Cerca de 25 mil personas ovacionaron a la catalana en su regreso a España tras conseguir el éxito mundial
Viernes 12 de julio de 2019, p. 6
Madrid. Calor y paciencia en la peregrinación de la tarde del miércoles para llegar al Mad Cool por las diversas opciones de acceso. Pero sin mayores contratiempos para acceder a esta welcome party que ejerce como calentamiento previo del festival que oficialmente comenzó ayer.
Los ritmos contagiosos de bandas como Metronomy o The Cat Empire fueron las encargadas de recibir a la concurrencia desde media tarde, aunque fue la catalana Rosalía la que ejerció como magnética anfitriona y plato estelar al congregar ante sí a la mayor cantidad de público (muy entregado) de la jornada.
Mucho ha cambiado Rosalía Vila (San Esteban de Sasroviras, Barcelona, 1993) desde que el pasado octubre presentara su segundo álbum, El mal querer (2018), ante 11 mil fans en un concierto gratuito en la Plaza de Colón de Madrid. Aquella fue algo así como la llamada al resto del mundo. Y el resto del mundo atendió.
Así regresaba este miércoles a Madrid, convertida en una realidad internacional a la que el New York Times acaba de culpar
del éxito global de la música en español. Y se basa para afirmar eso en el impacto de Con altura, su reguetón con J Balvin y El Guincho, que supera los 500 millones de visualizaciones en YouTube y 166 millones en Spotify.
No le falta razón al diario neoyorkino, en cualquier caso, pues en lo que va de año la barcelonesa se ha presentado ya en directo en Lollapalooza –Argentina y Chile–, México, Estados Unidos –incluyendo el cacareado Coachella–, Marruecos y festivales europeos de la talla de Glastonbury, Werchter, Roskilde, Open’er o Down the Rabbit Hole.
Ambición de conquista
A tenor de este listado, no cabe duda de la ambición internacional de la conquista de Rosalía, quien no se olvida de España y se presentó el miércoles ante cerca de 25 mil personas en esta fiesta de bienvenida hecha a su medida para su lucimiento en el enorme recinto de IFEMA-Valdebebas.
Lo cierto es que Rosalía ha crecido mucho desde aquella llamada al resto del mundo desde el centro de Madrid, pues en este tiempo no ha dejado de lanzar temas de apertura y de variados estilos como el mencionado Con altura y otros también exitosos como Aute cuture, sus colaboraciones con (otra vez) J Balvin en Brillo o James Blake en Barefoot in the park, así como la rumba catalana Millonaria –en este caso cantada fugazmente casi a capela junto al público y, sí, claro, en catalán.
Todos esos temas sonaron para el público del Mad Cool, y todos ellos constatan el progresivo alejamiento de la influencia más reconociblemente flamenca de El mal querer y también de su debut Los Ángeles (2017). Tal es su vocación global que se despega de todas las etiquetas y se adentra con decisión en la música urbana mientras, al mismo tiempo, reivindica la rumba catalana y mantiene un pie bien anclado en la tradición.
Acompañada por el productor El Guincho –que no para de lanzar beats y loops contundentes– en la parte musical y flanqueada por un rotundo equipo de bailarinas, Rosalía transmite poderío escénico con esas versátiles coreografías que mezclan elementos folclóricos de la España cañí con movimientos contemporáneos –el gentío aúlla, y mucho, con su twerking. Y, para equilibrar su propuesta, no se olvida aún de esa faceta más tradicional en la que canta a capela Catalina dejando al público en silencio en, quizás, el mejor y más aplaudido momento de su vigorosa actuación –en competencia con Te estoy amando locamente, de Las Grecas en versión electrónica.
A pesar de su actividad constante de los meses recientes, el tronco del recital todavía está enraizado en El mal querer y composiciones ya tan asentadas entre el gentío como Pienso en tu mirá, De aquí no sales –con esos tubarros desafiantes atronando como base–, Bagdad o el celebrado cierre con Malamente. Al final, es su fiesta, así que como buena anfitriona ejerce.
Se puede debatir mucho sobre la cargante omnipresencia de Rosalía en nuestras vidas durante el año reciente, pero lo cierto es que se metió al público en el bolsillo desde el primer minuto y lo remató una hora después con ese ¡trá trá!
asumido por toda una nueva generación como grito de guerra colectivo.
Tras la barcelonesa, el festival siguió latiendo con un cambio de tercio gracias al electropop con pegada de Lykke Li –muy festejados Sex Money Feelings Die y su hit I Follow Rivers-, a la que siguió el músculo guitarrero de Bring Me the Horizon, antaño más rock alternativo y ahora no exento tampoco de programaciones electrónicas en un interesante giro de su sonido clásico.