Opinión
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El silencio de los ex presidentes
E

n 1985, oí decir a don Jesús Reyes Heroles que la mejor voz de un ex presidente de México era la que no se oía. Era ésta una idea que se llevaba al retiro quien entregaba la llave de Los Pinos, y en términos generales puede decirse que, después de Calles todos los priístas hacían un severo mutis de la escena pública o, cuando mucho, asumieron funciones menores y siempre a las órdenes del jefe en turno.

Ahora que los más discretos, por las razones que hayan sido, fueron Ávila Camacho, Ruiz Cortines, Díaz Ordaz (GDO) y Ernesto Zedillo, aunque GDO sucumbió finalmente a la tentación de ser embajador en España y, como dicen los alteños de Jalisco, madre le hizo falta

El primero que se salió abiertamente de cauce fue Carlos Salinas de Gortari, pero a varazos de membrillo aprendió la lección y, sin dejar de maniobrar, al menos se calló la boca; pero cuando llegaron o, más bien, cuando se fueron los primeros panistas, la actitud de ellos fue diferente. A su pésimo gobierno cabría sumarle su lamentable desempeño como ex. Tanto Fox como Calderón se siguieron sintiendo la divina envuelta en huevo y no han dejado de hablar, diciendo estupideces, como siempre, para sumarlas a su nefasto gobierno. A uno de ellos incluso le dio por ser comentarista de televisión, donde acabó de lucirse por completo. Dicho de otra manera, también al modo de don Jesús, desaprovecharon la espléndida oportunidad de callarse la boca.

Por lo que se refiere a Peña Nieto, cabe decir que no va mal, aunque sus apariciones como pésimo bailarín dejan mucho que desear.

Hay que reconocer, sin embargo, que en este rubro –y muchos otros– Felipe Calderón es quien resultó peor. Ha pretendido incluso crear una nueva formación política y ahora se ha sumado a los fifís que andan por ahí denostando al Presidente actual.

Recientemente visitó Guadalajara para pedir a sus simpatizantes organizarse y sumarse a la actividad política para ser contrapeso del actual gobierno. Antes quiso hacer un partido político, ahora vuelve a la carga con otro nombre.

Cabe decir que, tanto por el escaso número de seguidores como por el escuálido prestigio que tiene entre la ciudadanía, su visita hubiera pasado del todo desapercibida de no ser por una pequeña nota en un rincón de la página 8 de El Informador, el más antiguo de los periódicos locales.

El parecer anunció que abordaría los retos que enfrentamos, aunque en realidad se dedicó más a hablar bien de él mismo, aparte de, con enorme frivolidad y superficialidad, denostar al actual Presidente y su gobierno. Lo que resultó más cínico fue que, después de haber militarizado al país y degradar de tal manera inmerecida el prestigio del Ejército Mexicano, todavía tuvo el descaro de presumir su nefasta política de seguridad. ¿Quién no lo recuerda en aquella lamentable imagen disfrazado con un uniforme militar que, en ningún sentido, alcanzaba a llenar?

A Calderón parece preocuparle el carácter hegemónico de Morena, pero se le olvidó hablar sobre lo mucho que sus desfiguros, empezando por el origen fraudulento de su gobierno, contribuyeron a forjar el enorme descontento que se hizo presente en las urnas el primero de julio del año pasado y que le dio al actual Presidente de México una inusitada fuerza electoral.