El poder central no se ha utilizado para acotar a poderes fácticos
El aspirante del tricolor se define como un admirador de la izquierda
y rechaza ser parte de la galería del horror
del PRI. Considera que es buen momento para refundar a su partido y que está obligado a llamar a todos los priístas que se fueron en su momento al PRD y ahora a Morena”
Martes 20 de marzo de 2018, p. 30
El más joven de los contendientes por la jefatura de Gobierno capitalino, Mikel Arriola, sentencia: en la Ciudad de México gobierna el caos, las desarrolladoras
; se deslinda del partido que lo postula: no soy parte de la galería del horror del PRI
, y se define, contrario a todo lo que se piensa de él, como un admirador de la izquierda.
La izquierda es moderna, es equitativa; la izquierda es progresista. Ya no queremos partidos con estructuras territoriales que secuestren recursos públicos, que condicionen los apoyos.
–Todo lo que me acabas de enumerar, incluyendo la compra de votos, lo inventó el partido al que representas. ¿No te parece un gesto muy cínico de tu parte reclamar esto que es parte de la herencia priísta?
–Vivimos en una etapa en la que, desgraciadamente, el partido es inexistente en la ciudad, pero también es una buena oportunidad para refundarlo, para replantearlo y para reintegrar a muchos priístas que son honorables y tienen prestigio, que desgraciadamente se alejaron del partido porque dejó de ser, primero, un mecanismo competitivo, y después, un partido donde se hiciera política de la buena.
“El PRI tuvo un momento profundamente complicado en 1997; después de la crisis económica vino el primer castigo electoral y perdió la ciudad. El partido no tiene estructuras, la ciudad sí tiene priístas, pero en este momento no están en el PRI y yo estoy obligado a llamarlos a todos. Se perdieron muchas organizaciones, que se fueron en su momento al PRD y ahora a Morena.
“Créeme que yo tengo las mejores credenciales académicas en esta contienda y lo que sí te puedo decir es que no por ser el candidato del tricolor automáticamente paso a ser de la galería del horror del PRI. Con el PRI en la ciudad se han construido las únicas obras de infraestructura con las que estamos ahorita agarrados de las uñas. Yo no asumo los errores del pasado priísta como míos; yo no soy Javier Duarte, yo no soy Roberto Borge. Lo subrayo: yo soy un administrador y creo que hoy la infraestructura que tenemos es ya insuficiente, pues fue producto de obras que se generaron con gobiernos priístas, y eso es algo que no puede decir la izquierda.”
Riesgo, el vacío de poder
–¿Cómo sucede eso de que te conviertes en candidato tan de repente? ¿Quién te dice? ¿Quién te llama para ser el candidato?
–En el IMSS hice, más o menos en dos años, 180 giras por el país y me daba cuenta que había problemas también de capacidad administrativa en los estados, y me decía: si estos perfiles llegaron a ser gobernadores, ¿por qué yo no puedo gobernar mi ciudad? Sé cuáles son los problemas, los sufro, pero jamás voy a ser militante del PRD o de Morena y en el PRI estaba cerrada la puerta a los simpatizantes. Eso fue en agosto y se me quedó la idea.
–¿Cuál es la idea? ¿Más gobierno o más mercado?
–En la ciudad, sin duda más gobierno, porque vivimos un mercado malo. El mercado, cuando el gobierno es fuerte y cuando da buenas señales, es un buen instrumento en el que se puede confiar, pero cuando hay vacíos de poder el mercado puede ser un generador de muy malos incentivos. Hoy sí hay un mercado inmobiliario, pero venden los permisos, y eso nada tiene que ver con la izquierda, derecha o con el centro; tiene que ver con la ética de un gobierno. Hay mercado, sí, de cambio de uso de suelo y es totalmente opaco. El mercado por sí solito puede generar muchos desequilibrios y las decisiones las toma el gobierno.
–¿Quién gobierna hoy en la ciudad?
