Al salir de la cárcel quiere empezar de cero
Por buena conducta acreditó la preliberación
Domingo 17 de mayo de 2015, p. a15
Oswaldo Razón, apodado el Chucky, salió de prisión vestido de blanco. Quería salir de ese color porque para él significaba empezar una nueva vida, de cero. El miércoles 4 de marzo de este año sólo llevaba entre sus pertenencias una biblia, unos tenis Jordan y 2 mil pesos ahorrados con su negocio de venta de tacos de cecina.
Después de dos años y medio recluso en el Cereso de Neza Bordo le resultó extraño estar nuevamente afuera. Ahora tenía que empeñarse en recuperar a su familia y retomar su carrera de boxeador, cuyo momento más importante –el combate que no pudo ganar por el título plata del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en China– había ocurrido tres meses antes de caer preso.
En septiembre de 2012 trataba de olvidarse un poco del estrés por las concentraciones para la pelea y salió a divertirse con unos amigos. Era de madrugada cuando los detuvo la policía en Nezahualcóyotl. La discusión con los uniformados subió de intensidad y los amenzaron, comentó el Chucky.
Nos dijeron que iban a involucrarnos en algún delito, con el robo de un auto o con algo. Como no tenían nada de que acusarnos, nos inventaron el robo de un auto, que ni siquiera tenía el valor que decían
, recordó el peleador de 25 años.
No tuvo plena conciencia de su situación hasta que le fue dictada una sentencia de seis años de prisión. Hasta ese momento sintió que su vida se desmoronaba.
Seis años encerrado. Fue como sentir agua helada. Tuve que aprender a vivir adentro, a plantearme cómo le haría para apoyar con dinero a mi esposa y a mis hijos, para no hundirme
, dijo el peleador como si acabara de escuchar la sentencia.
Señaló que aquellos primeros días preso fueron asfixiantes. Eran como una pesadilla en la que el único escape era dormir. Sólo en ese momento olvidaba que estaba en una cárcel, pero era terrible soñar que estaba en casa con su esposa María de Jesús y con sus hijos pequeños Ashley, Yandel y Gael: Despertaba, veía el techo y las paredes de mi celda. Era como pasar de un sueño a una pesadilla
.
También aprendió a sobrevivir. Se ganó la simpatía de los guardias, a quienes les agradaba que fuera boxeador; por eso le permitieron que abriera su negocio de tacos dentro del Cereso.
No dejó de pelear dentro. Tuvo alrededor de 25 combates, en un patio con un público de alrededor de 50 personas que cruzaban apuestas, entre custodios y reclusos. Tuvo siete peleas más pero sin guantes, eran ajustes por deudas.
Si dejaba que alguien no me pagara, después nadie lo iba a hacer y lo que hice fue portarme bien allá dentro, estudiar la secundaria, trabajar y participar en trabajo social
, refirió.
Por buen comportamiento le dieron el beneficio de la preliberación. Por eso salió antes de cumplir la condena y deberá acudir todos los viernes a firmar en el Cereso.
Ahora ya entrena y tiene fecha para volver al cuadrilátero. No ha sido fácil retomar el boxeo. No podía entrenar porque si tenía moretones o heridas en el rostro podía afectar su condición de la preliberación.
Tuvo que acreditar su profesión y en junio peleará en Tijuana. Hoy sólo sueña con un título y dice que cuando mira su pasado todo parece una pesadilla.