Jueves 13 de agosto de 2015, p. 17
La energía se ha convertido en una arma política
, aseveró la académica del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (Cisan) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Rosío Vargas Suárez.
La investigadora participó en el foro de análisis El caleidoscopio de la reforma en materia de hidrocarburos: retos y perspectivas, organizado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, donde criticó que las naciones industrializadas pongan en jaque a las que dependen de los ingresos petroleros.
Tal es el caso de Estados Unidos con Venezuela y Rusia, en esta última sus entradas dependen de ese hidrocarburo hasta en 50 por ciento.
Indicó que aun cuando el gas shale es considerado un hidrocarburo no convencional, con alta dificultad para su producción, este energético presenta a escala global una tendencia de obtención ascendente. En ese sentido, refirió que es tal la estrategia de Estados Unidos para hacerse de los recursos energéticos, que en dos años ese país será exportador de ese tipo de gas.
Sin embargo, dijo, la extracción de éste tiene perjuicios para el ambiente, debido a que uno de los principales recursos tecnológicos para su obtención es el fracturamiento hidráulico, conocido como fracking.
Vargas presentó la conferencia La geopolítica de shale gas y el tight oil en Norteamérica, la cual fue difundida por la Dirección de Comunicación Social de la UNAM. En su presentación, apuntó que desde 2008 el mundo se rige con mayor énfasis en la geoestrategia, que cada vez cuenta con mayor presencia y ejercicio en la política de Estados Unidos, que busca ampliar su potencial energético a escala mundial.