El coreógrafo estadunidense y su compañía Lines Ballet se presentaron en Bellas Artes
Exhibió sus variadas herramientas, imaginación y misticismo, pulidos en 33 años de trabajo
Lunes 27 de julio de 2015, p. a11
El coreógrafo estadunidense Alonzo King (Georgia, 1952) presentó la noche del sábado, en Bellas Artes, un compendio del trabajo que ha pulido durante 33 años hasta lograr el deslumbramiento con un lenguaje innovador que basa su estructura coreográfica en la geometría y en una espiritualidad que hiende confines.
El éxito arrollador que obtuvo en su debut mexicano sucedió en el inicio mismo del programa: al término del vivace, elemento inicial tripartita de la obra Concierto para dos violines; el público se volcó en alaridos, vítores y aplausos.
Las herramientas de este artista singular son variadas. En primer lugar, es evidente que construye los cuerpos de sus bailarines para, una vez conseguido el modelo ideal, ejecutar acciones únicas, férreas, suaves, deslumbrantes.
En paralelo, la música a partir de la cual, o bien, con la cual construye sus coreografías tiene un denominador común: es música espiritual en todos los casos.
Colabora directamente con músicos y compositores, que escriben o improvisan ex profeso. Y elige de entre la música de todas las eras aquella que destila espiritualidad.
Al término del programa del sábado no quedó duda alguna: Alonzo King es un místico. No en balde una de sus primeras inspiraciones es la compositora Alice Coltrane, esposa de John Coltrane, y ella misma una iniciada, practicante de la meditación y fundadora de un centro espiritual en California.
Otras herramientas de Alonzo King: el ballet neoclásico, en especial las enseñanzas de George Balanchine (1904-1983). Notable influencia de Alvin Ailey (1931-1989) y su herramienta principal: la imaginación, es decir la agilidad del pensamiento.
Su compañía se llama Lines Ballet, porque, explica King, “el término Lines alude a todo lo que es visible en el mundo fenoménico. Recta y círculo abarcan todo lo que vemos. Aquello que podemos ver en forma de líneas (…) Las líneas están en nuestras huellas digitales, las formas de nuestro cuerpo, constelaciones, la geometría”.
Las coreografías de Alonzo King son imponentes. Vemos en escena serenidad en los cuerpos, fuerza, sabiduría, expresión fresca. Rompe todos los moldes y deja resquicios, manierismos y algunos lugares comunes a propósito, como aquel recurso de la bailarina que suelta a correr y es detenida en seco por sus compañeros.
En escena, una bailarina negra de piernas kilométricas en zapatillas de ballet. Puntas. Pero siempre con vueltas de tuerca. Por ejemplo, un pas de deux se vuelve diálogo intenso y no aquella pareja de antaño donde él sostiene a ella, la carga, la hace volar y la maneja. No, aquí se trata de entablar comunicación horizontal, lineal.
Danza lineal de toda aquella línea que se curva, se extiende, se expande, se hunde, se dobla pero nunca se quiebra. Simetrías, asimetrías, sucesiones de Fibonacci, sección áurea. Aura. Podemos ver, en la solemne belleza de los movimientos, las auras de los cuerpos de los bailarines.
En escena, una ronda femenina de un cuadro de Matisse, música de ritual y liturgia: un kyrie, un pater noster, fanfarrias de apocalipsis salidas del magno proyecto Jerusalem, de Jordi Savall, con sus instrumentos antiguos: shofards, anafirs y sus cruentas percusiones, para ser salvados por un poema en voz de ángel de Kathleen Battle: Sobre mi cabeza escucho música en el aire
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Alonzo King Lines Ballet en Bellas Artes: la danza de los cuerpos que son hermosos porque traen esculpidos en ellos sus espíritus.