Opinión
Ver día anteriorDomingo 14 de julio de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Puntos sobre las íes

Recuerdos // Empresarios (CVIII)

¡V

aya una respuesta!

Una chiquilla de un grupo dejó constancia para el recuerdo con aquella su contestación, estando en la habitación donde convalecía Conchita Cintrón en el hospital Beata Margarita. Ésta les preguntó que hacían en ese cuarto: No nos dejaban entrar y queríamos verte, respondieron.

“El día de mi salida del sanatorio, que por cierto se rodeó de misterio porque Asunción me advirtió que no podía salir antes de las cinco de la tarde, entró en mi cuarto una monjita, trayendo de la mano a una niñita de cuatro o cinco años, que hacía un año estaba en el sanatorio.

“Es tan graciosa –me dijo la hermanita–. Dile a Conchita –le suplicó la religiosa– lo que vas a ser cuando seas mayor.

“La niña estaba cohibida.

“–Anda –insistió la monjita–, díselo.

“Mientras tanto, la monja me cuchicheó:

“Dice que quiere ser monja, ¿verdad que tiene gracia?

“–Quiero ser –dijo decididamente la niñita con repentina confianza– torera.

“¡Lo que puede el ambiente!

“El misterio que rodeaba mi salida empezó a desvanecerse con la llegada de Carlos, Nicolás y Ricardo, tres charros amigos, y acompañada por ellos, Asunción y Ruy, salí del hospital.

“Al llegar a la calle fui sorprendida por unos mariachis, cantando Consuelito de mi vida. A los acordes de las guitarras subí al coche, despidiéndome de las monjitas que, sonrientes, nos vieron partir.

¿A dónde íbamos? Se aclaró el misterio. ¡A una charreada! En la típica placita nos esperaba un grupo de caballistas que echaron su característico grito al ver nuestro coche. La fiesta duró hasta que el cielo se cubrió de estrellas y las figuras de nuestros amigos eran apenas unas siluetas en una noche de luna. ¡Qué maravillosa manera de salir del limbo de un sanatorio y regresar al mundo de las realidades!

***

“En la Guadalajara de esos tiempos podían alquilarse unas pequeñas avionetas. Eran unos aparatos increíbles, donde debían subir cinco personas, pero cabían siete y viajaban –dejando en este caso el equipaje– hasta ocho pasajeros. Recuerdo haber hecho un viaje en una avioneta de éstas sujetando todo el tiempo dos alambres que hacían cortocircuito. Y otra vez pasamos minutos turbulentos, porque no funcionaba el sistema de bajar el tren de aterrizaje.

Tuvimos que abrir la ventanilla para intentar ver las ruedas y como por allí no conseguimos ver nada, levantamos la pasadera y descubrimos, felizmente, que por las grietas del suelo se veían muy bien.

“Los pilotos de esas carreras tenían larga experiencia de la región, mas a pesar de ello uno me hizo pasar un mal rato cuando subíamos por una cañada, en vez de pasar por encima. Yo iba con la marquesa de Cadaval y sus dos hijas en una avioneta y en otra, que iba adelante, seguían Asunción, Ruy y la cuadrilla. Me fijé que las alas del avión en que iba mi maestro, rozaban la montaña, mientras sus ruedas afeitaban los arbustos.

“–¿Por qué anda tan bajito y tan cerca de la montaña aquel avión? Le pregunté a nuestro piloto.

“–Porque al piloto le gustan las emociones –me explicó–, pero se va a matar, como se mató su hermano, que también volaba así.

“No respiré mientras no llegamos al aeropuerto, un potrero lleno de ganado.

“–¿Cómo bajamos? –murmuré sin gran preocupación, pues ya estaba acostumbrada a semejantes consecuencias.

“–Muy fácil –contestó el aviador.

“En resumen, pasamos sobre el ganado, volando muy bajito y con la sirena a todo gas –los aviones venían provistos de estos artefactos–. El ganado se espantó y a la otra vuelta bajamos entre miradas bovinas.

“Volando así, llegamos a la playa de Santiago, un bellísimo lugar, donde fui al salir del sanatorio a descansar unos días. La playa de fina arena blanca queda a la vera del manso Pacífico y sobre ella bailan las sombras de palmeras y cocoteros, que una sierra, muy bajita, protege del viento. Sobre los picos de las verdes cuestas aparece el sol, tiñendo de rojo al cielo azul y de azul el agua clara.

Es un verdadero paraíso de ambiente tropical y calmo, donde el mar, cuando se aleja un poco de la playa, hierve de tiburones. Lugares como este, que no figuran en el mapa, fueron los culpables de mi desilusión cuando el destino me condujo a playas de gran renombre.”

(Continuará)

(AAB)