s necesario hablar de otra cosa. No todo es miedo, balas, codicia, dinero y exagerar las malas noticias. En especial en nuestra Ciudad de México, la otra fase de la realidad también está presente; aquí hay un Centro Histórico lleno de vida y actividad, abundan las amplias plazas, casonas señoriales y palacios virreinales, también en la gran urbe que creció a partir de la traza inicial se han erigido conjuntos arquitectónicos modernos de gran valor estético y obras de arte dignas de admiración. Aquí, entre otras muchas, se encuentra una obra de arte asombrosa: un alto relieve en caoba, de 350 metros cuadrados, hecho a mano con escoplos, gubias y otras herramientas propias de quien sabe trabajar la madera.
Es un mural tallado en el vestíbulo del Palacio Legislativo de San Lázaro, su título es Las Constituciones de México, es como un códice tallado, una verdadera historia gráfica de nuestra patria que principia con el Grito de Dolores en 1810, inicio de la guerra de Independencia, y concluye con los movimientos sociales de la segunda mitad del siglo pasado; su autor es el pintor Adolfo Mexiac, recientemente fallecido, quien fue además escultor y grabador de gran valía. Algo asombroso de esta obra monumental es que el arduo trabajo del tallado en madera se hizo dos veces: la primera cuando se inauguró el Palacio Legislativo en 1981 y la segunda después del incendio de 1989.
La quemazón de la Cámara de Diputados fue, en su momento, tema y motivo de muchas controversias; se guardaban entonces en su sótano las boletas electorales de la elección federal anterior, que el gobierno y su mayoría priísta protegieron para impedir que los paquetes se abrieran y de ese modo descubrir alteraciones, falsificaciones o sumas modificadas. El incendio no acabó con las boletas almacenadas, que fueron destruidas posteriormente, cuando el Prian ya funcionaba como una realidad política en nuestro país; esa otra historia es parte de la picaresca política que vamos dejando atrás. Lo que interesa en esta colaboración es recordar que ese Palacio Legislativo es un bello y funcional ejemplo de arquitectura moderna mexicana y que el mural trabajado dos veces por Mexiac es una obra única por su valor estético, su testimonio histórico y por ser el grabado en madera más grande del mundo.
No sólo dejó Mexiac su huella de artista en ese vestíbulo monumental, también contribuyó en una obra editorial publicada por la Cámara de Diputados. Adolfo Mexiac hizo aportaciones destacadas a la revista Quórum, editada durante la LVII Legislatura por el Instituto de Investigaciones Legislativas, que como diputado tuve a mi cargo; la publicación se ocupó también de temas como el derecho parlamentario y política nacional; no dejó de tirarse bimestralmente durante esa Legislatura y desde el primer número –septiembre-octubre de 1977– al último –julio-agosto de 2000– los ejemplares fueron ilustrados por la generosidad de artistas mexicanos como América Gabriel, Zalce, Alba de la Canal, José Jesús Fonseca y por supuesto Mexiac, quien contribuyó desde el segundo con un grabado suyo con la imagen del recio rostro de Morelos; participó en otras ediciones, esa era su aportación a los cambios políticos que se iniciaron en aquel entonces; él, como los demás artistas, simpatizaban con el movimiento que avanzaba a paso firme.
Vale recordar que esa Legislatura coincidió con el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en el Distrito Federal y se instaló con diputados exclusivamente de oposición, ni un solo priísta se presentó a la primera sesión, hecho político sin precedentes y pasó capital para el cambio del que ahora somos testigos y protagonistas. Desde entonces, juntos, empezábamos a hacer historia y Mexiac contribuyó con su genio de artista. Muy justo sería que las secretarías de Cultura de la capital y federal rindieran al artista un homenaje.