Opinión
Ver día anteriorViernes 17 de mayo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El estante de lo insólito

El boxeo: los héroes tienen guantes

Foto
Ilustración Manjarrez / @Flores Manjarrez

Se ven sombríos, pálidos, agrios, lacios e impacientísimos, contienen con mucha dificultad impulsos evidentes de venganza criminal. Un pequeño ejército de especialistas los ha preparado minuciosamente durante semanas y semanas, y los ha convertido en maquinarias casi perfectas para la violencia y el destrozo; del hígado a las manos, de la frente a los pies de cada uno es un hombre tranquilamente mortífero (…) Hoy en la noche ganarán algún dinero del que verán aparecer en su bolsa, si bien les va, la tercera parte.

Ricardo Garibay. Las glorias del gran Púas.

L

a popularidad del boxeo en el mundo tiene historia, análisis multidisciplinarios, crónicas de la grandeza, el heroísmo y la barbarie, canciones, cine, literatura, historietas, videojuegos, apostadores, emporios del entretenimiento y millones de practicantes que piensan en convertirse en uno de los grandes. Comenzó en galerones, cantinas, bodegas de contrabando, teatros de barrio o carpas mal apuntaladas, antes de que fuera deporte de aspiración y mercadeo internacional. De los pleitos cazados a puño limpio a las vendas suaves, de las guanteletas de cuero crudo a los guantes acolchados, el boxeo es uno de los deportes más practicados de la historia. Por gusto, por necesidad o por superación, convoca a atletas, aficionados y negocios, y puede, como en el caso de México, sacudir a un país por completo. Se dice que mientras haya pobres, habrá boxeo, pero ya no es sólo nicho de los que pegan para vivir (aunque sean los más), también es práctica fitness y desarrollo deportivo de alto rendimiento que no necesariamente llega al profesionalismo. A subirse al ring con lo que sigue siendo un arte de combate mayor.

La oportunidad y los honores

En Ficción y realidad del héroe popular (Conaculta y Universidad Iberoamericana, 2001), Tiziana Bertaccini explica cómo el boxeo se fue convirtiendo de una actividad con continua censura y reprobación, en uno de los considerados el noble arte de la autodefensa, al adquirir la reglamentación de una disciplina legal (el documento definitivo para alcanzar aprobación internacional lo hizo John Solto Douglas, el marqués de Queensberry en 1887). El camino de los pobres que hacen destino a golpes tenía otra consideración en la antigüedad. Dice Tiziana: En la antigua Grecia, a través del boxeo se exaltaba el honor de la familia, de la patria o del clan, nunca fue un medio para eludir la pobreza.

Las voces y las leyendas

Al boxeo se han dedicado plumas como Julio Cortázar, Ernest Hemingway o Norman Mailer, con el análisis de las ansias del púgil por ser, no sólo el mejor, sino simplemente ser, ubicarse socialmente a través de las victorias que le significarán una posición en una pirámide que lo desprecia por cuna. No es gratuita la frase que decía que los negros se hacen boxeadores para pegarle legalmente a los blancos, condición de la que Mailer escrudiña con maestría en su imprescindible relato La pelea, en la cual recuerda que: Si el contrato social de la represión africana había sido la tradición, el negro norteamericano con ideal político se vio obligado en su lugar a vivir según una disciplina revolucionaria tan pulverizadora para el alma como la búsqueda de la buena forma física por parte de un boxeador. Cassius Clay hizo la gran postura política al arrojar su medalla olímpica al río. Medallista olímpico dorado para su país, no podía comer en un buen restaurante por ser afroamericano. Era una gloria deportiva, pero en las leyes de casa seguía siendo un paria social. Así nació Muhammad Ali.

El México de cada round

El boxeador Francisco Cabañas ganó la primera medalla (plata) para México en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, 1932. No es casualidad que la primera presea la dieran los guantes, ya que nuestro país es referente del boxeo y sólo Estados Unidos lo supera en campeones mundiales. La enseñanza, práctica y competencia de nuestros peleadores es modelo de trabajo y éxito, algo de lo que no podemos presumir en otros deportes, en los que siempre se intenta. El boxeo mexicano hace, logra objetivos, encumbra a sus prospectos y ha forjado leyendas del cuadrilátero. Con el profesionalismo del boxeo femenil, México ha confirmado su clase con muchas peleadoras encabezando títulos y clasificaciones.

Fue en 1868 cuando el coronel estadunidense Thomas Hoyer inauguró una escuela de combate en México. Centrada principalmente en el uso de armas de fuego y aceros (espadas, floretes…) que se empleaban en los duelos de honor, también tenía pugilismo. Tras el porfiriato y asentada la cruenta era revolucionaria, los deportes tomarían importancia, particularmente el boxeo, el beisbol y el futbol. Antes de los cinturones que distinguían a los campeones, se colocaban listones, parte de lo que organizaban las primeras agrupaciones formales del boxeo. Un dato curioso es que se tardó mucho en tener un reglamento completo que considerara todos los elementos en torno a las peleas. En principio se otorgaban las victorias por rendición o knock out, sin límite de asaltos. En 1923, Jimmy Dundee Dundee y Mercy Montes protagonizaron un combate en México que fue a los récords con 53 rounds de intercambio de metralla. Algo inhumano.

