e reunido en el Taller Coreográfico de la UNAM a un grupo de bailarines que, como yo, creen en la danza como medio de comunicación. Para nosotros, la danza es más que una profesión: es un medio de vida que enseña a comprenderla.
El Taller Coreográfico de la UNAM se fundó a finales de 1970. Nuestro objetivo era formar un laboratorio de danza, un taller de búsqueda y experimentación. No pretendíamos hacer una compañía clásica de tipo tradicional con un centenar de bailarines, sino un grupo de cámara que ejerciera la creatividad diariamente. Su presupuesto era limitado y, por tanto, las producciones tendrían que resolverse con danza pura, en la más ascética de las concepciones.
A través de mi coreografía, y concretamente dentro de mi actividad como directora de este taller, quise volver a la danza en sí, eliminando todo aquello que la hacía débil. Evité seguir líneas literarias y que hubiera exagerados efectos teatrales. Pedí a mis obras ser válidas aun desnudas. Conservé el sonido y el color dejando al bailarín la misión de expresarlo todo sin ninguna ayuda externa.
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El acceso al arte es un derecho tan importante como el acceso a la educación y la salud. El apoyo de la UNAM nos ha permitido cumplir con este compromiso social.
Nunca he aceptado la idea de separar el arte culto del popular, ya que el primero se nutre del segundo. Como coreógrafa he sido enriquecida por la música clásica, pero también por el tango, el mambo, la rumba o el danzón.
Muchas compañías se especializan en un solo tipo de coreografías. En el Taller Coreográfico por el contrario estimulamos la coexistencia de diferentes estilos, pues consideramos que la versatilidad ayuda a desarrollar a los bailarines, interesar a públicos diversos y estimular la creatividad.
El arte no se da en aislamiento, debemos relacionarnos con otros creadores y disciplinas artísticas. Es por ello que hemos convocado a certámenes de fotografía, pintura y poesía sobre danza. Consecuencia de esta colaboración son la publicación de diversos libros y el montaje de numerosas exposiciones.
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Consideramos que entre más plena sea la vida del bailarín, mayores serán sus posibilidades creativas. Es por ello que no se inhibe la maternidad en las bailarinas. Tampoco existe esa búsqueda enfermiza por la línea, que destruye al bailarín y lo conduce a la osteoporosis y la anorexia.
En mi experiencia como bailarina y coreógrafa he podido constatar que la belleza depende no sólo de aspectos físicos sino también del carácter, la inteligencia y la expresividad del bailarín.
La estética de un ballet es el resultado de la invención de movimientos con una forma determinada, unificados por el vigor, el dibujo coreográfico y el ritmo. Lo importante de la obra es la eficacia con la que se comunica con el público. Es bella cuando el tejido coreográfico crea una atmósfera que es transmitida al espectador y concuerda con la música, creando un ente vital que expresa emociones, experiencias y sentimientos.
La belleza que a mí me interesa no es aquella que se hereda biológicamente, sino la que se construye, la que es fruto de la voluntad y la inteligencia del hombre.
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El coreógrafo se nutre de la sociedad que lo engendra. Aquél cuyo mundo sea tan pequeño como una zapatilla de punta, ¿podrá producir emoción en el público? Si hace a un lado sus vivencias, su idiosincrasia, ¿podrá ser motivo de confluencia emocional con otros hombres? Circunscribirse a una gimnasia y vivir para ella, preocupándose sólo por la forma, dará forma solamente.
De allí que el dominio de la técnica en sí mismo no pueda producir arte. Éste surgirá sólo cuando el autor trascienda su realidad individual y genere emociones universales. ¿Cuáles son éstas? Su gama es amplísima, yo diría que oscilan entre la creación y destrucción, amor y odio, sexo y muerte, nacer y morir. Dentro de estas constantes en la vida, la alegría, el temor, lo místico, lo espiritual, lo cotidiano. La danza puede dar cabida a todos los sentimientos humanos.
Danza es encontrarse, decir quién es uno, es renacer al rehacer del cuerpo. Bailar es llenar con nuestro yo el yo del otro. Danza es amar.
En el Taller Coreográfico de la UNAM hemos luchado 40 años por hacer de la danza un arte vivo, un arte nuestro. A un tiempo búsqueda y ejercicio de la libertad.
Hemos hecho de la danza escénica un arte mexicano, no por la repetición del lugar común, sino por la búsqueda de lo propio en lo universal.
Texto incluido en el libro Taller coreográfico de la UNAM: 40 años de danza en México, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México