De tirar los falsos aprendizajes
a hace 15 mil años, en el norte de India y al pie suroriente del Himalaya en China, el arroz era cultivado en parcelas inundadas donde crecían plantas arvenses o silvestres que fueron progresivamente domesticadas y plantas toleradas por haber revelado alguna utilidad dentro del conjunto.
Para los años 2000 aC el cultivo subacuático era un ecosistema integral del que las comunidades obtenían toda su alimentación y productos medicinales necesarios para reproducirse cada día y por generaciones. Las aguas de los arrozales albergaron numerosos microorganismos como algas y bacterias que retienen el carbono y los nitratos indispensables para el crecimiento de los vegetales, haciendo el papel de fertilizantes naturales; entre los tallos del arroz crecieron tubérculos, hojas acuáticas y granos como el loto y otras liliáceas comestibles; germinaron leguminosas (proteínas de alta calidad) en variedades de frijol de soya; en los bordes húmedos de las parcelas se sembraron hortalizas; las yerbas de desecho que se pudrían en el agua también sirvieron como fertilizantes tras alimentar una fauna acuática que enriqueció las cocinas locales: ciertas serpientes, crustáceos, peces, caracoles, grillos, ranas, tortugas, depredadores de insectos que a su vez saneaban el arrozal. Además, en éste abrevaban patos y pequeños mamíferos herbívoros, fáciles presas de caza, que compartían el bebedero con cerdos, otros animales domésticos y búfalos de tiro que, además de ayudar en la siembra rizícola y saciar su sed en los cultivos, comían la paja del arroz. Sin contar con que sus largos tallos techaron viviendas, dieron cuerpo a mobiliario y los últimos desechos fueron usados como combustible.
Los arrozales acuáticos fueron una entidad completa cuyos elementos se complementaban en un perfecto equilibrio ecológico, del que formaba parte el ser humano con su trabajo manual e intelectual. Esta experiencia milenaria hizo que las culturas del arroz domesticaran más plantas y animales que ningún otro pueblo en la historia y el mundo, como la Capsella bursa pastoris Med, que se come en ensalada pero es considerada mala yerba por otros pueblos, o la azolla destruida sistemáticamente cuando es un helecho fijador, del azote.
El reconocimiento del entorno y el trabajo sobre esta riqueza vegetal y animal dieron unas de las cocinas, culturas y sabiduría de vida más interesantes del mundo. Las que Occidente quiso destruir en una colonización material y espiritual (que no ha terminado), aunque sin conseguirlo por completo, hasta ahora Pues, la continuidad de esta política se evidencia en la acusación sobre el agua de los arrozales de liberar gas metano superior al que producen la industria y los vehículos de motor en el mundo, de tal suerte que se han impuesto monocultivos de riego con fertilizantes químicos, produciendo hambrunas y carencia de vitamina B1, además de empobrecer los suelos. Pero, como la ciencia occidental no es tan estúpida para ignorar la riqueza sustentable del arrozal, sólo revela para quién trabaja y por qué permite a Japón la resistencia simbólica de preservar algunas parcelas en nombre de la cultura ¡! (Continuará.)