Sábado 2 de noviembre de 2019, p. 27
El Día de Muertos se ha convertido en un símbolo nacional que tiene en la actualidad dos tipos de celebraciones, muy distintas entre sí, pero articuladas en la cosmovisión mesoamericana: la impulsada por el gobierno, que remite al Mictlan, y la de los pueblos modernos, que instalan ofrendas en sus hogares, de acuerdo con Andrés Medina Hernández, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El Mictlan es una creencia sobre el lugar a donde van los muertos. Por ejemplo, los que morían ahogados se iban al Tlalocan con el dios Tláloc. Para llegar al Mictlan, añade el investigador, las almas llegaban a un río donde sólo podían cruzar con un perro pardo –ni blanco ni negro–, y así ingresaban a otra dimensión.
Se trata de un camino que se ensancha poco a poco hasta desaparecer. No hay muerte real sino una sensación de avanzar, luego se desaparece y se entra en una totalidad impersonal
.
En esta visión, la muerte no es súbita, sino que es una transformación gradual hasta desaparecer, cuando se esfuma de la memoria de sus descendientes.
Esta idea proviene del siglo XVI y pertenece más a la nobleza. Más tarde este discurso se enriqueció con la Revolución Mexicana y comenzó la recuperación de esa tradición.
En la UNAM, Megaofrenda en honor a Zapata
Este fin de semana, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realiza desde ayer la XXII edición del Festival del Día de Muertos Megaofrenda 2019 con actividades de música, danza y teatro.
Este año, la Megaofrenda presenta el tema Zapata a 100 años de su muerte, uno de los personajes icónicos de la historia mexicana y los movimientos sociales.
El festival cierra el 3 de noviembre y está abierto en la plaza de Santo Domingo, Antiguo Barrio Universitario, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, de 10 de la mañana a nueve de la noche.