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Fue asesor de Ferdinand Marcos y Mobutu Sese Seko, entre otros

El jefe de campaña del magnate, experto en lavar caras de dictadores y corruptos
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 17 de agosto de 2016, p. 19

Nueva York.

Paul Manafort, jefe de la campaña de Donald Trump, es un experto en lavar caras (pero no manos sucias y ensangrentadas) de dictadores, contrarrevolucionarios, violadores de derechos humanos y corruptos, un negocio muy lucrativo.

El hombre encargado de dirigir la campaña del supuesto insurgente contra el establishment es un reconocido integrante del establishment; de hecho, alguien cuya carrera de estratega político es considerada legendaria, gran parte dedicada a ofrecer acceso a la cúpula política estadunidense.

Manafort tomó las riendas de la campaña de Trump en la primavera de este año con el propósito de colocar a un veterano con la capacidad de establecer control y disciplina sobre una de las operaciones políticas más caóticas en tiempos recientes.

Por ahora, parece que eso es misión imposible y su trabajo ahora se ha complicado por revelaciones del New York Times esta semana sobre posibles pagos secretos de uno de sus clientes, Viktor Yanukovich, el ex presidente pro ruso de Ucrania, como la participación de Manafort en posibles maniobras financieras con multimillonarios rusos.

Manafort fue presentado a los Trump (Donald y su padre Fred) en los años 70 nada menos que por Roy Cohn, el famoso abogado golpeador del senador Joseph McCarthy (también abogado, que representaba a una de las familias de la mafia en Estados Unidos). Cohn fue uno de los perros de ataque del macartismo. La familia Trump primero contrató a Cohn para defenderlos contra una demanda del gobierno federal por prácticas de discriminacion racial en sus propiedades de vivienda, Cohn se volvió cuate de Trump, y eventualmente fue quien lo presentó con quien hoy es su jefe de campaña.

Manafort fue discípulo de James Baker, quien sería secretario de Estado. Empezando en los 70, Manafort escaló a las alturas de la cúpula republicana, pero su carrera se distinguió por su trabajo como asesor y estratega electoral de algunas de las figuras más notorias en el escenario mundial.

La lista de clientes de la empresa que encabezó incluyó al dictador filipino Ferdinand Marcos, el líder contrarrevolucionario y mercenario Jonás Savimbi, de Angola, el dictador Mobutu Sese Seko, del Congo, junto con sus contrapartes en Nigeria, Kenya, Somalia, Perú y República Dominicana. Sus socios de negocios han incluido oligarcas, reconocidos traficantes tanto de influencias como de armas, agentes de inteligencia de varios países (incluido Pakistán), y gente ligada al crimen organizado en varias partes del mundo.

Su especialidad era transformar la imagen de dictadores en Estados Unidos, presentándolos como aliados heroicos de Washington contra las fuerzas del mal en el mundo, o esa gran frase luchadores por la libertad (freedom fighters). Su ex socio Roger Stone comentó abiertamente que el negocio que dirigieron juntos fue alistar a la mayoría de los dictadores del mundo que podíamos encontrar para prometerles una nueva imagen, y acceso al poder político y económico en Washington.

Por ejemplo, el trabajo de Manafort ayudó a que el Congreso de Estados Unidos enviara millones en fondos encubiertos para la lucha contra el gobierno de Angola y sus aliados cubanos.

Donald Trump fue uno de los clientes del negocio establecido por Manafort y Stone (junto con Charles Black, quien lanzó la carrera política de Jesse Helms y Lee Atwater, operador legendario de candidatos republicanos) que prestaba servicios de cabildeo, asesoramiento político y más. Trump lo contrató para destruir la competencia potencial a su negocio de casinos en Atlantic City, sobre todo los intereses indígenas. La campaña diseñada por Manafort fue criminalizar la imagen de las tribus.

Con su larga experiencia política –fue clave en la campaña de Gerald Ford en 1976, como una de las manos en control de las convenciones, así como las de 1984 para Reagan y la de Bob Dole en 1996– y su fama como uno de los operadores políticos más significativos en el último medio siglo, Manafort parecía ser el indicado para guiar una de las campañas más caóticas en tiempos recientes. Para alguien como Manafort, estar a cargo de una campaña presidencial en Estados Unidos es el gran premio.

Pero ahora algunos consideran que tal vez con Trump se topó con alguien aún más difícil de manejar que algunos de los peores dictadores del mundo. El ex legislador y ahora estratega político Vin Weber comentó recientemente al Washington Post que si Manafort llega a la conclusión de que su candidato no tiene esperanza, que la campaña no tiene futuro, me imagino que se va a deslindar. Y no lo culparía. ¿Por qué ser el cuate que es culpado por un candidato que no se puede conformar?