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El estante de lo insólito

Lola Beltrán: la voz de una grande

“Juran que esa paloma no es otra cosa más que su alma.” Canción Cucurrucucú paloma, compuesta por Tomás Méndez .

A

los destacados en cualquier campo se le enaltece comúnmente con el título de grandes. En México, los personajes con motes agigantados pertenecen al ramillete de esa fama que se acompaña con el lente virtuoso de la historia patria o el de los iconos del deporte y el espectáculo. Muchos grandes son ensombrecidos por su siguiente generación, se hacen chicos donde fueron héroes y se les ignora donde los bañaban de aplausos. Pero cuando la grandeza es tan legítima como la vigorosa voz que cimbró los escenarios con la lírica de la música vernácula, con una interpretación poderosa salida de una personalidad que abarcaba todo con su sonrisa, su mirada intimidante y sus desplantes de diva, entonces la definición es válida. Así fue Lola Beltrán, La Grande.

Cucurrucucú

Lola nació en Rosario, Sinaloa, pero emigró muy niña a Mazatlán, cuando su madre enviudó. Ahí estudió taquimecanografía y con apenas 18 años cumplidos se fue a la capital para buscar suerte en la afamada radiodifusora XEW, donde comenzó como secretaria, antes de recibir la oportunidad que le dio Emilio Azcárraga Vidaurreta, quien se sorprendió al conocer la voz de una secretaria de la empresa. Eulalio Ferrer y Tata Nacho le dieron su nombre artístico, y otro compositor, Tomás Méndez, le dio el tema que la gente siempre le pidió y más le gustaba cantar: Cucurrucucú paloma. A éste le siguió Paloma negra, ambos éxitos a escala internacional. Los compositores peleaban por su exclusividad y grabó cada canción con un toque particular que era aún más impactante en sus presentaciones en vivo.

La medida de un palacio

El Palacio de Bellas Artes se abrió por primera vez a una estrella de la música popular en 1976, y fue para Lola. El acto generó crónicas que marcaron una época para el espectáculo mexicano. Una figura lo había logrado, una mujer extraordinaria. De ahí se lanzó un álbum doble que encabezó ventas. Repetiría la hazaña al abrir otro portón gigante cuando se presentó en la sala L’Olympia, de París, en 1979. Sigue siendo emotivo ver el video que la muestra en el escenario francés, recibiendo, además, el abrazo, las rosas y la felicitación de la actriz italiana Sophia Loren.

En 1984 condujo su propio programa de variedades llamado El estudio de Lola Beltrán (Televisa). Tenía la seguridad y el encanto para entrar en esos terrenos en los que no había tenido una formacion profesional, como la misma actuación. Cantó con todos porque todos querían cantar con ella: Luis Aguilar, Pedro Vargas, Miguel Aceves Mejía, Javier Solís (con quienes filmó entre otras Camino de la horca, de Chano Urueta, 1962), Juan Gabriel (a quien apadrinó en sus inicios), Vicente Fernández, Marco Antonio Muñiz, Demetrio González, Antonio Aguilar (pareja con duelo de carismas y gargantas en varias películas como Qué bonito amor, de Mauricio de la Serna, 1959) y el mismísimo José Alfredo Jiménez, a quien le grabó varios éxitos y con quien hizo las cintas Camino de Guanajuato (1957) y Guitarras de medianoche (1957), ambas de Rafael Baledón.

Famosa por hacerle bromas a todos en camerinos, en el set, en su casa y en todos lados se reía con ganas mientras inventaba que se enfermaba, que alguien se había muerto, que se le había perdido algo importante que después todos buscaban… Se casó varias veces, pero fue famoso su matrimonio con Alfredo Leal, actor y matador de toros de gran renombre con quien tuvo a su única hija: María Elena. Años después, sin posibilidad de concebir nuevamente, también adoptó a un niño: José Quintín

Una voz para el cine

Lola hizo dueto histriónico y vocal con la gran Lucha Villa en el largometraje de 1964 México de mis amores (Dos mexicanas en México), de Miguel M. Delgado, donde ellas cantan en escenario teatral, automóvil convertible y donde sea, compartiendo con muchos artistas invitados (Javier Solís, Mauricio Garcés, Luis Aguilar, El Gordo Alvarado…) y el coestelar esencial de Julio Aldama en el papel de taxista pocas pulgas. Como comedia es mediana, pero como documento es muy valioso al reunir a las intérpretes.

