Opinión
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El desfiladero
E

l lunes próximo, 1º de julio, se cumple un año del enorme encuentro. Una campaña de lustros montó sin saberlo al caballo de la hacienda en noviembre de 2017 al presentar Andrés Manuel su Proyecto Alternativo de Nación 2018-2024. Destacó entonces su propósito de acabar con la corrupción: un mar purulento de una dimensión mil veces mayor de la que podía suponerse. La campaña fue de esa fecha a fines de junio de 2018 marchando tenaz e incansablemente, forjando la hazaña de despertar una esperanza colosal en las mayorías excluidas de la historia. Nadie esperaba ver y oír la magnitud de ese sentimiento, estallando en un alud de votos que cambiarían el cariz del tiempo neoliberal, donde sólo había espacio para la sociedad privilegiada de consumo, para los grandes capitanes de industria, para los parásitos financieros, para las fuerzas políticas que daban soporte al statu quo.

Muchas cosas, muchas decisiones, empezarían a ser distintas por la forma y por los contenidos. Pero, en consonancia, la durísima oposición ha sido también áspera, enconada, ingente. Entre la inmensa esperanza y la férrea oposición, el gobierno del presidente López Obrador camina por un escabroso desfiladero. Las carencias son tantas y tan antiguas que todo lo que haga el gobierno es poco, y eso mismo constituye una afrenta insoportable para la oposición mediática y para la patronal mexicana y extranjera que espera cada día el fin de la locura y la urgente vuelta a la normalidad: el neoliberalismo del subdesarrollo con su alto grado de exclusión. Si no ocurre una catástrofe, ese caminar por el desfiladero será una muy probable constante durante el sexenio.

El Presidente se equivoca respecto de su propio programa de justicia social, cuando dice yo tengo licencia, tengo permiso en mi partido, no estoy participando en cuestiones partidistas, tengo la encomienda de representar a todos los mexicanos. Tal postura puede ser candidez liberal y no más. Toda la oposición mediática y empresarial es partidista: en favor de los partidos (presentes y futuros) que sirven a los privilegiados. Esa oposición velará armas en presente continuo; estará alerta en la búsqueda permanente de eventuales grietas en el gobierno, colarse por ellas y hacer todo el mal posible y desmoronar al gobierno si ello está a su alcance. La defensa del Presidente está entre los esperanzados. Es un error dejarlos volverse consenso pasivo. Morena buscó construirse como movimiento-partido, ese propósito debiera no sólo conservarse, sino agrandarse. Es la defensa del presente y del futuro, es la defensa de los esperanzados, es la defensa de la justicia social por hoy en sus prolegómenos. Atención, el desfiladero puede convetirse en emboscada.

El Presidente no debiera perder de vista que los miles y miles que llenan las plazas a las que acude, van movidos por la esperanza, no por la satisfacción de carencias colmadas. Y aunque lo último que muere es la esperanza: muere. Y puede morir antes de la satisfacción de las expectativas. El riesgo es alto; por eso la movilización, el movimiento, es imperioso, ayuda a mantener la expectativa porque lo que activa al movimiento son sus razones de ser, su entendimiento activo, su posición enérgica tras las metas de la justicia social del programa del gobierno.

El lunes próximo 1º de julio, el Presidente hará en el Zócalo un informe clara­mente dirigido a los esperanzados. Es ocasión para renovar la esperanza que yace en los desposeídos; pero esos discursos son también los de la ampliación de la brecha entre la expectativa y su satisfacción. De otra parte, el discurso debiera despejar dudas sobre problemas reales o construidos por la oposición. El Presidente no debe permanentemente responder yo tengo otros datos; qué bueno que así sea, pero es imprescindible compartirlos con la sociedad con la precisión esperada en un jefe de Estado.

Acaso el tema más álgido sea el multiseñalado asunto del desabasto de medicamentos en el sector público de salud. Fue hecha a un lado la red monopólica de distribución de la mayor parte de esos bienes primordiales, pero todo parece indicar un alto desabasto debido a la falta de sustitución de esa red por una fiable, efectiva. Información real sobre ese problema y vías de pronta solución son indispensables. Los modos de la austeridad o del control de los canales corruptos parecen estar actuando contra la salud de cientos de miles de mexicanos desvalidos: no puede ser.

Han estado expresándose quejas en el campo de la educación, en todos sus niveles, y en los programas para la ciencia, la innovación tecnológica, la cultura. El uso del Palacio de las Bellas Artes para homenajear a un personaje, probablemente ominoso, de la Iglesia de La Luz del Mundo, fue un hecho deplorable para un Estado laico que sin necesidad padece con esa manga ancha.

El aparentemente alto subejercicio de los recursos públicos es grave para los excluidos. El gobierno sólo puede avanzar acompañado por los llenos de esperanza bien organizados.