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Buscan a sus desaparecidos

Son rastreadoras por la indolencia y corrupción de las autoridades

Madres, hijas, hermanas y esposas organizadas han hallado cientos de fosas clandestinas en todo el país

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▲ Tras los rastros de entierros clandestinos en el cerro Gordo de Iguala.Foto Pablo Ramos
 
Periódico La Jornada
Viernes 30 de agosto de 2019, p. 13

Las han llamado de muchas formas: rastreadoras, cavadoras, buscadoras. Son esas mujeres (madres, hijas, esposas y hermanas de desa-parecidos) que ante la ausencia, indolencia y corrupción de las autoridades han emprendido sus propios procesos de investigación, búsqueda, exhumación e identificación de restos.

Han recorrido el país buscando a los suyos y a miles más, vivos o en fosas clandestinas, donde sea. Han demandado que los cuerpos hallados sean identificados; han logrado devolver la identidad a decenas y que sean devueltos a sus familiares.

Con motivo del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas –que se conmemora este 30 de agosto– cinco de ellas narran a La Jornada sus procesos personales y colectivos y lo que les ha dejado convertirse en rastreadoras.

Un denominador común: la impunidad

Advirtieron que en su camino de búsqueda de la justicia y la verdad no son las únicas y se han topado con miles de víctimas más e historias convergentes con un denominador común: la impunidad. Eso las llevó a asociarse, a trabajar en conjunto y darse cuenta de que la resistencia se construye con la suma de muchas individualidades enlazadas, como asegura Lucía Díaz, directora y fundadora del Colectivo Solecito, de Veracruz.

Empíricamente han sido abogadas, detectives, agentes ministeriales, excavadoras, antropólogas, genetistas, forenses, activistas y criminólogas. Lo hicieron ante la incapacidad de las autoridades del Estado mexicano de dar una respuesta a esta crisis.

Destapar una fosa clandestina representa sacar a esa persona de la oscuridad, hacer que vea de nuevo la luz. Recibimos cada resto con amor, porque lo último que esa persona vivió fue el terror. Lograr su identificación es restaurarle la identidad y sus vínculos familiares, darle el derecho de ser despedido dignamente, expresa Díaz, quien desde 2013 busca a su hijo desaparecido en Veracruz. Su colectivo descubrió la narcofosa más grande del país: Colinas de Santa Fe, con más de 14 mil restos óseos.

Adriana Baena, del colectivo Los Otros Desaparecidos, de Iguala, que busca a su marido desde 2011, destaca la satisfacción que deja entregar los restos de un desaparecido a su familia: Su rostro de incertidumbre se transforma en certidumbre. En parte es también un proceso de sanación ante nuestro propio dolor.

Advierte la urgencia de restaurar el tejido social que deja este flagelo: Las familias no somos víctimas indirectas, nos han destruido por completo el núcleo familiar. Muchos niños están destruidos, con ansias de venganza: afirman que al ser mayores buscarán a quienes se llevaron a sus padres, para matarlos. Si la autoridad no hace algo, ellos serán los delincuentes del futuro en el país.

El 19 de agosto de 1977, Martha Camacho y su esposo, José Manuel Alapizco, fueron desaparecidos de manera forzada por elementos de la Brigada Blanca en Sinaloa, en el contexto de la guerra sucia. Ella tenía siete meses de embarazo, pero eso no importó. Ambos fueron torturados. En octubre de ese año ella fue liberada. Hasta ahora sigue buscando a su marido.

Académica jubilada de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Camacho subraya que la crisis de desapariciones son una forma más de violencia contra la mujer en este país misógino y machista, pues la mayoría de las mal llamadas víctimas indirectas son mujeres, quienes se quedan solas, con hijos a quienes seguir dando sustento y a la par buscando a sus familiares.

Ana Enamorado, de origen hondureño, busca a su hijo Óscar, desaparecido en Jalisco desde 2010. No ha sido sencillo para ella, pues su condición de extranjera la expone a más falta de interés de las autoridades. Molesta, señala que en ningún foro sobre el tema se habla de los migrantes desaparecidos. Ha enfrentado sola la búsqueda de su hijo y de justicia, acompañada apenas por abogados y pocos colectivos. Nadie busca a los migrantes.

Grace Fernández, de Buscando Desaparecidos México, quienes han realizado pesquisas en Coahuila, Michocán y Tamaulipas, sostuvo que los cientos de mujeres que buscan en terrenos tenemos todas las especialidades: desde abogadas que empezaron a exigir justicia a investigadoras ministeriales que recababan pruebas y antropólogas que pueden identificar un hueso. Lo hemos hecho todo y lo hacemos por amor, es lo que nos impulsa.