urante 2018 se documentó1 el asesinato de 164 personas defensoras de la Madre Tierra, luchadoras sociales que defendían sus ríos, montañas y recursos naturales ante el avance depredador de la minería y la agroindustria, generalmente a manos de transnacionales del Norte.
La mitad de estos asesinatos –83– fueron cometidos en América Latina y el Caribe. De ellos, 14 en México.
Un caso paradigmático en México fue el asesinato, en febrero de este año, de Samir Flores. Activista del Frente en Defensa de la Tierra y del Agua, indígena náhuatl y campesino, se había opuesto radicalmente al Proyecto Integral Morelos, un plan de construcción de termoeléctricas en manos de la multinacional española Abengoa. Esta empresa, que acumula 18 mil 700 personas despedidas mediante 40 Expedientes de Regulación de Empleo, tuvo en 2018 pérdidas por mil 498 millones de euros.2
Tres años antes, en marzo de 2016, fue asesinada en Honduras Berta Cáceres, fundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras. Berta era indígena lenca, se oponía a la privatización del agua en Honduras y había recibido amenazas de la empresa Desarrollos Energéticos Sociedad Anónima, responsable de la construcción de represas hidroeléctricas en Agua Zarca, río Gualcarque.
Sin embargo, los asesinatos de estos dos luchadores sociales en defensa de la tierra y de la vida, con gran impacto en los movimientos sociales latinoamericanos, apenas tuvieron eco en los medios de comunicación masivos y redes sociales en general.
Ha tenido que venir una activista sueca de 16 años, Greta Thunberg, quien, tras un discurso en la Cumbre para la Acción Climática de Naciones Unidas y un encuentro y posterior tuit de Donald Trump, se ha hecho mundialmente conocida. Las redes sociales no paran de mencionarla y las referencias que ella hizo a la reforestación, transición energética y comer menos carne, junto con críticas a las industrias contaminantes o el uso de plásticos desechables, todo ello como maneras de enfrentar el desastre ambiental que vive nuestro planeta.
Las críticas a Greta no se han hecho esperar. Una chica europea, blanca, apoyada por firmas de capital riesgo en energía verde, rodeada de una narrativa muy fuerte y simbólica, por su edad (16 años) y tener síndrome de Asperger.
La polémica está servida. ¿Es positivo que, aunque en otros casos no haya sucedido, surja una voz que conciencie a la sociedad global sobre el cambio climático y la crisis medioambiental en la que nos encontramos inmersos?, ¿o más bien debemos estar prevenidos ante un nuevo producto de los medios de comunicación masivos e intereses transnacionales que buscan crear un ecologismo de mercado new age?
Sin duda el debate siempre va a ser positivo. Pero también hay que ser muy conscientes de cómo el capitalismo intenta cooptar todas las expresiones de lucha, sean identitarias o formen parte del programa histórico de la izquierda. Lo hizo en primer lugar con el multiculturalismo, convirtiéndolo en la expresión posmoderna del propio capitalismo en el ámbito cultural, y lo está haciendo en la actualidad con luchas tan importantes y necesarias como el feminismo (ahí está Hillary Clinton) o la reivindicación de los derechos LGTBIQ (en México, la marcha del orgullo ha pasado de ser una reivindicación a un carnaval encabezado por carros alegóricos de Amazon o Facebook).
En un momento de financiarización y uberización de la economía, síntoma de una crisis estructural de un capitalismo en fase de descomposición; la economía verde intenta convertirse en alternativa que permita mantener el modo de producción capitalista, conteniendo y aplacando las luchas colectivas en pos de soluciones individuales y no estructurales.
Bienvenido sea por tanto el debate urgente sobre la crisis climática que sufrimos como humanidad, aunque venga de la manipulación de nuestras emociones por parte de una adolescente (y las transnacionales que la financian), que por su condición de clase y ubicación geográfica difícilmente pueda entender que el problema no es que las industrias contaminan y que las personas comen carne, sino un sistema capitalista colonial y patriarcal.
Debatamos en todos nuestros espacios, públicos y privados, cómo construir soluciones estructurales para lograr una verdadera justicia social y ambiental, la única forma de superar la emergencia climática, el ataque despiadado a nuestros bienes comunes y la doctrina del shock llevada al extremo del asesinato de luchadores medioambientales.
Que el discurso de Greta sirva para que la vida y lucha de Samir Flores, Berta Cáceres y tantas otras y otros luchadores sociales en defensa de la vida y de nuestra Madre Tierra no haya sido en vano.
Que la intersección entre la lucha por la justicia social, climática y el feminismo, dé a luz a un nuevo proyecto político construido desde abajo y a la izquierda.
1 ¿Enemigos del Estado? https://www.globalwitness.org/es/ campaigns/environmental-activists/enemigos-del-estado/
2 La estricta dieta para el empleo de Abengoa https://elpais.com/economia/ 2019/03/02/actualidad/1551531565_291366.html