n el contexto de la edición 2019 del Foro Internacional de Música Nueva Manuel Enríquez (Fimnme), la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México, dirigida por Tao Lin, ofreció hace unas semanas un insólito concierto de música contemporánea china, conformado por dos obras orquestales, y cuatro obras concertantes, para guzheng (koto chino), pi-pa (laúd chino), flautas de bambú, y sheng (organillo de boca) respectivamente.
La afluencia a la Sala Nezahualcóyotl fue mayor que de costumbre, y ciertamente mucho más abundante de lo que podía esperarse para un concierto del Foro. Mi teoría: muchos de los asistentes se dejaron llevar (en buena hora) por la curiosidad del instrumental chino, pero quizá no se dieron cuenta de que se trataba de música moderna. ¿Qué tan moderna, finalmente?
A diferencia de algunos conciertos previos, realizados ahí mismo con la misma orquesta y solistas chinos diversos, el repertorio no transitó por los caminos usuales de la música romántica nacionalista, inocentemente descriptiva, básicamente tonal y con numerosas pinceladas de las infaltables escalas pentafónicas. Por el contrario, se trató de música china auténticamente moderna, aunque con distintos grados de modernidad. En un extremo, como excepción, la Obertura sinfónica de Chen Yonggang, claramente orientada hacia lo tradicional, con muchos lugares comunes de la música sinfónica oriental firmemente basada en modelos occidentales, y escrita en un estilo que imagino ideal para musicalizar algún optimista documental oficial y revisionista sobre las virtudes de la Revolución Cultural o el empuje del nuevo capitalismo al estilo chino. Del otro lado, la escritura auténticamente moderna de la obra The Cloud River, de Qin Wenchen, para sheng y orquesta, sin concesiones al gusto occidental o a las músicas chinas más complacientes. Durante la audición de esta obra, me pareció que el compositor quizá escuchó con atención y estudió la música del gran compositor húngaro György Ligeti (1923-2006).
Entre estos dos extremos, tres obras ciertamente interesantes, con numerosos destellos de voces individuales y momentos de auténtica búsqueda sonora, en particular en lo que se refiere al uso de las técnicas extendidas en los instrumentos tradicionales. Dos detalles puntuales: de los cuatro solistas convocados, tres son mujeres; de los seis compositores chinos interpretados, todos varones, cuatro de ellosse hallaban presentes en la SalaNezahualcóyotl.
Lo fundamental y destacado, en lo positivo, fue la oportunidad de escuchar música nueva de la República Popular China, con la presencia de cuatro solistas de primera y un director competente y eficaz. Por el lado negativo, fue posible constatar, una vez más, que la mayoría de los compositores del mundo entero, desde el periodo romántico hasta hoy, están perdidos en cuestión de balance orquestal. Con la excepción de la obra Dream of the Peony Pavilion, para flautas de bambú y orquesta, de Hao Weiya, las piezas concertantes se caracterizaron por la imposibilidad de escuchar una parte sustancial de las partes solistas, debido a orquestaciones densas, espesas y tupidas de esteroides sonoros, al grado de que ni la amplificación provista para los solistas fue suficiente para contrarrestar la escritura mal equilibrada. Por desgracia, esto fue especialmente notable en la arriba citada obra para sheng solista y orquesta. Hay pocas cosas tan tristes como observar a un solista evidentemente virtuoso de su instrumento luchar con denuedo contra una orquesta que lo avasalla, tratando de hacer escuchar música rica, compleja y que sin duda requirió muchísimo estudio, para terminar finalmente perdiendo la batalla. Ciertamente, esto no fue responsabilidad del director Tao Lin, sino de los compositores. Y de manera general, fue posible observar algo muy significativo: en este concierto, a diferencia de las ocasiones anteriores en que a los solistas instrumentales chinos se les pidió entusiastamente el indispensable encore, ahora el público aplaudió un poco de compromiso y los dejó desparecer sin más trámite. Casi, casi, podía yo escuchar sus pensamientos: ‘‘No hay que aplaudirles mucho, no sea que regresen y toquen algo igual de feo”. ¡Esos sí que son conservadores!