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De nuestras jornadas

Laudos, herencia maldita

A

dministrar los recursos públicos sin sujetarse a mecanismos que equilibren las fuerzas y sin rendición de cuentas, por lo general ha llevado al desastre de las finanzas de los gobiernos. Muchos ejemplos podrían citarse.

La muestra más cercana a los ciudadanos son los ayuntamientos, pues son considerados el primer eslabón en el contacto entre gobierno y pueblo.

En Guerrero, por mucho tiempo, desde que las reformas de finales del siglo XX devolvieron a los ayuntamientos la capacidad decisoria que siempre debieron tener, y se había perdido en el autoritarismo del presidencialismo absolutista mexicano, el manejo de los dineros públicos se había dejado casi por entero a la voluntad de los alcaldes. De seguro se trató de una omisión, una laguna legal que no debió nunca existir.

Así, los ediles endeudaron o comprometieron gravemente las finanzas de su municipio. Algunos por no tener ni idea de lo que implica organizar y administrar los recursos de un gobierno; otros por pura soberbia, y muchos, por corrupción, por introducir a la nómina a sus amigos y parientes o por compromisos políticos.

Casi siempre el drama que comienza con el despido del trabajador que debe ceder su puesto a un recomendado del alcalde no termina con su salida de la nómina, sino que se extiende hasta que una administración posterior se ve obligada a indemnizarlo por la fuerza de un laudo de una junta de conciliación. Pero para entonces el monto que se le debe pagar se ha multiplicado, a veces hasta extremos que no pueden soportar las finanzas del municipio.

El miércoles pasado los diputados locales discutieron el tema en la Comisión Permanente del Congreso a raíz de una iniciativa salida de las filas de Morena.

El presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, Alfredo Sánchez Esquivel, informó que la instancia que él preside, así como la Comisión de Hacienda, han recibido este año 84 solicitudes reiteradas de ayuntamientos que piden ampliaciones presupuestales, empréstitos o créditos para hacer frente a la obligación de los laudos, y proponía exhortarlos a abstenerse de hacerlo, pues no hay de dónde tomar recursos para darles.

Parece impostergable legislar al respecto.