Opinión
Ver día anteriorSábado 23 de noviembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La semilla del odio
“¿E

stán convocando a una guerra cristera?” pregunta un periodista a Juan Dabdoub, líder de Con Familia y ex vocero del Frente Nacional por la Familia. La respuesta a tal cuestionamiento es una carcajada del líder conservador, armonizada con la de quienes comparte mesa… y también causa. “Nadie ha hablado de religión… hasta el momento –abreva Dabdoub– esta es una institución ciudadana”.

La escena descrita fue parte de la presentación de la coalición Sumas (Suma de Actores Sociales) a inicios de noviembre del año pasado. En dicho acto, líderes de siete organizaciones cívico-religiosas, entre las cuales se encontraron la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano, Cruzada por la Familia y Con Familia, anunciaron la creación de una gran coalición nacional en defensa de la vida, la familia y la libertad. La creación de Sumas fue uno de los mecanismos de respuesta de grupos ultraconservadores –evangélicos y católicos– a lo que han considerado un desafío presentado por el gobierno entrante, que ha declarado, según los militantes religiosos, una guerra a la sociedad y a las familias mexicanas al promover una agenda legislativa progresista a escala nacional con la despenalización del aborto, la prohibición de terapias de orientación sexual, la democratización de la familia, la eutanasia y la aprobación de derechos sexuales.

La coalición, integrada supuestamente por más de 700 organizaciones en todo el país, se declaró también en guerra ante el avance de las propuestas antifamilia y amenazó con acciones de resistencia civil y manifestaciones públicas –como las de la Ola Celeste realizada un par de semanas antes de su presentación pública– en caso de que el nuevo gobierno mantuviera su agenda legislativa de reconocimiento de la diversidad sexual y la libre decisión sobre el propio cuerpo. Al finalizar el acto, la organización invitó a toda persona que esté de acuerdo con nuestros valores mexicanos profundos a integrarse al movimiento, para construir así un sólido frente opositor a las políticas del gobierno lopezobradorista.

Sumas es una de las coaliciones y redes de trabajo provida que desde principios de siglo han proliferado en América Latina con el fin de cuestionar y dar reversa a todas las políticas de reconocimiento de la diversidad sexual, impulsadas generalmente por gobiernos de izquierdas. Es también heredera de las múltiples expresiones reaccionarias de fundamentalismo cristiano que han asolado las propuestas democratizadoras en América Latina desde hace varias décadas. La actividad y permanencia de tales grupos ha sido fortalecida por el financiamiento diversificado que han recibido de grandes empresarios de derecha y de organizaciones conservadoras de Estados Unidos, como Human Life International o el International Republican Institute.

La peculiaridad de este tipo de coaliciones fundamentalistas reside en que, pasando por alto polémicas confesionales, evangélicos y católicos se han articulado para hacer frente a lo que sus líderes denominan el lobby gay y la ideología de género (expresiones de un supuesto marxismo cultural vagamente definido) naturalmente enemigos de la civilización. De fondo, su principal temor radica en que la realización de grandes cambios sociales pueda atentar contra un orden eterno fundado en la familia tradicional, la sumisión de la mujer y la propiedad privada. Para estos grupos, existe una élite mundial que busca imponer una cultura de la muerte expresada en el derecho al aborto, la cual ha resultado alentada por el fortalecimiento de los movimientos feministas y de la diversidad sexual a lo largo de la región. En consecuencia, los grupos provida han incrementado su presión hacia los gobiernos, alcanzado un éxito considerable al lograr echar atrás reformas de avanzada en materia de derechos sexuales y reproductivos en países como Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Chile.

En su lucha contra toda agenda socializante, los conservadores religiosos han tejido alianzas con otras expresiones temerosas de grandes cambios redistributivos, como sectores de clase media tradicional u organizaciones patronales de derechas, con quienes han construido coaliciones de oposición cuyas estrategias van desde minar la institucionalidad de gobiernos establecidos democráticamente o disputar de forma abierta el poder político, a arropar políticas golpistas. La experiencia latinoamericana reciente es bastante ilustrativa al respecto.

A un año de distancia, hemos visto cómo las amenazas conservadoras se cumplen paulatinamente. Los grupos antiderechos –vinculados a Sumas o no– ya no están únicamente en las calles, sino también en los poderes legislativos locales, en la estructura de los programas de bienestar social del gobierno federal y hasta en el sistema de partidos. Desde ahí continúan impulsando estrategias y propuestas tanto para frenar el reconocimiento jurídico a la diversidad, como para ampliar los márgenes de influencia de ideas regresivas en el ámbito público.

Frente a nosotros, la semilla del odio está germinando. Ante ciertas políticas progresistas del actual gobierno federal expresadas en propuestas redistributivas, de reconocimiento a la diversidad, de asilo político, etcétera, podemos ver cómo aparecen paulatinamente brotes de xenofobia, movilizaciones reaccionarias y hasta convocatorias desesperadas a golpes de Estado. La situación es más preocupante aún cuando, gracias a su notable pragmatismo político, múltiples expresiones religiosas –aunque no necesariamente fundamentalistas– han logrado negociar con el Instituto Federal de Comunicaciones la obtención de concesiones de uso social o comunitario con el fin de transmitir contenidos de radio.

Ante dicho escenario es fundamental la construcción de una sólida estrategia de defensa de la condición laica de la vida pública del país. Una tarea que deberá recaer tanto en la sociedad como en el gobierno, particularmente en el Poder Ejecutivo federal. Aún estamos a tiempo.

*Profesor FFyL / UNAM

Twitter: @MaurroJarquin