Lola es la cantante Petra en La bandida (Roberto Rodríguez, 1963), rodeada por leyendas como María Félix, Katy Jurado, Pedro Armendáriz, Ignacio López Tarso, Emilio Indio Fernández y el gran secundario José Chávez Trowe. Lola canta en negro bordado el corrido de María Mendoza La Bandida, al centro del palenque, donde se cruzan apuestas de gallos, pero también de orgullo y destino en refriegas de humo y balas revolucionarias y tiros contreras. Lola canta impecable. Se planta frente a Katy y María, recorre el redondel, acaricia al gallo camino de la muerte que carga López Tarso, se planta frente al Indio con el garbo que pocas mujeres podían mostrar a su altura (El tipo de hombre que entra a una cantina y los hombres temen, a decir de Sam Peckinpah). Termina de cantar y caen decenas de sombreros en una ovación que parece poner en riesgo el inmueble. Así eran las reacciones del público donde quiera que estuviese. Después se sienta junto a Katy y María, y esa imagen queda; tres de las mujeres mexicanas más exitosas sonríen para la cámara, para el público, para los hombres que son poca cosa frente a su corazón y estilo. No menos de eso era su sitio. El fotograma (cinefotografía de Rosalío Solano) es casi como una reverencia.

Foto
Ilustración Manjarrez / @Flores Manjarrez

Fue la firme dueña de cantina Carmen en el drama de fogonazos letales El revólver sangriento (Miguel M. Delgado, 1964), donde sobraban voces para la cantada con Cuco Sánchez, Antonio Aguilar, Irma Dorantes, Juan Mendoza El Tariácuri y Manuel Capetillo. En Duelo en el Dorado (René Cardona, 1969), era la protectora maternal Mónica, compartiendo estelares con Luis Aguilar, Emilio Indio Fernández, Lola Beltrán, Germán Valdés Tin Tan, Eleazar García Chelelo, Roberto Cañedo, Lupita Ferrer Lilia Prado y Cuco Sánchez. Muchos otros largometrajes sobrevivieron a sus endebles argumentos gracias a su baraja musical, como en la cinta Pueblo quieto (Ramón Peón, 1955), donde Lola, Antonio Aguilar y Verónica Loyo reparten canciones.

Es muy distinto el caso de la comedia Tirando a gol (Ícaro Cisneros, 1980), donde la Beltrán es Flor, quien con matraca y sombrero de charro es una entusiasta porrista de las Chivas y se encara con Felipe (David Reynoso), aficionado azulcrema. Los hijos juegan en los equipos del clásico y ellos dirigen a seguidores en pleitos que casi acaban en altercados, de no ser porque los separa la grada. Porristas y familiares de ambos equipos se unen en favor de la Selección Nacional, lo que también abre el camino para que Flor y Felipe comiencen romance y para que ella tenga cantada con mariachi durante una cena con todo y seleccionados.

De otro nivel fueron las exigencias de actuación que tuvo para el largometraje Padre nuestro que estás en la Tierra (Julio Aldama, 1971). Lola interpreta a la señorita Matilde, quien cuida los intereses de la familia Ruiseco. Sufre humillaciones al ser pariente no reconocida. Nadie se acuerda de su cumpleaños, salvo su eterno enamorado, el enano Juanito Rivas (Rafael Muñoz Santanón). Deprimida y con copas de más, pasa la noche con Juanito. De ese encuentro nace Jorge (Manuel López Ochoa), quien crece con su padre y se hace portero de la selección universitaria. Matilde hereda la fortuna, pero no tiene a su hijo con ella, rencontrarlo se vuelve su objetivo y obsesión. El papel es difícil (si bien la cinta es irregular) y Lola se muestra en una etapa de madurez, alcanzando buen desarrollo como actriz.

Mesa con historia

En 1994, como una selección de prodigios del cine, la cultura y la música, Lola se sentó a la mesa de notables donde estaban Katy Jurado, Juan Gabriel, Ofelia Medina, Jorge Russek, Carlos Monsiváis, Amalia Mendoza La Tariácuri, Xavier Marc, José Alfredo Jiménez hijo, en el video musical La media vuelta, de Luis Miguel. Dirigido por Pedro Torres, era el homenaje nostálgico para el cine en blanco y negro que hizo que la música mexicana fuera parte de la vida de todos. Lola aparece vestida de blanco, con gran peinado alzado y una diadema en la frente; Luis Miguel le hace cariño en la barbilla y ella le toma la diestra; después, él sigue y Lola hace un gesto hacia Juan Gabriel, se besa la propia mano y hace una señal de amor y paz, como uno de sus típicos movimientos que parecían mímica sin mensaje cierto. Dos años después de aquel rodaje se iría para siempre.

A Lola la elogiaron en palabra, en discurso o en abrazos varios personajes emblemáticos, como Octavio Paz, Rufino Tamayo, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, José Luis Cuevas, Juan Soriano o Elena Poniatowska. Cantó para reyes y presidentes, grabando una cantidad no precisada de temas, pero son cerca de 300 los que pueden hallarse en sus discos sencillos y antologías. Es aún la cantante más importante en la historia de nuestra música.