–Los poderes fácticos…, bueno, un poder fáctico y otro poder formal. Primero gobiernan los proveedores de la ciudad y segundo los delegados a partir de intereses económicos, y entonces gobierna el caos. No se ha utilizado el poder central para poner límites a estos poderes y esto es lo que genera deterioro en la movilidad, en el suministro de agua, en el desarrollo urbano y en seguridad, sobre todo, asunto este último que más preocupa, seguramente, a nueve de cada 10 capitalinos.
–¿Mikel Arriola argumenta que la Ciudad de México es un barco sin destino porque no hay política pública de nada?
–Todo es inercial, de ocurrencias e inercias que generan vacíos que ocupan, como decía, dos actores poderosísimos en la ciudad: los proveedores, las empresas desarrolladoras, y los delegados. Ahí se juega hoy el poder político en la ciudad. ¿Por qué? Porque hay un vacío de gobierno. Yo reto a cualquiera a que me diga cuál es la política en materia de seguridad.
Reto a cualquiera a que me diga cuál es la política de movilidad; yo reto a que alguien me diga cuál es la política ambiental de la ciudad y también cuál es en el caso de la vivienda o del agua. Vivimos en la ciudad de la inercia; es una ciudad que afortunadamente, casi milagrosamente, se ha generado una especie de autoadministración por los vecinos y por grupos organizados en las empresas, pero ha sido un desperdicio no gobernarla, porque gobernándola, administrándola, se pueden hacer muchas mejoras.
–¿Eres administrador?
–Sí, lo que se necesita es administración y esta ciudad ha tenido el infortunio de tener muchos políticos que a la hora que se sientan en el escritorio no tienen la más mínima idea de administrar. El gobierno no es para subir a un podio a dar discursos; el gobierno es para garantizar seguridad y para proporcionar buenos servicios.
–El jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, reniega de lo político.
–Pues no lo sé, y la política sirve mucho para administrar bien. Voy a contar una experiencia: yo tuve que hacer mucha política con sectores muy poderosos de la industria farmacéutica, pero después me tocó el segundo sindicato más grande del país y me tocó hacer mucha política con él, con 750 mil trabajadores; ahí se tenía que hacer mucha política. Hice política en la Secretaría de Hacienda, de mi escritorio salían los paquetes económicos que a mí me tocaba negociar; negocié reformas fiscales con diputados y senadores entre 2007 y 2009, entonces, un técnico y administrador es posible que aprenda política, pero un político es muy difícil que aprenda administración, y cuando le toca gobernar y administrar, si no administra, el ciudadano es el que sufre. Eso es lo que pasa en al Ciudad de México.
Nos estamos jugando el modelo
Nos estamos jugando el país en 2018; nos estamos jugando el modelo y se van a tomar decisiones que van a cambiar, para bien o para mal, el destino del país a corto y mediano plazos, y también en el largo. Yo asumo que no se puede estar detrás de un escritorio en 2018; yo se lo planteé al líder de mi equipo de trabajo, a José Antonio Meade, el día que me anuncia que es el candidato a la Presidencia. Entonces le digo que quiero ir por la ciudad y que se lo voy a plantear al presidente. El presidente aceptó mi renuncia.
Mikel Arriola dice que el orden le da tranquilidad mental y al echar mano de los recuerdos, de su formación, explica que tuvo una etapa difícil en su vida, en la adolescencia: mis padres se separaron y yo me refugié en el deporte, en el círculo de amigos del deporte. Ir a los Panamericanos, ir al mundial juvenil, al grande, pude cubrir muy bien esta etapa con el deporte, porque además me generó la costumbre de competir, de ser mejor que el otro y de hacerlo conforme a las reglas y sin trampas. El deporte ha marcado mi vida y ahora me sirve como desfogue de presiones
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El candidato del PRI al Gobierno de la Ciudad de México cuenta que su abuelo llegó del País Vasco en 1929 y que abrió el Frontón México como pelotero profesional. Su abuelo nació en el séptimo año del siglo pasado y recuerda que se retiró del jai alai en 1950. Del jai alai, cuenta Arriola, salió para que mi papá tuviera título profesional y por ello nos dio a nosotros educación.
–Y si llegaras a perder, ¿volverías a competir?
–Sí, sin duda, es como el deporte: uno siempre juega para ganar, siempre hay que jugar para ganar y hay que asumir todas las consecuencias de la contienda.