Alejandro Aguilar Reyes Fray Nano, fue fundador de la primera Comisión de Box y de la Liga Mexicana de Beisbol (actualmente un parque de pelota lleva su nombre). Además, fundó la primera publicación deportiva del país: el periódico La Afición, (presentado en 1930). Con la radiodifusora XEB lanzó un evento fundamental para los nuevos prospectos: el torneo Guantes de Oro. El Consejo Mundial de Boxeo (CMB) se fundó en México impulsado por el escritor Luis Spota, quien con Rafael Barradas Osorio también creó en 1959 la Honorable Comisión de Box y Lucha del Distrito Federal

Y cuando corra cámara lo noqueas

Los cómicos nacionales han tenido varios de sus mejores momentos boxeando, como Cantinflas en el cortometraje El boxeador (Fernando A. Rivero, 1940), donde un asunto de honor lo metía en ring contra Ángel (Estanislao Shellinsky), y en la deliciosa Caballero a la medida (Miguel M. Delgado, 1954), donde le enseñaba a boxear al fornido prospecto Chucho (Wolf Ruvinskis). Mientras, Tin Tán usó guantes en películas como El revoltoso (Gilberto Martínez Solares, 1951) o El sultán descalzo (Gilberto Martínez Solares, 1956).

Hay clásicos como Campeón sin corona, de Alejandro Galindo (1945), sobre la vida del talentoso pero inseguro boxeador Roberto Kid Terranova (David Silva), quien va subiendo de categoría y logros hasta enfrentar al insufrible campeón Joe Ronda (Víctor Parra). La crónica de Terranova es la del éxito que no ajusta en los zapatos de quien se forma en la adversidad y que triunfa contra su gusto, huraño de un éxito que siente que no le va porque, tragedia del pueblo oprimido, no cree merecerlo. Está inspirada en la auténtica tragedia deportiva y personal de Rodolfo Chango Casanova, quien apareció en varias cintas, como en El gran campeón (Chano Urueta, 1949), donde compartió con otro legendario: Luis Villanueva Kid Azteca, quien salía como triturador del encordado en Kid Tabaco (Zacarías Gómez Urquiza, 1955). David Silva repitió el modelo de Terranova en muchos largometrajes, entre ellos El amor no es ciego (Alfonso Patiño Gómez, 1950), donde era Pancho Kid. El cineasta Alejandro Galindo también puso cámara en el cuadrilátero para otras tantas cintas como El último round (1950).

La saga de Pepe El Toro (Pedro Infante), culminaba con la fabulosa pelea que éste sostenía contra Bobby Galeana (Wolf Ruvinskis), el adversario que fulminó a su amigo Lalo Gallardo (Joaquín Cordero) en la cinta que cerraba la trilogía del personaje en 1952 con dirección de Ismael Rodríguez. Wolf y Cordero volvieron con asiduidad y fortuna a los personajes de fistiana, como Cordero en El boxeador (Gilberto Gazcón, 1958) o Ruvinskis en Dinamita Kid (Federico Curiel, 1962). Estrellas como Javier Solís (Un tipo a todo dar, de Fernando Cortés, 1962, o Campeón del barrio /Su última canción, de Rafael Baledón, 1964) o Gonzalo Vega (Ángel del barrio, de Luis Estrada, 1980, y Nocaut, de José Luis García Agraz, 1984), también boxearon para la pantalla. Raúl Ratón Macías hizo El Ratón (Chano Urueta, 1956), y hubo películas en que se reunía a muchas figuras, como Guantes de oro (Chano Urueta, 1959), con Rodolfo Chango Casanova, Luis Villanueva Kid Azteca, Rodolfo Ramírez El Rielero, Firpo Segura, Luis Arizona El Hombre de la Macana, Luis Castillo El Acorazado de Bolsillo, Nicolás Morán El Chintolo y Tomás López El Conscripto, entre otros. Buscando un campeón (Rodolfo de Anda, 1980) repitió la fórmula de peleadores legendarios que enseñan a un novato. En el cine nacional solían narrar Julio Sotelo, Ramiro Gamboa y El Mago Septién, mientras las peleas las anunciaba Antonio Padilla Pícoro.

Rubén Púas Olivares hizo varias películas (entre otras Llanto, risas y nocaut, de Julio Aldama, 1973, y Qué viva Tepito, de Mario Hernández, 1981), incluido el relato fílmico derivado del gran libro homónimo de Ricardo Garibay, Las glorias del gran Púas (Roberto G. Rivera, 1984). Es interesante El mexicano (Mario Hernández, 1977), con el peleador Felipe (Jorge Luke), defendiendo el honor patrio contra Danny Wall (Héctor Bonilla), basado en el cuento homónimo de Jack London. También son imperdibles los documentales de dos de los más grandes de la historia mundial: Julio César Chávez (JC Chávez, de Diego Luna, 2007) y Juan Manuel Dinamita Márquez (Libra X libra, de Rodrigo León, 2012) y el que recoge a la baraja brillante del boxeo yucateco Miguel Canto, Juan Herrera, Gustavo Guty Espadas, Freddie Castillo y Lupe Madera en Los últimos héroes de la Península (José Manuel Cravioto, 2008). En ficción, las piezas más recientes con el boxeo como protagonista son El mar muerto (Ignacio Ortiz Cruz, 2010) y Bayoneta (Kizza Terrazas, 2018).