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de nuestro tiempo
Gaspar Aguilera Díaz
Roa Bárcena y los
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Edgar Aguilar
La hermosa
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Santa Muerte,
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Un viajante llamado
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La reserva ecológica del
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Patricia o el telón mediático
Hace poco más de una semana se nos estaba acabando el mundo. El huracán Patricia, se desgañitaban la televisión, la radio y buena parte de los medios impresos, nos iba a arrasar. Nos decían que Patricia era hasta ahora uno de los ciclones más potentes cocinados en el Pacífico Sur, comparable apenas al tifón Haiyan que a su paso por el archipiélago filipino se cobró en 2013 la pavorosa cantidad de seis mil trescientas vidas humanas, miles de animales de granja y daños terribles en infraestructura y vivienda que supusieron pérdidas prácticamente incalculables. Así nos va a ir, nos decían. Escóndanse, nos recomendaban. No salgan de casa, enciérrense, aprovisionen. Apechuguen. Y no se trata aquí de ninguna manera de minimizar los destrozos que el meteoro efectivamente causó a su paso por comunidades como La Huerta, Cihuatlán, Paraíso, Armería o Mascota entre otras comunidades sobre todo de Jalisco y Colima (o como Arteaga, en Michoacán), que no fueron tan poca cosa como luego se nos dijo, ni de hacer desprecio de quienes perdieron sus posesiones a causa del huracán. Pero tampoco resultó en la carnicería tan vaticinada: prácticamente no hubo pérdida de vidas humanas, y eso es algo que siempre hay que ponderar. No ha faltado el fundamentalismo religioso que alaba “amorosas manos” que protegieron a los mexicanos, aunque otros simplemente achacamos la causa a la inmutable presencia de la Sierra Madre Occidental.
Como el sábado pasado todavía amanecimos con país, salimos de búnkeres, sótanos y albergues un poco abotagados por los desvelos y ya saboreando las acideces de la incredulidad pudimos constatar que no, que no había pasado casi nada de lo vaticinado en aquella televisión apocalíptica y por aquellos corifeos del nado sincronizado que dicho sea de paso, como sin querer hablaron primero, mezclando noticia incómoda con advertencias apocalípticas, de las modificaciones realizadas por el gobierno al esquema de liberación de precios de hidrocarburos, adelantando ajustes al régimen impositivo de la gasolina para 2016 entretanto aquí sigamos, vivitos y coleando, listos para el susto que viene, el berrinche que viene, el escándalo que viene…
Foto: Archivo La Jornada |
Como ya han apuntado algunos periodistas de buen oficio, no es posible saber si el énfasis en cataclismos que parecían inevitables les brotó al gobierno y sus vocerías oficialistas por concierto, por pura casualidad en un país donde no existen las casualidades o por simple prospectiva (siempre será mejor decir “te lo dije” que “se me chispoteó”), ni creo tampoco que la peligrosidad del huracán fuera menor. Pero sí queda claro que la aparición del fosco horizonte grisáceo de la tormenta le vino de perlas al régimen, tan proclive al efectismo de la “cultura del shock”; buena falta le hace ahora, por ejemplo, el anuncio de la tercera (pero improbable) captura del Chapo…
¿Magnificaron el gobierno mexicano y su telón mediático el potencial de destrucción del huracán Patricia? Lo más probable es que no, que el huracán fue realmente colosal y de no mediar entre las costas mexicanas y el interior del país nuestra afortunada cordillera (insisto, fue gracias a la Sierra Madre Occidental y no la Virgen guadalupana ni los dioses y mucho menos las cadenas de oración o los mandatos rábidos de predicadores, clérigos o monjas que se contuvo la furia del viento hasta hacerlo disipar) la relatoría posterior sería otra, de nota inevitablemente trágica. O quizá sí, y el gobierno mexicano, que parece no aprender de sus propias torpezas, “infló” esa campaña mediática e histérica de miedo para taponar un poco la propia estulticia exhibida, condenada públicamente y luego taimadamente retirada del aire del spot infame aquel de “ya chole con tus quejas” o por la indignación que a muchos ha causado la “sorpresiva” aparición en cartelera de un docudrama producido por uno de esos corifeos del gobierno y un director de telenovelas para apuntalar la versión oficial de lo que finalmente pasó en Ayotzinapa… Por lo pronto, el miedo como mecanismo de supervivencia funcionó y la gente que debió ser evacuada lo hizo sin oponer la resistencia que hemos visto otras veces. Ni hubo, salvo algunos incidentes, saqueos masivos a tiendas departamentales, como ya también hemos visto.
Ojalá que nuestra rana proverbial nos siga obsequiando milagrosos pelos para el próximo cataclismo amenazador. Porque fue por eso, por un pelito de rana, que esta vez nos salvamos, y la temporada de huracanes no ha hecho más que comenzar.
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