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Corralitos es un páramo tras tiroteo hace 4 meses

La mayoría de habitantes huyó; sólo asisten a la escuela 11 de 82 alumnos

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▲ Uno de los pocos habitantes que se quedaron en Corralitos hace parada al autobús que va del municipio de Leonardo Bravo, a Tlacotepec, Guerrero.Foto Sergio Ocampo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 14 de octubre de 2018, p. 23

Leonardo Bravo, Gro., Cuando el autobús se detuvo en Corralitos, municipio de Leonardo Bravo, el chofer abrió la puerta del vehículo y preguntó: ¿Viene algún maestro para Corralitos?, una profesora que viajaba hacia la cabecera municipal de Tlacotepec, le respondió: Hoy no, tal vez la próxima semana.

El hombre que le había hecho la parada al camión –que transportaba unos 30 profesores de Chilpancingo a Tlacotepec, custodiados por la policía estatal– es uno de los pocos que no huyeron de Corralitos después de un enfrentamiento ocurrido allí el 9 de junio pasado. Hasta ese día vivían en el poblado 585 personas.

Ese día, narró, se enfrentaron dos grupos de la delincuencia organizada en una casa, ubicada a la orilla de la carretera federal que lleva de Chilpancingo a Tlacotepec, a la altura de Corralitos; allí perdió la vida el comisario y dos presuntos pistoleros. El 11 de junio encontraron dos camionetas del Ejército Mexicano clonadas e incineradas.

“La balacera duró varios minutos y las detonaciones se escucharon hasta mi casa que está a unos 50 metros de aquí –señaló con la mano–; hasta ahí se sentían los bombazos, todo se cimbraba, como si estuviera temblando. Sólo yo y una señora nos quedamos; los demás dejaron el pueblo”, recordó. Muy pocos han regresado.

De retorno de Tlacotepec –destino final de los 30 maestros enviados por la Secretaría de Educación del Estado de Guerrero para iniciar el ciclo escolar 2018-2019– un grupo de mujeres y sus esposos esperaban a los reporteros.

Queremos que nos ayuden, que le digan al gobierno que no tienen clases nuestros hijos; de 82 alumnos que acudían antes de la balacera, en la actualidad sólo lo hacen 11, dijo una de las mujeres.

Después condujeron a los periodistas a la primaria Lázaro Cárdenas. Allí, Azucena, una de las madres, explicó: “Mire, a ese salón le quitaron el techo. Nos dijeron que se iba a construir un aula de seguridad (única en la entidad), para que los niños estuvieran protegidos si hubiera un atentado (balacera), como el de la otra vez (del 9 de junio), que duró como tres días”, agregó.

“Pero tiene casi un mes que paró la obra, y en uno de esos dos salones acudirían los más de 36 niños de primaria, más 26 del kínder Salvador Díaz Mirón, más los de la telesecundaria Álvaro Obregón, pero luego de las balacera se fueron saliendo.

Yo estaba en Morelos, y me regrese con mis tres hijos porque me dijeron que ya iba a haber clases aquí en Corralitos. Uno pasó a sexto año, tengo una en cuarto y otra niña que va en tercero de jardín de niños; si no hay clases perderán el año, lamentó.

De su esposo dijo: El susodicho me dejó; yo vivo de la venta de la fruta de temporada, como la pera, pero la gente ya no pasa por la carretera. Toda la fruta se echó a perder, algunos sacaban hasta 40 cajas y cada una se vendía a 80 pesos. Los compradores venían de Chilpancingo y del pueblo de Corral de Bravo. Los puestos estaban a la orilla de la carretera, donde se vendía dulce de ate y almíbar.

Corralitos pertenece al municipio de Leonardo Bravo y está en el límite con el de Tlacotepec. Es un punto estratégico de tráfico de goma de opio a Chilpancingo, Iguala y rumbo a Morelos, entre otros puntos.