Viernes 12 de julio de 2019, p. 16
El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) de 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford (OPHI, por sus siglas en inglés) revela grandes desigualdades en la manera en la cual se experimenta la pobreza entre países y quienes se encuentran en esta situación.
Desde Nueva York, Estados Unidos, donde fue presentado este material, el Administrador del PNUD, Achim Steiner, explicó que para combatir la pobreza se requiere saber en dónde viven las personas que padecen esta situación, pues no están distribuidas uniformemente en cada país, ni siquiera dentro los hogares
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El IPM evalúa tanto la incidencia como la intensidad de la pobreza individual, entendida como la carencia en salud, edu-cación y estándar de vida. Su medición no considera el ingreso, una persona está en pobreza multidimensional si le falta un tercio de los indicadores.
México ocupa el lugar 35 de 101 países y el 11 de 19 en América Latina y el Caribe con 6.3 por ciento de población en pobreza multidimensional, mayor que en Colombia (4.8 por ciento) y Brasil (3.8 por ciento), pero menor que en El Salvador (7.9 por ciento) y Perú (12.7 por ciento).
La agencia de la ONU aclaró que las fuentes de información y los criterios que utiliza el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) son distintos a los usados por el PNUD y OPHI.
El PNUD reporta que la educación en México es la mejor evaluada, pues una de cada 10 personas presentan carencias. Mientras, en el estándar de vida, casi dos de cada 10 individuos tienen privaciones. A escala mundial, el IPM de este año muestra que más de dos tercios de las personas en situación de pobreza multidimensional –886 millones– viven en países de renta media. En tanto, 440 millones viven en países de renta baja.
Para ambos grupos, los datos analizados muestran que los promedios nacionales pueden ocultar una enorme desigualdad en los patrones de pobreza.
Los niños y niñas sufren una pobreza más intensa que los adultos y tienen más probabilidades de padecer carencias en los 10 indicadores del IPM al faltarles acceso a agua limpia, saneamiento, nutrición o educación primaria.