminar cerca de 10 por ciento de la obra, que inicialmente debió costar unos 2 mil 300 millones de dólares y en la que se han gastado hasta hoy casi cuatro veces más. A ello se agrega la corrupción de funcionarios y empresarios. Hace cinco años fue a prisión el entonces alcalde veneciano, Giorgio Orsoni, y otras 34 personas, por tomar para sí dinero del proyecto. Pero otros implicados siguen gozando de impunidad.

Al impacto que Moisés ha causado al ambiente, se agrega lo que en su oportunidad alertaron quienes cuestionan la obra y no fueron escuchados por las autoridades: el efecto de la elevación del nivel del mar debido al cambio climático y el hundimiento de la base sobre la que descansa la ciudad. Además, como una parte de las aguas negras de Venecia se vierten en la laguna a través de los canales, si el agua de mar no entra en ella, la contaminación microbiológica será más intensa.

Hoy el gobierno italiano promete, por enésima vez, que salvará a uno de los lugares culturales y artísticos más importantes del mundo. Para lograrlo, debe comenzar por sancionar a los empresarios y funcionarios corruptos y revisar a fondo el proyecto Moisés, a fin de que no se convierta en una obra faraónica pero inútil ante el cambio climático. Venecia debe conservarse a toda costa.